Better call Saul: la joya de la TV se acerca a su adiós

BETTER-CALL-SAUL-WEB

Anticipando lo que viene, Peter Gould detalló que el octavo episodio de la nueva temporada puede marcar un punto alto de este ciclo y en especial para Vince Gilligan, el mismo tipo que dirigió el piloto de ambas series y de Felina, el último de Breaking bad.


¿Una sitcom sobre uno de los personajes secundarios del drama más aclamado de la televisión desde The wire, por lo demás, todavía a la espera del estreno de su final? A mediados de 2013, cuando faltaba por emitirse la última temporada de Breaking bad, se multiplicaban las razones para observar la comentada posibilidad de un spin-off con sospecha. Se podía divisar un problema de origen: por qué extender sin aparente necesidad el universo de la serie madre, una ficción sin baches y encumbrada en el panteón de la ficción del siglo XXI, de partida. También otro de tiempo: por qué no esperar primero a que la historia principal finalizase, antes de imaginar derivados. Y otro de tono: por qué las risas funcionarían como elemento central cuando la producción original solo las había usado como ingrediente y no como motor.

Dos años después, el programa en cuestión, Better call Saul, apareció en las categorías de Drama de los premios Emmy, con cuatro candidaturas en los galardones principales, frente a otros monstruos de la TV como Game of thrones y Mad men que, sin ir más lejos, en la anterior entrega habían competido -y perdido- con su predecesora. ¿Qué pasó entremedio con la idea de la sitcom? En el complejo laboratorio de ideas que es la escritura de ficción, difícil y cambiante, la serie desprendida de Breaking bad se terminó consolidando como un relato de honda oscuridad, de texturas diferentes a las que sus creadores en un inicio habían sospechado que tendría cuando se pusieron manos a la obra.

Desechada la idea de hacer una comedia de situación con capítulos de media hora como alguna vez barajaron, y una vez que el proyecto obtuvo luz verde por parte del canal AMC, Vince Gilligan hablaba a fines de 2013 con The Hollywood Reporter sobre invertir las proporciones de 75% drama y 25% comedia que a su juicio tenía la historia del antihéroe Walter White, seguramente su mayor aporte a la ficción.

Hurgando en la naturaleza de su nuevo protagonista, Saul Goodman (Bon Odenkirk), el abogado desvergonzado que apareció en la temporada dos de Breaking bad -y acompañó al profesor de química devenido en rey del narcotráfico y a Jesse Pinkman hasta el final-, Gilligan lo definía en esa época como "un tipo bastante feliz y despreocupado, y eso lo convierte en todo lo que Walter White no es. Y eso también lo hace un drama complicado. Cuando digo drama, incluso en una comedia, quieres drama, quieres tensión y conflictos, y un personaje que en el fondo parece estar en paz consigo mismo es intrínsecamente poco dramático", explicaba entre risas a Entertainment Weekly, todavía a medio camino entre el goce y el aturdimiento por el éxito de su mayor logro en la TV y emprender la tarea de expandir el universo en Albuquerque de la mano de Peter Gould, productor y guionista de Breaking bad.

Quizás por eso, por resguardo o simplemente porque el énfasis más sombrío irrumpió después, la ligereza que seguía adelantando en esa época nunca terminó apareciendo en Better call Saul. Desde sus primeras imágenes en blanco y negro, con un Goodman del futuro trabajando en un local de rollos de canela, la serie se desplegó como un ejercicio distinto, soberbio y tan dramático como la historia de la que emanó. Sobrevivió a nacer a la sombra de un fenómeno televisivo imponente, desplegando nuevas virtudes, con una regularidad y una finura que las ha distinguido desde su debut hace exactos cinco años.

Ahora que la serie irrumpe con su quinta temporada -mañana en Netflix, con nuevos capítulos disponibles cada lunes- y se encamina hacia su final, Saul Goodman está cerca de llegar a un punto similar al que enfrentaba Walter White hace un lustro: cómo vivir su curva de cierre con la misma excelencia de su inicio y desarrollo. Ya está confirmado que no habrá nuevos capítulos después de su confirmado sexto ciclo, por lo que de aquí en más todo lo que ocurra pueden ser los últimos pasos por el mundo imaginado por Gilligan, más luego que el año pasado le pusiera el broche definitivo a la historia de Jesse Pinkman con la película que funcionaba como bello epílogo de la serie principal, El Camino: una película de Breaking bad.

Solo Saul, no más Jimmy

Siempre imaginada como precuela, Better call Saul iluminó y desplegó la historia de un personaje fascinante antes de convertirse en lo que los espectadores conocieron en 2009: el sórdido abogado conectado con el mundo del crimen que ayudaba a Walter White y Jesse Pinkman a tapar su negocio ilegal de metanfetamina y resolver sus incontables dilemas con tipos más malos que ellos. Una figura que además daba los necesarios respiros cómicos a la historia, encontrando el pináculo de su humor en los avisos televisivos que protagonizaba en los que convocaba a nuevos clientes con, justamente, un "Better call Saul" (mejor llama a Saul).

Por cuatro temporadas el personaje funcionó como Jimmy McGill, un abogado de poca monta con novia, múltiples clientes de dudosa reputación y una rivalidad con un hermano que tiene todo el prestigio que él no en su misma profesión. Ese hombre, hasta de buen corazón, quedó atrás al final del cuarto ciclo, en que adoptó definitivamente el nombre de Saul Goodman y, tumbado por los errores, terminó de sepultar cualquier alternativa de convertirse en alguien a ser considerado seriamente. La transformación es lo que domina la quinta temporada.

"Ese tipo no se ha ido, pero está acompañado por este otro lado de él, este Saul Goodman que no necesariamente es tan bueno. Él piensa que sabe lo que está haciendo, pero en muchos sentidos Jimmy está entrando en una nueva área de su vida sin comprender realmente a dónde va", explicó a Variety a Peter Gould, quien creó al personaje junto a Gilligan y tomó el liderazgo principal de la serie, luego de que su compañero no participara de la sala de guiones en el último par de ciclos.

Dos viejos conocidos de Breaking bad, Gustavo Fring (Giancarlo Esposito) y Mike (Jonathan Banks) siguen instalados como ejes de la historia y protagonistas de una escena criminal de Albuquerque que tiempo después recibirá a Pinkman y White. Pero desde antes estaba Hank Schrader (Dean Norris), el cuñado de este último, miembro de la DEA que intenta acorralar a los criminales junto a su dupla, Steven Gomez (Steven Michael Quezada).

Son las principales adiciones de la serie original a Better call Saul en esta temporada, que antes ha traído de regreso a Héctor y Tuco Salamanca (Mark Margolis y Raymond Cruz), y quién sabe si en algún momento concretará las apariciones de Bryan Cranston y Aaron Paul, dos que ya han expresado su deseo de retomar.

Pero guiños aparte, añadidos más y añadidos menos, la ficción debiera continuar siendo el descenso de un hombre hacia la amoralidad absoluta y el autoconvencimiento de que solo hay un camino, el viaje que la ha impulsado a ser considerada una de las mayores joyas de la televisión desde, justamente, Breaking bad.

Probablemente, como ha sido la tónica desde su debut, los premios no reconocerán el mérito. De una treintena de nominaciones a los Emmy -principales y técnicos-, no ha ganado ningún galardón, pese a ser candidata con cada nueva temporada. Los Globos de Oro, parámetro menos serio cuando se trata de la pantalla chica, lo han hecho peor, solo considerando a su actor protagónico tres veces y omitiéndolo en la última entrega.

En una época en que se hacen más de 532 series en la televisión estadounidense (récord alcanzado el último año), y en que el mayor fenómeno del momento cada vez parece coincidir menos con la ficción más refinada, los creadores ni se han inmutado ante tal desdén: continúan estudiando a su personaje, errático, bravucón, triste, encarnado magistralmente por Odenkirk.

Anticipando lo que viene, Peter Gould detalló que el octavo episodio de la nueva temporada puede marcar un punto alto de este ciclo y en especial para Vince Gilligan, el mismo tipo que dirigió el piloto de ambas series y de Felina, el último de Breaking bad.

"Vince me dijo varias veces que fue la dirección más difícil (que haya hecho). Cuando lo veas, entenderás por qué", adelantó, para luego estimular el apetito de cualquiera: "A medida que avanza esta temporada, Better call Saul como espectáculo, para bien o para mal, cambia un poco. Y vamos a algunos lugares nuevos".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.