La canción imaginaria
Paisajes que nunca vio y recuerdos que no sabe de dónde surgieron pueblan San Sebastián, el nuevo disco de Fernando Milagros. Podría presentarse como otro más de los nuevos cantautores chilenos con proyección internacional, pero es mejor atender a sus muchas particularidades: viene del trabajo teatral, ya no es un veinteañero y Christina Rosenvinge corea con entusiasmo sus canciones. <br>

Apareció de pronto en su cabeza el nombre San Sebastián. Junto a él, la vista de un pueblo imaginario, de paisaje agreste a pleno sol, poblado por una raza indoamericana. Fernando Milagros (31) pensó entonces en una cruza inédita: la de una ciencia-ficción folclórica, a donde sus nuevas canciones debían apuntar. Lo habló con un par de amigos -se rieron de la volada, quizás-, y al escuchar esos nuevos temas las piezas comenzaron a encajar.
"Angelito", por ejemplo, es un trote levantado sobre voz y ukelele que avanza como una plegaria: "Ven a verme cuándo cuándo / a traerme un salmo calmo / a cantarme arrullo bueno / bendecidme". "Nahual" acompaña la caminata de un guerrillero apegado a su tierra y el recuerdo de su padre; y "Rey mayor" congrega sobre un rock eléctrico imágenes asombrosas de paisajes por los que pasan siglos, mares, ríos, vendavales. Todo muy visual, muy a cielo abierto, muy nortino. Y ahí está, también, el hermoso video de "Carnaval", uno de los dos temas del disco cantados a dúo con la famosa Christina Rosenvinge: filmado en una fiesta de La Tirana reventada de luz.
Son imágenes poderosas, ancladas a un sonido andino oscuro y pesado, como de un Norte Grande repleto de historias, luchas centenarias y nostalgias ancestrales. Imágenes que el hombre que las compuso y canta no sabe bien de dónde salieron.
-¿Viviste en el Norte?
-No.
-¿Vas mucho al Norte?
-No. Humberstone lo conocí recién hace un par de años. Y fue muy raro lo que sentí ahí: si existiese la reencarnación, te diría que de seguro fui empleado de una pulpería.
-¿Escuchas música andina? ¿Te pasa algo con el paisaje del desierto?
-No, no especialmente. Creo que puede ser norte o puede ser pampa, también. De los 7 a los 10 años viví en Puerto Natales y Punta Arenas, y quizás está esa influencia medio magallánica: ese terreno despejado, agreste, que está en mi ADN y aparece sin premeditación.
Durante un tiempo la música de Fernando Milagros sonó a Bob Dylan. Luego sonó a Devendra Banhart. Y hasta hubo quien le encontró aires a spaghetti western. Pero en "San Sebastián", la voz autoral de Milagros suena al fin inesquivable.
San Sebastián suena a evocación biográfica, pero es ficción; ficción folclórica, si se quiere. Una apuesta que ha levantado con inusual atrevimiento el hombre que obtuvo su seudónimo tras cantar en el trío María Milagros. No cualquier cantautor puede ordenar un tono literario así de coherente, enlazado a su vez con un sonido profundo, macizo, capaz ya de ofrecer marcas de estilo casi sin puntos de comparación con las de sus compañeros de generación.
"Me han dicho que el disco suena 'adulto', y supongo que eso está bien", comenta Fernando Milagros, hombre recio escondido bajo la piel de un joven gentil. "Ya pasé la barrera de los 30. Hay que seguir. Desmarcarse de los referentes es siempre un proceso largo. En eso estoy".
Es cierto: durante un tiempo la música de Fernando Milagros sonó a Bob Dylan. Luego sonó a Devendra Banhart. Y hasta hubo quien le encontró aires a spaghetti western. Así es la vida cuando se arman discos por primera vez y el folk rock está de moda. Pero San Sebastián, con Cristián Heyne en la producción, ya es el tercer intento, y la voz autoral de su responsable surge al fin inesquivable. El registro gastado del canto, la ductilidad para transmitir emociones complejas, la inteligencia para referirse a la nostalgia intrínseca a toda relación: son rasgos en los que ya no cabe la impostura.
"Si canto sobre mí mismo, en el escenario es mucho más fácil ser honesto, porque no estoy hablando por nadie. Creo que lo que he intentado en este disco ha sido ficcionar mi propia biografía. Digo cosas mías, pero camufladas con otras ideas. Esa mezcla de ficción y realidad me gusta, me sirve".
Lo imaginario y lo fáctico se alían en sólo una de las dualidades que viven en estas canciones. Hay contrastes, también, en lo eléctrico y acústico, en lo romántico y desolado; "es oscuro y a la vez muy pop", cree Fernando sobre su nuevo disco.
"Los que hacemos música hoy tuvimos que aprender a autogestionarnos. Ahora tengo un sello y una agencia de booking, pero sé cómo armar un proyecto solo si no llegara a tenerlos. Si a estas alturas sigues dependiendo de un mánager, estás frito".
"Es muy rara esa doble militancia. A veces pienso en ella y me abruma, porque no sé si la gente la va a entender. Hay canciones que ni yo sé de dónde salen, que no se parecen a nada. Para mí la música siempre ha sido algo gutural, sin mucha planificación, y que sólo después de un tiempo voy entendiendo".
***
La doble militancia es, también, clave en la historia profesional de Milagros.
Estudió Diseño Teatral en la Universidad de Chile. Comenzó a trabajar pronto en montajes, consciente de que eran esos los años para aprender equivocándose. En 2002 se encontró con Manuela Infante, y se unieron en una compañía que terminó llamándose Teatro de Chile. Se habló mucho de ellos -¡mucho!- con la polémica en torno a Prat, su primer Fondart. Vinieron luego Rey Planta y Cristo. Milagros, el músico infiltrado entre actores, era de pronto el diseñador de una de las compañías teatrales mejor criticadas del país. Ahí estaban la promesa y la consagración. Pero, por otro carril estaban las canciones.
"A la altura de Cristo (2008) yo ya tenía un ritmo regular de tocatas, y los horarios se hicieron muy difíciles. La compañía estaba consolidándose, y ahí tuve que decidir: 'Lo siento, pero si no me dedico ahora a la música, no lo haré nunca'. No lo podían creer".
-Quizás lo de los horarios era lo de menos. Los procesos creativos de teatro y música son muy diferentes.
-Vine a entender mucho después que lo que hice en mi primer disco tuvo que ver con estar chato de demorarme cinco, seis o siete años en generar una obra para que luego la fuese a ver muy poca gente, y cuya falta de pulimiento quizás hacía que ni siquiera esos pocos la entendieran. Agarré la música y fue: "Uy, qué heavy: en tres minutos hago algo que llega a mucha más gente. Esto sí que es interesante". Y ahí comencé a entender que «la tesis de Fernando Milagros", por llamarla de alguna manera, es la canción: cómo encauzar lo que antes hacía en otros lugares en un vehículo de tres minutos. Mi actitud al componer es: "Tengo esta idea, ¿cómo la meto en una canción?".
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