La venganza del músico chileno

AP Foto/Brynn Anderson

Un relato de Jaime Bayly.


Chileno, nacido en Viña del Mar, nacido el día mismo en que Pinochet derrocó a Allende, hijo de un hacendado y una bibliotecaria viñamarinos que se separaron poco tiempo después de que naciera, José Miguel Ramírez hubiera querido ser cantante, pero terminó siendo periodista. Tocaba la guitarra y la batería, cantaba con voz melodiosa, tenía una memoria sobresaliente para recordar las letras de las canciones que le gustaban, y por eso, cuando lo invitaban a una fiesta o una cena o una tertulia de amigos, acudía siempre con su guitarra, impaciente por cantar todo el tiempo que lo dejasen. No cantaba canciones suyas, sino de cantantes famosos, y lo hacía con gracia, ganándose el aprecio y la simpatía de quienes lo escuchaban, amenizando la velada. Era, pues, un músico frustrado, o un músico agazapado, o un aspirante a músico famoso.

Había tocado la guitarra y cantado en bares y hoteles de Viña del Mar, nada más terminar el colegio, pero sus padres le pidieron que estudiase una carrera en una universidad de prestigio, y José Miguel partió a Miami, a estudiar periodismo, donde se graduó con honores: era un joven muy inteligente, con una memoria portentosa, y no tuvo que esmerarse demasiado para descollar en la universidad.

Una tarde, a la salida de una farmacia, José Miguel vio a Barclays, el inefable periodista de la televisión, y se acercó a él y le dijo:

-He leído “La noche es virgen”. Me encantó. Eres un genio.

El insoportable Barclays, henchido como un pavo real desplegando sus plumas, agradeció el elogio y, desde luego, no intentó refutarlo o rebajarlo.

Fue entonces cuando Barclays y José Miguel Ramírez se hicieron amigos.

Poco faltaba para terminar el siglo, el milenio. José Miguel vivía con un tío chileno que era entrenador de tenis de los famosos. Jugaba al tenis a menudo con su tío y era muy bueno practicando ese deporte señorial. Barclays, por su parte, vivía solo, ya divorciado de su primera esposa, y era una estrella, o se sentía una estrella, de una cadena de televisión, CBS Telenoticias en español, tributaria de CBS News, que se veía en toda América Latina.

José Miguel Ramírez amaba a su madre, odiaba a su padre y adoraba al tío ex campeón de tenis con quien vivía. No tenía novias ni novios y no parecía interesado en los asuntos del deseo erótico. Sus pasiones eran la música (siempre dispuesto a sacar la guitarra y cantar una canción de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés), el tenis (siempre listo para viajar con su tío a un gran torneo) y las noticias (sabía con una memoria prodigiosa todo lo que pasaba políticamente en cada país de América y, si lo apuraban, también de Europa: los nombres de los políticos, los partidos, los mandatos, las fechas de las próximas elecciones, los escándalos de corrupción: lo sabía todo, lo recordaba todo, como si llevase una computadora adherida al cerebro).

A veces Barclays era visitado por su exesposa y sus dos hijas, y entonces José Miguel se replegaba, porque sabía que la exesposa de Barclays no lo quería nada. Ella decía que José Miguel estaba enamorado de Barclays. A su turno, Barclays se reía y decía que eso no era cierto, que José Miguel era sexualmente una ameba, una planta, una criatura en estado vegetativo.

Una tarde, la disfuncional familia Barclays acudió el parque de la isla, donde la hija menor estaba aprendiendo a montar en bicicleta, y se encontraron casualmente con José Miguel. La hija menor de Barclays le dijo a su padre:

-Tu amigo usa zapatos de mujer.

Ambicioso, insoportablemente ambicioso, siempre queriendo ser más rico y famoso, como si la felicidad estuviera cifrada en atesorar dinero y multiplicar la exposición pública, Barclays, cumplido su contrato de tres años, en el esplendor de su carrera periodística, decidió no renovar con sus amigos de CBS News, los jefes de CBS en español, y firmó un contrato con la cadena Telemundo. Enseguida tuvo el mal gusto de aparecer en la prensa, diciendo:

-He firmado un contrato millonario, el más importante de mi vida.

Ese fue el titular del periódico, Barclays como siempre un bocazas, un fanfarrón.

La mandamás de Telemundo le pidió a Barclays que hiciera un programa con orquesta de músicos en vivo, copiando el formato de los programas de David Letterman y Jay Leno, que se emitían hacia la medianoche y eran espacios de entretenimiento, con entrevistas en clave de humor, música en vivo y público en estudio.

El problema, y no era uno menor, y habrían de advertirlo bien pronto, era que Barclays no era un humorista, un comediante natural, como Letterman y Leno.

Barclays contrató entonces a José Miguel Ramírez, su amigo chileno, como jefe de la banda de músicos del programa, y le encargó que eligiese a los músicos que lo acompañarían en esa agrupación. José Miguel aceptó, encantado.

A pesar de que Barclays hizo sus mejores esfuerzos para producir un programa divertido, con buenos invitados y entrevistas amenas, y de que José Miguel y su banda de músicos estuvieron a la altura de las circunstancias, el programa fue un fracaso, un completo fracaso, quizás porque se emitía no todas las noches, sino apenas una vez por semana, tal vez porque el público estaba acostumbrado a ver a Barclays como un periodista serio y no le gustó verlo tratando de ser un comediante. El programa duró un año, con malos números de audiencia, y apenas expiró su contrato, Barclays fue despedido. José Miguel Ramírez y la banda se disolvieron. José Miguel volvió a tocar en reuniones sociales, en casas de amigos.

Seis años largos tuvieron que transcurrir para que Barclays volviese a la televisión en español de los Estados Unidos.

Fue fichado entonces por una cadena nueva, Mega, de un magnate de la radio. La jefa del canal, una mujer muy lista, muy sagaz, llamada Cindy Houston, le dio a Barclays un programa de lunes a viernes, a las diez de la noche. El programa tuvo éxito. Barclays volvió a su perfil más socorrido, el de periodista político agudo y socarrón. Como tuvo éxito, Barclays aprovechó su amistad con Cindy Houston y le pidió que contratase a José Miguel Ramírez en el canal. Cindy se reunió con José Miguel y quedó muy impresionada. Lo fichó como su asistente personal. Barclays y Ramírez estaban de vuelta en las grandes ligas. Pero José Miguel no estaba del todo contento, porque secretamente anhelaba volver a salir en cámaras, conducir un programa propio: ya había saboreado las mieles de la fama cuando apareció como músico en el programa de Barclays, y naturalmente quería volver a saborearlas, ya no como subordinado, sino como anfitrión de su programa.

Dos años después, una crisis económica provocó la ruptura de la burbuja inmobiliaria y dejó al canal de Barclays y Ramírez en precaria situación financiera. Debido a ello, Cindy Houston le comunicó a Barclays que le recortaría el salario a la mitad. Aquella noche malhadada, Barclays salió en su programa en vivo y, furioso, indignado, despechado, protestó a gritos porque querían rebajarle el sueldo a la mitad: insultó al dueño del canal (“un tipo que no ve su propio canal, que no viene jamás al canal”), a su gerente Cindy Houston (“a duras penas puede hablar veinte palabras en español y dirige un canal en español”), se jactó de ser el periodista más exitoso del canal (“este canal lo inventé yo, lo puse en el mapa yo”), dijo que querían matarlo de frío (“este estudio es un iglú, el aire gélido me está matando, estoy seguro de que lo enfrían para que me enferme, la temperatura la regulan mis enemigos políticos”) y, cuando estaba en medio de esa protesta volcánica, rencorosa, de divo zaherido en su orgullo, fue sacado abruptamente del aire: desde el control maestro, cumpliendo órdenes del dueño, que al parecer sí veía su canal, o lo veía al menos aquella noche aciaga, pusieron canciones de Celia Cruz, y ya Barclays no volvió más al aire. Sin embargo, apareció la noche siguiente, pidió disculpas a la audiencia y entrevistó en tono conciliador a la gerente Cindy Houston, quien le prometió que entibiarían la temperatura del estudio.

Tiempo después, Barclays, que tomaba muchas pastillas para dormir, tantas como diez o quince cada noche, enfermó seriamente y tuvo que ser operado de urgencia. Al registrarse en la clínica, dio un nombre falso, sintiéndose una estrella acosada. Antes habló con Cindy Houston y le enumeró los programas que debía repetir, mientras estuviese hospitalizado. La operación fue un desastre: el médico mexicano dijo que se puso nervioso por operar al famoso Barclays y le cortó el páncreas. Barclays tuvo que pasar una semana en la clínica. Una noche encendió el canal Mega y vio con asombro que no estaban repitiendo su programa, uno de los capítulos que él mismo había elegido, sino que su querido amigo chileno José Miguel Ramírez se encontraba sentado allí, en el programa de Barclays, en el feudo de Barclays, en su trono, su tribuna olímpica. Encolerizado, Barclays pensó:

-Es un golpe, una traición. José Miguel aprovecha que estoy enfermo para apropiarse de mi programa.

Furioso, tan furioso que le temblaban las manos, Barclays le escribió un correo electrónico a José Miguel, diciéndole:

-Eres un pérfido, un felón. Eres un oportunista, un trepador. Antes de sentarte en mi programa, debiste pedirme permiso.

Al día siguiente José Miguel Ramírez acudió a la habitación de Barclays con flores, revistas, frutas y jugos naturales (tuvo que sobornar a la recepcionista para que le dijera el número de habitación del famoso periodista), saludó a su amigo como si nada hubiera pasado y le explicó que la decisión de sentarse en el programa en vivo, en la silla imperial de Barclays, no la tomó él, sino Cindy Houston, y él tuvo que cumplirla, pues no le quedaba más remedio. Apenas Ramírez se retiró de la habitación, Barclays escribió un correo a la gerente Houston, diciéndole:

-Te pedí que repitieras unos programas. Te dejé la lista. ¿No podías hacerme caso? ¿Tenías que aprovechar que estoy medio muerto para darme este disgusto? ¿No podías al menos consultarme lo de José Miguel? ¿El programa “Barclays” es mío o es tuyo? ¿Se llama “Barclays” o se llama “Houston”? Porque mi contrato dice claramente que yo soy el productor y yo decido el contenido, más aún cuando estoy jodido, internado en una clínica. Lo que hiciste fue una cosa horrible, Cindy. Estoy profundamente decepcionado de ti.

La gerente Cindy Houston y el afamado Barclays volvieron a pelearse y esta vez ya no se reconciliaron. Tan pronto como expiró el contrato de Barclays, la señora Houston le ofreció un programa semanal, no diario, ganando la quinta parte de lo que ganaba, y Barclays, furioso, la mandó al carajo y se fue a Bogotá a hacer su programa político de todas las noches.

Tiempo después, Cindy Houston fue fichada como presidenta de CNN en español. No dudó en llevarse a varios periodistas de Mega a CNN. El primero de ellos fue su leal asistente y asesor todoterreno, José Miguel Ramírez.

Barclays y su amigo chileno no volvieron a verse. Pero si ahora Barclays lo echaba de menos y deseaba verlo, bastaba con encender el canal CNN en español, donde Ramírez presentaba un programa todas las tardes. Por su talento y rigor profesional, el chileno José Miguel Ramírez se había convertido en una de las estrellas de CNN en español.

Barclays, que toda su vida soñó con tener un programa en CNN, había vuelto a Mega, tras su aventura en Bogotá. Su amigo chileno, que solía ser el jefe de su banda de músicos, era ahora una estrella de CNN y ganaba el doble que Barclays.

No debí pelearme con Cindy Houston, no debí pelearme con José Miguel Ramírez, ahora estaría en CNN, pensaba a menudo Barclays, pero ya era tarde para arrepentirse.

Su hija mayor le dijo entonces a Barclays, tratando de consolarlo:

-Estás demasiado loco para salir en CNN, papá.

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