Fernanda Melchor: “Me interesa la violencia porque quiero entender qué es lo que pasa en México”

Fernanda Melchor. (c) LISBETH SALAS.

La escritora mexicana acaba de publicar en nuestro país su última novela, la breve Páradais, vía Literatura Random House. En ella, trata el tema de la violencia, una realidad ineludible en su país, pero no situándola en los márgenes sino en un exclusivo condominio. En conversación con Culto desmenuza la publicación, la que exhibe generosa jerga local. “Escribir en español neutro es insípido”, dice.


Parece el nombre de un lugar exclusivo, y lo es. Tanto que solo se accede de dos formas: como un residente, con todos los privilegios de un lugar costoso, o, trabajando como empleado, merced a jornadas extenuantes y un sueldo mísero. Se llama Páradais en el México de la ficción, y es el título de la última novela de la mexicana Fernanda Melchor (39) y que acaba de llegar a las tiendas nacionales, vía Literatura Random House.

Si bien es un tópico ya explorado en la literatura, Páradais relata la unión improbable entre un joven acomodado, el obeso y perdedor Franco, con un empleaducho pobre, Polo. Ambos se necesitan: el primero, para satisfacer una torcida obsesión; el otro, para buscar una salida rumbo a una vida mejor. Esa sinergia derivará en un plan macabro y de resultado incierto.

Melchor comenzó a escribir esta novela mientras trabajaba en su publicación anterior, la aclamada Temporada de huracanes (2017), y fue el deseo de desapegarse de ese libro el que la impulsó. “Es raro, casi siempre empiezo las novelas con los personajes, pero aquí fue más bien una idea que tenía que ver con el lugar, que creo que es un personaje mismo de la novela. Todo va a pasar en esta residencial cerrada”, dice Melchor con charla con Culto vía Meet.

“Es paradójico, porque esta gente quiere protegerse del mal que ven afuera, pero, ¿qué tal si el mal ya vive adentro? que es lo que sucede con Franco y Polo”, agrega la oriunda de Veracruz. “Como mujer, de casi 40 años, me puse a pensar, ¿qué es lo más espantoso que me puede pasar? y básicamente, es lo que pasa en Páradais”.

Como en tu novela anterior, en Páradais está muy presente el tema de la violencia, ¿por qué te interesa?

Me obsesiona un poco. No he cometido nunca un acto de esa naturaleza, pero me llama la atención cómo algunas personas pasan de estas fantasías al acto, y cómo es esta transición. Sobre todo cómo dos personalidades tan distintas se van alimentando la una de la otra, hay como una simbiosis extraña y perversa que tiene lugar. Aunque jamás he escrito una novela pensando en un tema. Me interesa la violencia porque quiero entender qué es lo que pasa en México y quiero entender lo que pasa en el corazón de las personas. Se trata de explorar la violencia, de dónde viene, los caminos que toma. No la tomo en abstracto.

En esta novela se trata mucho el tema de la marginalidad y la pobreza, ¿cómo escribir de eso sin caer en lo caricaturesco?

Es realmente complicado, porque uno siempre corre el riesgo de establecer paralelismo entre violencia y marginación. Un poco por eso necesitaba esta contraparte, que era el mundo de Páradais y el personaje de Franco ayudaba a eso. Pero también quiero hablar de condiciones que se dan en México, que son concretas, y que existen. Más que con la pobreza, tiene que ver con la falta de oportunidades en los jóvenes, la ausencia del Estado y la presencia de bandas criminales, ya trasnacionales, que emplean a los jóvenes como carne de cañón. Por eso, quería marcar bien las contrapartes, las diferencias entre ambos personajes.

Hay mucho del “sin futuro”, de los jóvenes marginales que ven en la delincuencia una salida para una vida que no les da muchas oportunidades, como a Polo...

Yo creo como muchos chicos ahora, en México hay muchas comunidades tomadas completamente por el narco, y hay jóvenes que ni siquiera tienen la disyuntiva, es paso obligado, es lo que hay.

Fernanda Melchor. (c) LISBETH SALAS.

Oralidad y slang

Esta novela tiene mucha “oreja”, ¿Qué rol le otorgas a la oralidad a la hora de trabajar tus escritos?

Gracias (ríe). Es un gran esfuerzo, ¿sabes? Me gusta que el lenguaje de la novela reproduzca el habla de sus personajes, eso me parece muy interesante porque no dan igual las palabras que usamos para contar algo. Y en el caso de personajes jóvenes, como Polo y Franco, me interesa que la oralidad refleje su idiosincracia, las palabras con que está construido su mundo. Me interesa muchísimo el ritmo, me gusta trabajar con cadencias, me gusta crear imágenes complejas, no solo con el significado de las palabras, sino con la misma textura de los sonidos de la lengua.

Usas mucho slang mexicano, ¿pensaste que eso sería difícil de entender para alguien no familiarizado?

Siempre se corre ese riesgo, pero lo contrario es acabar escribiendo en un español neutro y no me agrada mucho la idea. Hay escritores que lo hacen y con bastante éxito, y me agrada, pero en lo personal, me interesan esos giros. El lenguaje popular tiene esa belleza que merece llevarse a otros lados. Ahora, eso es una recreación, no es precisamente todo lo mexicano que pudiera ser, es algo intermedio, que negocia. Leo a Selva Almada y ella tiene un español argentino, que ni siquiera es de Buenos Aires, y a veces aunque no entiendo todas las palabras sí me doy cuenta lo que quiere decir. Creo que no debemos caer en la tentación de escribir en español neutro porque es insípido.

¿Algunas lecturas que se cruzaron mientras escribías Páradais?

Hay varias. Fíjate que leí muchísimo a Roberto Artl, la rabia de Polo es mucho la rabia de Los siete locos y El juguete rabioso, y la misoginia, por supuesto, que es algo punzante en Arlt me fue súper útil, y lo digo sin acusar nada. También Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, pero en lo que ahí es inocencia, en Páradais se pervierte. Otra novela fue Elsinore, de Salvador Elizondo, que es una novela corta, y quería explorar la forma de una novela corta. También Álvaro Mutis y Fernando Vallejo, con El desbarrancadero.

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