Ránquil, París y Plaza Italia: la vida del escultor Virginio Arias tras el monumento a Baquedano

Virginio Arias Cruz

De origen campesino, a contrapelo de los grandes nombres de la escultura chilena, el autor de la obra ubicada en la llamada “zona cero” de Plaza Baquedano, se formó en la Escuela de Bellas Artes de París, a fines del siglo XIX. Junto a Rebeca Matte y Nicanor Plaza logran "hacer obras de una enorme calidad y destreza pensadas y diseñadas desde un origen chileno". Hoy es posible encontrar sus célebres esculturas, como El Descendimiento o el monumento al Roto Chileno, en museos y espacios públicos de varias ciudades.


El pasado fin de semana, el monumento en bronce al general Manuel Baquedano cambió cuatro veces de color, en medio del masivo aniversario del 18-O. Su historia se remonta hace casi un siglo. Para septiembre de 1928, la escultura fue instalada en la entonces Plaza Italia de Santiago, como parte de un conjunto de relieves y volúmenes que narran hazañas de la Guerra del Pacífico.

Monumento a Baquedano

Esculpida por el chileno Virginio Arias Cruz (1855-1941), aquel gesto vino a romper con la tradición de instalar copias de artistas extranjeros en el espacio público local.

De hecho, en la misma Plaza Baquedano se encuentra el Monumento al Genio de la Libertad, más conocida por su forma: El ángel y el león, realizada por el artista ítalo-argentino Roberto Negri.

“Lo que hacíamos nosotros era traer réplicas de obras europeas”, explica a Culto Erwin Brevis, secretario técnico del Consejo de Monumentos Nacionales.

Virginio Arias y el monumento a Baquedano en su taller

Instalar obras de artistas locales en el espacio público fue parte del legado de Virginio Arias junto a artistas como su mentor, Nicanor Plaza Águila (1844-1918), o la escultora Rebeca Matte Bello (1875-1929).

“Ellos logran hacer obras de una enorme calidad y destreza pensadas y diseñadas desde un origen chileno”, añade el arquitecto.

Origen campesino

Virginio Arias Cruz nació en Ránquil en 1855, un poblado ubicado en la provincia del Ñuble. Desde pequeño vivió en el campo y cumplió labores en el pastoreo de animales, por lo que fue recién a los 12 años cuando inició sus estudios en el arte con el escultor Tomás Chávez, mientras ya estaba radicado en Concepción.

Según un documento del Museo Nacional de Bellas Artes, el joven asumió como alumno de Nicanor Plaza a los 19 años, nombre clave de la escultura chilena y autor, entre otras obras, de la representación de Andrés Bello ubicada en la Casa central de la U. de Chile y la estatua de Caupolicán en el cerro Santa Lucía.

Virginio Arias

“Es muy interesante que este artista de origen humilde, dado su inmenso talento, logra conectar con los nombres más destacados de un momento de nuestra historia: Rebeca Matte y sobre todo Nicanor Plaza”, explica Erwin Brevis, “cuando el contexto artístico chileno en general refiere a una élite”.

Nicanor Plaza fue importante en la formación de Arias. Su influencia lo llevó a trasladarse a Francia en 1875, para ingresar en la Academia de Bellas Artes de París al año siguiente.

El secretario técnico del Consejo de Monumentos Nacionales remarca que Arias llega a un París “epicentro del arte en el mundo”.

“Eso es maravilloso —destaca—. Imagínate un tipo que nace en Ránquil, que sigue siendo una localidad pequeña y campesina, logra llegar a la escuela más importante del mundo donde se radica hasta 1890 y, lo más interesante de todo, a mí modo de ver: logra el mayor premio de París para la escultura en muy poco tiempo”.

El Roto Chileno

Precisamente, una de las obras más conocidas de Arias es Un héroe del Pacífico, ubicada en la Plaza Yungay de Santiago y en la cual se representa a un soldado que posa con un arma de fuego. Aquella creación se hizo de la Mención Honrosa durante la ceremonia del Salón de París en 1882.

“Gana el premio más importante seguramente del mundo, con una obra que posteriormente nosotros conoceríamos como El Roto Chileno. Es alucinante. Imagínate: Rebeca Matte, Nicanor Plaza, Samuel Román, Marta Colvin, Lily Garafulic, Sergio Castillo; todos de un origen distinto, que tiene una directa correspondencia con una élite social, con una cultura aristocrática”, compara el arquitecto.

Escultura del realismo

Tras recibir una serie de reconocimientos en el extranjero, Virginio Arias regresa a Chile para el cambio de siglo, cuando también asumió como Director de la Escuela de Bellas Artes por más de una década, según consigna la plataforma Artistas Visuales Chilenos.

Su obra, caracterizada por la representación de figuras humanas, a las cuales añadía un carácter realista, comienza a instalarse en algunas ciudades.

“Son obras de estética neoclásica, tanto en el canon o proporciones con las que se representa la figura humana, como en la definición imitativa o realista de las formas, propias de la Academia Europea del siglo XIX”, explica a Culto Ramón Castillo, director de la Escuela de Arte de la U. Diego Portales.

Según el especialista, “se trata de monumentos que informan de manera literal y narrativa de aquellas historias o valores simbólicos que promueven”.

Monumento a Baquedano

Desde el Consejo de Monumentos Nacionales comentan que Virginio Arias tiene obras tanto en exposiciones como en el espacio público de distintas ciudades chilenas.

En Santiago, el Museo Nacional de Bellas Artes alberga la famosa obra El descendimiento, una estatua perfilada en mármol en la que se puede ver cómo la Virgen María recibe a Jesús después de ser descolgado de su crucifixión, mientras que María Magdalena se encuentra a los pies de la figura. Aquella escena le significó su tercera medalla de oro en el Salón de París en 1887.

El descendimiento

También es posible encontrar obras de Virginio Arias a lo largo de todo Chile, desde la plaza Arturo Prat en Iquique, al monumento de Manuel Montt en Petorca o el Cementerio General en Santiago.

A pesar de que obtuvo múltiples reconocimientos a lo largo de su carrera y de que fue designado Miembro Honorario de la Sociedad de Bellas Artes de Chile, entre 1938 y 1940; Arias murió el 17 de enero de 1941, tras padecer de ceguera y carecer de recursos para sustentarse.

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