Quino: el gran inconformista del humor

El creador de Mafalda, la historia gráfica más universal del idioma español, murió a los 88 años en Mendoza, su ciudad natal. A través de su única mezcla de ironía, crítica y humanismo, el argentino fue influencia insoslayable en Hispanoamérica.


El padre manejaba una clásica citroneta 2CV, su madre era pianista frustrada y el hermano menor la podía sacar fácilmente de quicio, pues le gustaba la sopa, el plato que ella más odiaba. Pero a Malfalda también le desagradaban otras cosas en la vida: las injusticias sociales, las guerras en un rincón alejado del orbe o la codicia de Manolito, el hijo del panadero español del barrio. Evidentemente era bastante más adelantada a la media del vecindario y del mundo, una hija de los convulsionados años 60 y un personaje que aunque dejó de salir en 1973 se hizo inmortal ante el asombro de su propio autor, Quino.

“Lo de la vigencia de Mafalda no lo entiendo”, comentaba en el 2014 el recibir el Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades. Aquel tono de asombro y queja del humorista gráfico argentino fallecido a los 88 años podría haber sido perfectamente el de la niña del barrio bonaerense de San Telmo. “El mundo está cambiando mucho y la gente sigue leyendo cosas que uno dibujó hace tanto tiempo, que pareciera que no cambió nada”, explicaba Joaquín Salvador Lavado Tejón, el nombre real tras Quino.

Aquejado desde hace años por dolencias circulatorias y un severo glaucoma, Quino había sufrido hace unos días un accidente cerebro-vascular que finalmente causó su muerte en su casa en Mendoza, su ciudad natal. Apenas el 17 de julio había entrado a los 88 años y un día antes de su deceso se habían cumplido los 56 años de vida de Mafalda, nacida en la revista Primera Plana el 29 de septiembre de 1964.

Traducida a 30 idiomas, la historieta de Quino vivió en rigor 9 años, hasta que dejó de publicarse el 25 de junio de 1973. Sin embargo, su alcance fue global, trascendiendo las fronteras hispanoamericanas y alcanzando popularidad en países como Francia, Grecia o Italia, donde Umberto Eco se transformó en uno de sus grandes admiradores. La llamó “una heroína de nuestro tiempo”.

En este contexto y consultado sobre el entrañable personaje de Quino, el escritor argentino Julio Cortázar llegó a decir: “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”.

Pensamiento crítico en dibujos

En su luminosa casa de Mendoza, y rodeado de sus cercanos, Quino había celebrado su último cumpleaños en julio. En la celebración hubo pasta, torta de dulce de leche y vino. Con movilidad limitada y visión reducida, el ilustrador fue celebrado en redes sociales por sus editores y sus miles de lectores.

Hijo de padres españoles, republicanos y anticlericales, creció en un ambiente que siempre cuestionó la autoridad y las injusticias. Ese espíritu es el que heredó Mafalda, la niña inconformista que se ríe luego de leer la definición de democracia en el diccionario y que se pregunta qué habrán hecho ciertos sures para merecer ciertos nortes.

Reacio a las entrevistas, Quino era un hombre discreto y de pocas palabras. Sus ideas las vertía en el universo gráfico que concibió, animado de inteligencia, humor y de un sentido antibélico y contra la desigualdad.

“Era más bien corto de genio, la locuacidad no era lo suyo”, comenta el humorista gráfico chileno Alberto Montt, quien estuvo en varias oportunidades con él. “Pero por otro lado: ¿Qué le ibas a preguntar?. Todo lo que tenía que decir sobre algo, lo hacía a través de sus personajes: la religión, la guerra, las desigualdades”.

Para Montt, Quino fue además el gran formador de muchos sin siquiera proponérselo: “Varios latinoamericanos tuvieron por primera vez acceso al pensamiento critico al leer las historias de Mafalda. En una época en que la mayoría de los niños y jóvenes sólo se formaban a través de lo que sus padres les transmitían, él fue la ventana donde pudieron ver algo distinto”.

En sus propias palabras

Una de las últimas entrevistas que ofreció fue para el documental Buscando a Quino. Rodado en 2018 por Boy Olmi, el filme de 25 minutos se estrenó este año y ofrece un retrato personal del dibujante que perdió a sus padres en la niñez y creció junto un tío también llamado Joaquín, diseñador y artista gráfico del que heredaría el interés por el dibujo. Para diferenciarlo del tío, al sobrino lo llamaron Quino.

“La Guerra Civil española me marcó muchísimo”, dice el ilustrador en el documental . Quino cuenta que una de sus pesadillas recurrentes son los nazis: “He soñado mucho con los nazis siempre, a los nazis los he tenido en la mira de mi fusil, quizás la maldad me atraía”. Y agrega: “Es que hay mucha maldad”.

Y aunque creció en un ambiente anticlerical, la figura de Dios no está ajena a sus ilustraciones: “Esta cosa del bien y el mal me ha impresionado desde chico, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”, aventura.

También es recurrente el sueño con el servicio militar. Cuando le dice al oficial a cargo que él ya cumplió con el servicio, este le responde: “Sí, pero tenés que hacerlo de nuevo”. Después reconoce: “Lo pasé muy mal”

¿Qué le diría al Quino joven?, le pregunta Boy Olmi, observando un retrato del ilustrador adolescente que cuelga de una pared. “Le diría ¿viste que no era para tanto? Y bueno, sí, es jodido, pero no era para tanto”, responde.

En realidad ese tono algo desprendido para valorar las cosas estaba en el ADN de Quino. Cuando alguna vez le preguntaron por el éxito de Mafalda, lo resumió muy bien: “Yo no esperaba nada y empecé a publicar este personaje sin pensar muy bien cómo era. Me pareció que una niña que le hiciera a sus padres preguntas sin respuestas, por qué hay guerra, por qué hay gente pobre, era un buen camino para interesar a la gente”.

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