Noches de disco, amigos y piedras preciosas: Javiera Mena repasa el álbum Mena track por track

La portada del álbum Mena (2010)

El segundo disco de la artista chilena, lanzado hace una década -y que hoy vuelve a tocar vía remoto-, marcó el momento en que consiguió hacerse de un rincón más asentado de la industria musical, gracias a singles como “Luz de piedra de luna” o “Primera estrella”. En charla con Culto desmenuza las historias de cada una de las canciones y detalla las claves de un trabajo caracterizado por el apoyo de las amistades, el interés en la música electrónica y la obsesión con los astros.


Si algo recuerda Javiera Mena Carrasco (1983) del final de la década del 2000 es la comezón permanente de la inquietud. Como esa sensación que sacude los pies, apenas suenan los beats en la pista de baile. “Yo vivía en el Parque Bustamente, en un departamento chiquitito, pero me estuve cambiando por varios lugares -recuerda al teléfono con Culto-. Andaba como moviéndome, como encontrando mi lugar, harto carrete, harto salir, descubrir un poco. Estaban mis veinte en que todo era como más loquillo ajaja (ríe)”.

Por esos días, Mena pujaba por llevar su carrera hasta una orilla más asentada. Su fulgurante debut, Esquemas Juveniles (2006), la volvió la figura indie del momento gracias a una propuesta que se movía “entre el pasado y el futuro del pop”, como planteó Álvaro Bisama. “Algunas veces suena muy clásica, otras como si existiera dos años en el futuro”.

Ese largaduración permitió ciertas entradas al mercado internacional. El cover de Daniela Romo (“Yo no te pido la luna”) sonó en radios argentinas y por esos días consiguió sus primeras presentaciones en México. Incluso, fue invitada a telonear una gira de Kings of Convenience por España y Portugal. Poco a poco, su nombre se volvía un lugar secreto al que los más enterados de las novedades musicales, deseaban habitar.

Javiera Mena. Foto por Rod.

Un mundial de fútbol pasó desde ese primer álbum hasta la publicación de Mena (2010), el segundo trabajo que marcó un salto cuyo alcance fue más definitivo. El camino fue largo, un poco por las circunstancias, otro poco por la inquietud. “Me hubiera gustado que saliera antes -cuenta Javiera-. Pero eran otros tiempos, también tenía que ver con la gente que trabajaba conmigo, yo apelaba mucho a favores en realidad. Además no había esta cosa frenética de que había que estar todo el tiempo sacando música”.

Pero de una cosa estaba segura: la sensación que deseaba lograr en el segundo disco. Por entonces, la electrónica más pistera se acumulaba en las pistas de su reproductor de música y en sus panoramas más mundanos. “Escuchaba mucho electro, harta pista de baile, me gustaba tratar de generar eso. Además se me daba más natural de hacer”, recuerda.

Como Björk bailando en las discotecas de Londres en los días que preparaba su Debut, Mena llevó parte de su interés por las raves a los tracks que poco a poco, trabajaba en su computador. “Yo andaba con muchos amigos DJ, iba a fiestas como improvisadas, medias clandestinas. Igual iba a la Blondie. También me acuerdo de fiestas como Muelle Barón o las raves, como esas que hacían en Isla de Maipo”.

Aunque el álbum Mena se grabó en un año de sesiones intermitentes en el estudio de Cristián Heyne en Pedro de Valdivia con Providencia, la artista desarrolló un trabajo previo de preproducción en la soledad de su departamento. “El disco salió de mi computador -cuenta-. Empecé a familiarizarme con los programas de música electrónica que me llevaron por el lado de los sintes”.

Cuenta que en general, las canciones salen desde las entrañas de las melodías. “La música me va dando la letra, pero justamente en este disco hay una canción en que fue primero la letra; ‘Un audífono tú, un audífono yo’. Aunque eso me pasa pocas veces, en general la misma música me va mostrando las emociones que puedo transmitir”.

La portada del álbum Mena (2010)

Además, el álbum le dio la posibilidad de volver sobre algunas viejas composiciones que esperaban su oportunidad. “‘El amanecer’ y ‘Hasta la verdad’, las presenté en la universidad, en el ramo de taller de canciones -recuerda-. No alcanzaron a caber en el Esquemas Juveniles y las tiré para acá”.

Una vez con las canciones listas hubo que definir el título. “No sabía como ponerle -rememora la cantautora-. Encontré que el apellido Mena tenía mucha musicalidad y era como esos discos que se llaman como el artista, como el Whitney (1987), de Whitney Houston. Además, busqué la palabra Mena en Wikipedia y tenía mucho significado: es la primera piedra que pulen para que salga oro, plata, etc”.

“Por eso es que las fotos salgo como minera, con una picota -agrega-. Fuimos al cajón del Maipo a hacerlas, tratamos de darle esa onda de minería, de oscuridad”. Entre senderos y bosques también salió la foto de la portada, tomada por Rod -un amigo de la cantautora- y con postproducción a cargo de Alejandro Ros. “A él se le ocurrió lo de los dos ojos, que fuera media psicodélica”.

Además, por esos días Ros diseñó el logo de la cantante, que toma su apellido como si fuera un diamante. Lo dibujó al modo de una joya de espacios angulosos y líneas rectas. “Es como Aphex Twin que tiene su símbolo, desde ahí me quedé con eso para siempre. He visto gente que se lo ha tatuado, incluso”.

Javiera-Mena

Ahondar en ti

Tras cinco segundos en que suena un beat insistente, Javiera estira las palabras al cantar la frase que titula al tema. Acaso la expresión de un anhelo por cumplir. “Ahondar en ti, no poder ahondar en ti”.

Cuenta que en cierta forma, es una composición distinta a las del resto del elepé. “Es la única que es media Motown, de hecho estaba escuchando harto Diana Ross también. Tiene la caja todo el rato a tierra, como en ese estilo”.

Por eso la eligió como primer track. “Me gusta partir con algo que no sea obvio. Lo lógico habría sido abrir con ‘Luz de piedra de luna’, pero me gusta que los discos sean como un viaje, siempre me los imagino como películas”.

Un viaje que en sus primeros pasos perfila a un carácter más alejado de la tensión. “La letra habla de alguien que es como bien calladito -agrega-. Por eso cuesta ahondar en esa persona, y sacarle las palabras. Eso genera un misterio, encuentro. Por ejemplo, yo no soy así, cuento todo al tiro. Esta canción habla de esa otra gente que tiene una gran mundo interior”.

¿Trataba con gente así por esos días? “Sí, de hecho está como un poco dedicada a un amigo, Diego Morales [conocido en el ambiente como Diegors] que me ayudó en la canción ‘Hasta la verdad’. Él es como bien calladito”.

Diegors

Hasta la verdad

Una de las composiciones más antiguas del álbum, data de sus días como estudiante en la academia ProJazz. “La empecé a componer en la escuela, tiene una melodía bien pentatónica”.

Al momento de incluirla en el álbum, recurrió a la colaboración. “El Diegors me ayudó a hacer la base” cuenta. Con él revisó algunos viejos discos en busca de algunas pistas. “Hicimos unos samplers de canciones ochenteras, bien Italo Disco”, recuerda.

No es la única colaboración. En los créditos de los arreglos de cuerdas figura el nombre del músico y productor estadounidense Kelley Polar. El contacto se generó vía MySpace, la proto red social de la época. Fiel a su estilo, Javiera fue directa. “Le dije que me gustaba su música y le pregunté abiertamente si podía colaborar -cuenta-. Luego le mandé el Esquemas Juveniles, y le encantó. Ahí se generó el lazo. Fue bacán porque las cuerdas le añadieron mucho al tema”.

Además, en esta composición aparece una de las obsesiones recurrentes de la artista. “Es de las primeras canciones que empezó a marcar esa onda astral romántica, como media cósmica”. Una idea que se repite incluso en temas más recientes, como “Corazón Astral”. “Ya lo agarré para siempre yo creo, es un lugarcito que a mí me acomoda”.

Como buen single, el tema también tuvo un video. Una suerte de road movie filmada con una sola cámara durante un viaje a la costa. La travesía reunió a Cristián Heyne, Álex Anwandter (a cargo de la dirección) y la fotógrafa Rocío Aguirre. “Nos fuimos desde Santiago a Algarrobo y fuimos grabando en el camino -detalla-. Terminamos en una casa, fue muy tranqui. Quedó bien para el presupuesto”.

Primera Estrella

Es una de las canciones de vocación pistera. “Está bien inspirada en el Italo disco, es más luminosa”, detalla la cantautora.

Sin embargo, pese a la sensación de movimiento, en realidad se basa en una imagen que llama la atención desde los tiempos de los pueblos originarios, tal como lo detalla en el coro del tema. “Es Santiago cuando aparece aparece la primera estrella, que en realidad es Venus, que se ilumina”, explica.

Fue uno de los sencillos del álbum y por supuesto tuvo un video. Una producción a la que por supuesto, la compositora recurrió a su círculo cercano. “Lo grabamos en la casa de un amigo, el Rod, que también hizo las fotos del disco y hoy trabaja en la dirección creativa de mi proyecto. Era una época en que recién estaba empezando a vivir de la música y obviamente no había mucho presupuesto. Era todo entre amigos”.

El Amanecer

“Esta es la más rápida del disco”, advierte Javiera cuando se le pregunta por el carácter festivo del track cuatro del álbum. Un tema que rememora esas noches de baile a punta de música electrónica. “Empiezo a sentir señales de luz, la noche se va y no me detengo y las perspectivas me las dices tú”, canta en la letra.

Todo pasó en las postrimerías de una fiesta. “Fue en un after -recuerda-. Está inspirada en una mañana que pasé con Arturo Saray, un amigo que también es DJ, con el nombre de DJ Xtralarge. Y de pronto se amanece, estás bailando con amigos, disfrutando. Una cosa super hedonista, es sentir esa conexión”.

La artista cuenta que esta canción desde el comienzo se pensó bailable. “Siempre se planteó así, en general lo que parte del principio no cambia mucho -detalla-. Tiene ese beat bien noventero, como eurodance”.

No te cuesta nada

Ya hacia la medianía del álbum, se escucha una suave introducción al piano. Un momento de pausa en el tono más luminoso del álbum, que da paso a “No te cuesta nada”, una balada más dramática y expuesta.

“Quería hacer una power ballad con las cajas como con harto reverb y piano, en ese sentido se conecta más con Esquemas Juveniles en esa cosa más vulnerable”, afirma. De alguna forma es una apropiación de un género que a ella le encanta. Cuando se le pregunta por la balada perfecta, por aquella balada canónica en la canción popular, no tiene dudas.

“Me gustan mucho las de la Myriam {Hernández], ‘El hombre que yo amo’ [del argentino Gogo Muñoz] la encuentro perfecta -dice-. También las de Fleetwood Mac, como ‘Landslide’. Las baladas son canciones que se tienen que defender a puro piano y voz, o guitarra y voz, es algo más de la composición”.

Myriam Hernández

Este sencillo también tiene un video. Un clip en que Javiera se viste de loba -imposible no recordar el video de “Carita de gato” de Jorge González- y es perseguida por un cazador, que al final resulta ser una cazadora -la interpreta la actriz y DJ Tatiana de León-. Tras una persecución, ambas se quitan sus disfraces. En esa acción había un mensaje. “Era decir, ‘bueno uno se pelea con algunas personas, pero al final te das cuenta que no era algo tan importante realmente’”.

Que la locación elegida estuviera en Toluca, México, no era una decisión casual. Era parte del plan de la artista para expandir su alcance. “Pude llegar a más gente gracias a ese video. También se inició mi contacto con Red Bull que me han apoyado hace un montón de años. Fue una bonita experiencia”.

Luz de piedra de luna

“Fue mi punto de inflexión”, cuenta Javiera sobre este tema -un clásico de la Blondie-, el que generó una mayor atención sobre su nombre una vez que se publicó como single casi dos años después del lanzamiento del álbum.

En su origen, sigue la idea de las canciones de discoteca. Además, vuelve sobre la imagen de los materiales preciosos, que se esbozó en “Hasta la verdad”. Algo así como la referencia a un talismán o una invocación al poder del prisma lunar. “Quería hacer un tema como ‘La isla Bonita’, que dijera algo exclusivo de la canción. Busqué en internet diferentes piedras, hasta que me topé con la piedra de luna, de ahí salió. Y claro, una influencia importante es Madonna, soy muy fan de su música”.

Una clave en el éxito del sencillo fue el video trabajado junto a la productora catalana Canadá, la que cuenta con un currículum impresionante; en sus clientes se cuentan artistas como Tame Impala, Dua Lipa, Rosalía, Phoenix, entre muchos otros. “Mis mánagers me contactaron con Luis Alberó que es uno de los directores del video -explica-. A ellos les llegan miles de peticiones, pero les gustó la canción y quisieron dedicarle tiempo a un proyecto más independiente como el mío”.

FOTO:PEDRO CERDA/AGENCIAUNO.

Tiempo después se concretó el rodaje. “Fue grabado en media jornada y está lleno de imágenes subliminales que la gente no se da ni cuenta -afirma-. Por ejemplo hay imágenes de sexo lésbico, pero pasan tan rápido que la gente no se percata”.

Un detalle llamativo es la falda amarilla que viste Javiera, cuyos pliegues se mueven al compás. “Fue idea de la vestuarista que se llama Cris Qer. La verdad yo no uso mucha falda, pero me gustó tanto que acepté ponermela para ese video”.

Según la artista, aquel fue un momento clave que resuena hasta hoy. “Yo siento que ahí partió toda mi relación con España, donde ahora resido, y me permitió pegarme un upgrade en cuanto a videoclips y trabajar con gente de allá. Mi carrera explotó ahí, por trabajar con Canadá”.

Sufrir

Una frase de rítmica muy marcada en el sintetizador, abre este tema que se despliega sobre la estética de la electrónica. “Es como una hermana de ‘Luz de piedra de luna’, también nace de una base house”, explica.

Pero a contrapelo de su cariz festivo, la letra propone una reflexión sobre otro asunto menos luminoso, pero muy emotivo. “Es difícil aceptar que hay que pasar por sufrir”, canta en parte de la letra.

Sucede que por esos días, la autora desarrollaba otros intereses. “Yo estaba empezando a estudiar budismo. Me acuerdo que en una oportunidad me comentaron que el Buda dijo: ‘El dolor es inevitable y el sufrimiento es opcional’. Me quedó dando vueltas esa frase”.

Jens Lekman

Al final, destiló la idea en el contorno discotequero de los beats. “Hay que aceptar que hay que pasar por sufrir, yo siento que en el fondo eso también puede liberar a las personas”, afirma Javiera. “Es una canción como curativa para mi, me encanta”.

Y el sufrimiento, cómo no, se comparte. En esta canción hay otras colaboraciones; los teclados de Daniel Hunt, de Ladytron -al que llegó por la mediación de un amigo-, y la voz cálida y contenida del sueco Jens Lekman, a quien conoció de forma muy particular.

“Lo iba a telonear y justo ese día choqué en un taxi -rememora-. Así que no pude llegar a tocar porque me llevaron al hospital. A él le dio mucha pena. Desde ahí quedamos conectados”.

Acá entera

En la lógica de película que le gusta a Javiera, “Acá entera” sería el momento posterior al clímax. Cuando los protagonistas pueden volver a sonreír, se estrechan en sentidos abrazos de alivio o despiden a quienes ya no están. Por eso suenan las máquinas de ritmo, pero sin alcanzar a ser invasivas. El protagonismo está en otro punto.

“La letra es super metafórica, la compuse en el sur de Chile, en Villarrica, mirando las estrellas -cuenta-. Es como bien nocturna, yo escuchaba mucho a Sally Chapiro en esa época también. La hice sin mucha ambición, es muy tranquilita”.

Por otro lado, la base musical se asienta sobre fraseos y percusiones metálicas que de alguna forma remiten a una sonoridad más sintética. “Yo quería hacer una canción como bien ochentera, con el beat bien quebrado como en el freestyle, que es un estilo muy definido del electro, muy de la 808”.

Un audífono tú, un audífono yo

Pueden cambiar los tiempos, pero hay una convicción que Javiera Mena procura mantener en sus trabajos. “Me encanta cerrar los discos con una balada, para que la gente que escucha se vaya como tranquilita”. Y salvo la muy pistera “Espada” en Otra Era, la norma se cumple con “Perlas” en Esquemas Juveniles, “Cuando no la esperas” en Espejo, y “Un audífono tú, un audífono yo”, en Mena.

A diferencia de su método habitual, una historia gatilló la música. “Me acuerdo que estaba en el metro Santa Ana, iban dos adolescentes escuchando música y compartían los audífonos, uno cada uno -rememora-. Me dije: ‘Tengo que hacer una canción de esto, nadie ha hecho una canción de esto’”. Habla de eso, de compartir la música en el momento. Es como bien romántico también, es algo muy noble y muy lindo de ver”.

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¿Era el amor un tópico que la movía por entonces? “a todos los compositores se nos da muy natural hacer canciones de amor, caen como anillo al dedo -asegura-. Así me he criado un poco, y así lo hice en Mena y en mis discos posteriores, salvo en Espejo que ahí traté de no hablar mucho de amor romántico”.

Pero luego, prefiere hablar desde el rincón del presente. “Ahora haciendo el análisis me doy cuenta que ahí estaba totalmente focalizada en hacer canciones románticas, pero no son las canciones típicas, no tan evidentes”.

El álbum tenía que ver, finalmente, con el secreto más universal -y más esquivo- del pop: el alcance masivo. “En general en este disco me abrí más, hay referencias más fotográficas más claras, buscando que el oyente me entienda”.

Javiera Mena revisará una a una las canciones del álbum Mena, en una experiencia vía remoto agendada para esta sábado 12 de diciembre a las 20.00 horas de Chile, 17.00 de México, 18.00 de EE.UU y mediodía de España. las entradas se pueden adquirir sin costo en el portal Amplificador.

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