“Me invade una sensación de soledad tan horrible que me da miedo salir”: los duros y cruciales meses de Van Gogh en un sanatorio

Aunque no vivió el reconocimiento en vida, Vincent Van Gogh es considerado como uno de los pintores más influyentes de todos los tiempos. Su historia personal estuvo marcada por la religiosidad, la pobreza y las dificultades en su salud tanto física como mental, que lo llevaron a pasar una temporada recluido en el hospital psiquiátrico de Saint-Paul-de-Mausole. A 169 años de su natalicio, repasamos los meses del artista en el sanatorio, donde gestó varias de sus obras más trascendentales como La noche estrellada.


Al igual que su destacada obra, la vida personal de Vincent Van Gogh también ha sido objeto de curiosidad dentro del mundo del arte. Su biografía tiene múltiples matices que, en su conjunto, describen la legendaria figura de uno de los pintores más relevantes y famosos de la historia.

Nacido un 30 de marzo de 1853, en Groot Zundert, Holanda, no se conocen demasiados detalles sobre lo que fue su primera infancia. Sí se sabe que el primer hijo que tuvieron sus padres, bautizado con su mismo nombre y cuyo cumpleaños también era un 30 de marzo, falleció al nacer.

Algunos biógrafos especulan que parte de su trauma psicológico se habría originado allí, cuando se percató de que una tumba tenía grabado su nombre, sintiendo, además, que había sido concebido para reemplazar al difunto neonato. Sin embargo, no hay mayor evidencia que justifique esta teoría.

Fotografía de Vincent Van Gogh
Fotografía de Vincent Van Gogh

A pesar de que su familia era de clase media alta, sus padres atravesaron por dificultades económicas que obligaron al joven Van Gogh a abandonar sus estudios en la secundaria King Willem II a los 15 años.

En 1869 y con 16 años, comenzó a trabajar en Goupil & Cie., una empresa dedicada a la venta de arte en La Haya, donde su tío Vincent tenía un porcentaje de inversiones. Ejerció como aprendiz hasta que asentó una carrera dentro del circuito del comercio artístico que lo llevó a vivir la que sería su etapa más estable, económicamente hablando, y que le permitió viajar por Inglaterra y Francia a la vez que enriquecía su conocimiento artístico.

Un amor no correspondido y el progresivo desencanto con su oficio mercantil lo llevaron a dejar su trabajo en 1876.

La siguiente fase de su vida estuvo marcada por la religiosidad. Convencido de querer dedicar su vida a la iglesia, intentó ingresar sin éxito a la Facultad de Teología Protestante de Ámsterdam, entrando, finalmente, a un centro protestante de la ciudad de Bruselas. Allí fue enviado en 1879 como misionero evangelista a una región minera de Bélgica, donde estuvo dedicado al cuidado de los obreros.

Los comedores de patatas, pintura de Vincent Van Gogh
Los comedores de patatas, pintura de Vincent Van Gogh

Allí comenzó a dibujar a los mineros y sus familias, retratando sus complejas condiciones de vida a través de la pintura y el linezo. En esos años, Van Gogh se decantó por abandonar sus pretenciones religiosas para continuar el camino del arte, que sería su última profesión.

Sin embargo, su carrera en la pintura coincidió con varios de los momentos más difíciles de su vida. Su trabajo nunca recibió el reconocimiento que merecía en vida y su salud mental comenzó a complejizarse cada vez más. Las crisis se hacían cada vez más presentes hasta que decidió, voluntariamente, ingresar al sanatorio de Saint-Paul-de-Mausole, desde donde Van Gogh crearía varias de sus pinturas más populares, como La Noche estrellada.

La oreja de Van Gogh: el detonante para su internación

La historia de cuando el pintor se cortó parte del lóbulo de su oreja izquierda es uno de los más populares de su biografía, e incluso es considerado como uno de los incidentes más famosos del arte moderno.

Sucedió en diciembre de 1888 y motivó múltiples especulaciones. Según los registros de la prensa de la época, un hombre llamado Monsier Vincent “apareció en la puerta de un burdel en la Rue du Bout d’Arles. Preguntó por una chica llamada Rachel. Cuando ella llegó, le entregó su propia oreja cortada”. Otras versiones señalaban que el “presente” estaba envuelto en un paquete, e incluso que Van Gogh se habría mutilado la oreja completa.

Lo que sí es seguro es que el pintor, efectivamente, se cortó a sí mismo una parte de su oreja. Así lo prueba uno de sus autorretratos más famosos, titulado Autorretrato con la oreja vendada y caballete, que muestra al artista con un vendaje en el costado de su cara.

La historia detrás del corte se remonta a un par de meses atrás. Van Gogh había entablado amistad con el pintor posimpresionista francés Paul Gauguin durante el tiempo en que estuvo radicado en París, pues ambos concurrían al mismo círculo intelectual a interactuar con otros artistas del medio.

En este punto, los episodios depresivos ya eran algo mucho más recurrente en su personalidad, que se veía especialmente afectada con la llegada del invierno. Tras dos años en la capital francesa, Van Gogh partió rumbo hacia el sur del país para buscar el sol en la ciudad de Arles, un 20 de febrero de 1888. Además, tenía la idea de crear un refugio de campo para que sus colegas artistas pudieran refugiarse y apoyarse mutuamente.

Pero las primeras semanas bajaron completamente sus expectativas. Al contrario de lo que esperaba, se encontró con un clima frío y un paisaje bañado en bastante nieve sucia. El artista volvió a retomar el ritmo de sus proyectos a medida que la temporada se volvía más cálida. Allí fue cuando rentó la reconocida Casa Amarilla, que inicialmente le sirvió como estudio y bodega y que luego compartió con Gauguin.

El artista francés arribó en Arles el 23 de octubre de ese año, alcanzando a alojarse con Van Gogh por dos agitados meses. A pesar de que la convivencia fue buena al principio, el repentimo empeoramiento del clima de la ciudad provocó que los pintores debieran encerrarse en el estudio y trabajar juntos.

Las diferencias se hacían presentes y las discusiones subían de tono. Según señaló Gauguin en sus memorias, Van Gogh lo habría perseguido con una navaja barbera durante uno de sus altercado, y en medio de un lapsus irracional y con la intención de demostrar su arrepentimiento, se mutiló un trozo del lóbulo de su oreja izquierda que luego intentaría entregarle a Gauguin como una “ofrenda”.

Van Gogh pintando girasoles, pintura de Paul Gauguin
Van Gogh pintando girasoles, pintura de Paul Gauguin

Acorde a la versión del francés, el pintor envolvió el trozo de carne en un pañuelo y se acercó a uno de los burdeles que su amigo frecuentaba para entregárselo. Al no encontrarlo, le habría dado el bulto a una prostituta llamada Rachel.

Tras su visita al prostíbulo, Van Gogh regresó a la Casa Amarilla, donde sufrió un colapso. La policía lo encontró y lo llevó al hospital Hôtel-Dieu de Arles. Luego de informarle lo sucedido a Theo, uno de los hermanos del pintor y su familiar más cercano, Gauguin volvió a Paris sin nunca volver a encontrarse en persona con el pintor neerlandés.

Entre la pérdida de sangre y las crisis emocionales, la estadía de Van Gogh en el hospital no fue muy amena, pero logró recuperarse y recibir el alta médica. Aunque luego de su salida del Hôtel-Dieu tuvo un breve período de productividad artística –donde pintó, por ejemplo, el afamado cuadro Girasoles-, una nueva crisis lo volvió a llevar al hospital.

Y a pesar de que no dejó de pintar, cayó en cuenta de que su salud mental no mejoraba. Eso, más varias discusiones con su hermano Theo, lo llevaron a tomar la decisión de confinarse de forma voluntaria en Saint-Paul-de-Mausole, un sanatorio psiquiátrico ubicado en Saint-Rémy-de-Provence. Así, Van Gogh dejó Arles el 8 de mayo de 1889.

Tristeza, La noche estrellada y un diagnóstico de epilepsia: la estadía en Saint-Paul-de-Mausole

Durante su estadía en el sanatorio, el médico de cabecera del pintor fue el doctor Théophile Zacharie Auguste Peyron, que, tras examinar a su paciente y revisar el historial del caso, llegó a la conclusión de que el artista sufría de epilepsia.

Cabe destacar que la salud de Van Gogh sigue siendo un tema de debate para psiquiatras y psicólogos. Estudios posteriores han especulado que el artista pudo padecer de trastornos de la personalidad, trastorno bipolar con episodios de depresión e hipomanía e incluso esquizofrenia paranoica. También se cree que sufrió de xantopsia, una patología visual que lo hacía ver todo en tonos amarillentos, y que contrajo sífilis durante su juventud, aunque logró curarse de ella a tiempo. Sin embargo, la tesis de que la epilepsia fue su trastorno de base se mantiene entre las opciones más verosímiles.

Jardín en el Hospital Saint-Paul, de Vincent Van Gogh
Jardín en el Hospital Saint-Paul, de Vincent Van Gogh

Gracias al apoyo económico constante que recibió por parte de su hermano, el pintor pudo arrendar dos habitaciones dentro del sanatorio: una para residir y otra para utilizarla como estudio. Su estadía en la residencia psiquiátrica no fue igual a la de otros enfermos ingresados. A Van Gogh se le permitía pintar y salir del edificio en compañía de algún funcionario para retratar los paisajes aledaños.

Aun así, el ambiente del recinto lo deprimía. Dentro de su tratamiento, el pintor recibía sesiones de hidroterapia, que consistía en la inmersión de su cuerpo en una bañera con agua de forma bastante frecuente.

Como era de esperar, la mejoría de su estado de salud psíquico tenía semanas buenas y malas. Tras estabilizarse de la crisis que lo hizo ingresar al sanatorio, Van Gogh pudo retomar sus hábitos con la pintura. Así, a mediados de junio de 1889, pintó La noche estrellada, una de sus obras más populares e icónicas.

Pero, al mes siguiente, un nuevo ataque llevó a que el personal médico del psiquiátrico lo recluyera. El pintor había intentado ingerir sus pinturas, por lo que debió ser restringido de sus actividades sin posibilidad de acceder a sus materiales. Entre idas y venidas, crisis y recuperaciones, el paso de Van Gogh por el Saint-Paul-de-Mausole fue un vaivén de mejoras y empeoramientos.

La noche estrellada, de Vincent Van Gogh
La noche estrellada, de Vincent Van Gogh

En una carta enviada a su hermana con fecha 19 de septiembre de 1889, el artista escribía: “Lo que necesito es coraje, y esto muchas veces me falla. Y también es un hecho que, desde mi enfermedad, cuando estoy en el campo me invade una sensación de soledad tan horrible que me da miedo salir”.

En diciembre de ese año, cumplido un año exacto desde la crisis que lo impulsó a cortar su oreja izquierda, Van Gogh sufrió uno de los ataques más extensos dentro de su paso por el sanatorio: duró casi una semana completa y él mismo la describió como una “aberración” en una carta que escribió para Theo.

Así, y a lo largo de los meses, su hermano decidió que lo mejor sería traer a Vincent de vuelta a París. Empacó sus cosas y se dirigió a la estación para tomar un tren nocturno con destino a la capital francesa, abandonando el sanatorio el 16 de mayo de 1890. De vuelta en París, el pintor tomó la decisión de radicarse en Auvers-sur-Oise, donde conoció al doctor Paul Gachet, quien estuvo a cargo de su tratamiento en los meses previos a su muerte. Su relación fue muy buena, siendo el doctor Gachet una fuente de inspiración para Van Gogh a la hora de pintar su popular Retrato del Doctor Gachet.

Cabe destacar que durante su paso por Saint-Paul-de-Mausole, el artista no sólo concibió La noche estrellada. Algunas de sus pinturas creadas en ese lapsus de tiempo son Jarrón con lirios, Iris, El jardín del hospital de Saint Paul, Pinos en el cielo de la tarde y Ciprés en el cielo estelar.

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