Pinochet Boys: la banda incombustible

Hoy sale a la venta una nueva edición del vinilo de siete pulgadas que recoge los dos únicos temas que grabaron con calidad de estudio. Pero algo más: es el testimonio de una expresión única en el underground chileno de los 80.


Vuelven los Pinochet Boys. Un anuncio que hace 35 años hubiera sugerido peligro y subversión, hoy sólo inspira festejos. Una de las bandas más significativas del punk y el underground chileno en los 80 -por su nombre, su sonido y su historia, símbolos de una resistencia inclaudicable contra la dictadura militar- retorna a oídos de coleccionistas e interesados con la nueva edición de su vinilo de 7 pulgadas con las únicas dos canciones con calidad de estudio que grabaron, Botellas contra el pavimento y Música del general.

El mismo álbum que estará a la venta hoy a partir de las 16.00 horas en la cita Martes de vinilos que se organiza en Beer Garden (Constitución 236, Bellavista), a cargo de las disquerías Vinilo Garage y Kolala.

Y, por lo demás, se trata del disco trabajado y editado por primera vez en 2012, resultado de la faena de rescate de Hueso Records, sello impulsado por el destacado artista chileno Iván Navarro y que se ha consagrado a traer al presente arqueología fina de la música chilena, aunque también muchas piezas actuales.

Álvaro Peña, Electrodomésticos, Cleopatras, Nutria o Jorge González, entre muchos otros, integran ese numeroso catálogo, en el que Pinochet Boys no sólo asoma como otro eslabón artístico, sino que también como una pieza que sirve para conocer la música de una banda mitificada como pocas, cuya leyenda ha sida amplificada durante décadas, pero de la que siempre resultó difícil rastrear su propuesta a medio camino entre el punk, el techno y la new wave.

“Estas canciones fueron grabadas en 1984, pero nunca fueron publicadas por un sello o por la banda de una forma oficial. Lo que ocurrió es que las canciones comenzaron a circular entre amigos, amigos de amigos, etc… y fue así cuando yo tenia 17 años (1989) que esas grabaciones llegaron a mis manos en un caset pirata”, describe Navarro en torno a la cuna del proyecto, en una agrupación integrada por el guitarrista Iván Conejeros; su hermano, el guitarrista y tecladista Miguel Conejeros; el bajista Daniel Puente y el baterista Sebastián Levine.

Navarro sigue: “Mucho más tarde de todo eso, en el año 2010, hablé con Miguel Conejeros la posibilidad de editar por primera vez esas canciones en un disco de vinilo. La respuesta de él y del resto de la banda fue inmediatamente positiva. Las canciones originales fueron masterizadas para reproducirlas en vinilo”.

De hecho, Navarro -artista especializado en las esculturas lumínicas y que ha expuesto en algunas de las galerías más prestigiosas del planeta- sitúa también la relevencia de los Pinochet Boys en un ángulo no sólo creativo o social, sino que también al minuto de hablar del manejo con la industria.

“Creo que es un referente importante en el sentido que demuestra la gran fuerza creativa que existía durante los 80 fuera del circuito comercial. Los Pinochet Boys fueron independientes de sellos comerciales (como EMI), que lamentablemente aún mantienen el control de ciertos discos iconos de la época, como La voz de los 80. Los Prisioneros no ganan un peso por la interminable reedición de ese disco. Ojalá que las bandas nunca vendan sus masters a sellos, creo que los Pinochet Boys representan la posibilidad de ser independientes como artistas e influir en la producción musical de sus pares”.

Esa distancia del gran aparataje discográfico chileno fue una declaración de principios, pero en parte también un arma de doble filo que les impidió dejar registros más formales. Sus mismos músicos han contado que estuvieron cerca de firmar con Carlos Fonseca como mánager, pero puso como condición que se cambiaran el nombre. Lógicamente no aceptaron. El ejecutivo terminó ingresando a la historia gracias a su sociedad con Los Prisioneros.

Más bien, el ADN de Pinochet Boys fluía de otra manera: en las presentaciones en vivo, donde existía una combustión que mezclaba electricidad y polémica.

De hecho, su debut fue en 1985 en el bar ñuñoíno La Luna, frente al Campus Oriente de la Universidad Católica. Mientras tocaban -y con Iván Conejeros exhibiendo una gorra policial auténtica, según consigna el sitio musicapopular.cl- desde la calle alguien arrojó una bolsa con barro que arruinó los equipos y que obligó a suspender el recital.

Esas escenas -batallas campales, presencia de fuerzas de seguridad, botellazos, escupitajos- se empezaron a repetir con desagradable frecuencia para sus integrantes. Incluso cuando en 1986 viajaron a Brasil, el resultado fue el mismo. Tanta insolencia y caos terminó por hastiarlos.

Sus integrantes se separaron hacia distintos e interesantes rumbos en solitario, mientras que a partir de los 2000 su huella empezó a ser reivindicada por otras generaciones, como es el caso de Iván Navarro.

“Son una banda totalmente única. Las canciones que grabaron en este disco son una mezcla de muchas cosas, influencias de pop, punk, folklore… sin duda cosas que las bandas jóvenes actualmente exploran”, asegura.

Luego culmina: “Su legado es su actitud desenfadada para crear. Yo compararía su proceso creativo a una forma de sobrevivencia. Trabajaron en medio de la dictadura de Pinochet que tenía todo censurado. Hoy vivimos bajo otra dictadura: el capitalismo que ha destruido la excelente producción cultural chilena que se venía armando fuertemente desde antes que apareciera Pinochet. Lo interesante es que la música siempre se regenera y aunque sea maltratada a veces, espero que nunca pierda su actitud critica hacia nuestra sociedad. La música nos mantiene despiertos”.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.