Columna de Rodrigo Munizaga: Heartstopper, la entrañable nueva comedia romántica de Netflix

La serie inglesa, sobre un grupo de adolescentes LGBT, es la ficción más dulce y amable del último tiempo. Sin estridencias y con personajes queribles, consigue más con menos.


En sus formas, Heartstopper parece una serie antigua. Los quinceañeros que retrata la nueva serie adolescente de Netflix no están sexualizados como en Sex education, Euphoria o Élite. Tampoco consumen drogas ni alcohol, no dicen garabatos, no hay padres severos y la máxima de ellos está en el primer amor, los primeros besos e ir a tomar malteadas. Es una serie old school, lejos de la estridencia, y ese es uno de sus encantos: los protagonistas adolescentes son nerds, pero sin la caricatura habitual. Aún mejor: los actores y actrices lucen como si realmente fueran quinceañeros y no como en otras producciones, que intentan hacer pasar a alguien de 30 como si tuviera 16.

En términos formales, la serie parte en el mismo lugar que todas las ficciones románticas, salvo el detalle: chico conoce a chico. Acá, Charlie tiene 14 años y en su colegio ha sufrido de bullying por ser gay, mientras mantiene un flirteo a escondidas con un compañero que lo trata muy mal y es contenido por un profesor. Hasta que se enamora de Nick, un popular jugador de rugby de su colegio, que tiene la misma edad. Entre ambos comienza a desarrollarse una amistad que pronto derivará en atracción y, en el caso del chico popular, en las dudas sobre su orientación sexual, que en un momento busca resolver junto a su madre, interpretada por la gran Olivia Colman.

Lo interesante de esta serie de ocho capítulos de media hora -que invitan a ver en modo maratón, gracias a su ágil guion- es el modo en que aborda la identidad sexual de los adolescentes. Sin ánimo de provocar o escandalizar, en tono amable, acogedor y, sobre todo, muy natural. Una de las amigas del protagonista es transexual y ese no es el tema del personaje y solo una vez se habla tangencialmente de ello. Hay dos chicas lesbianas que son pareja, donde una teme salir públicamente del clóset, pero su miedo no está en qué irán a decir sus padres ni menos tiene conflictos de identidad: su temor está en ser objeto de bullying por parte de sus compañeros de colegio. Incluso, en la agresividad que enfrenta el protagonista en la secundaria, por ser homosexual, las escenas que lo grafican son leves y suelen solucionarse rápidamente. El conflicto central de él está en su autoestima, pero porque no siempre su amor ha sido correspondido. Y la serie no pierde el foco: esta es una historia de amor.

Basada en la novela gráfica y webcómic homónima de Alice Oseman, Heartstopper tiene todos los clichés de una comedia romántica que se precie de tal: besos bajo la lluvia, equivocaciones, torpezas y cosas que no se dicen, y amigos que alientan o desalienten el romance. No es algo negativo que recoja esos clichés, todo lo contrario: es justamente lo que uno espera ver si el rótulo es el de comedia romántica.

Que la serie sea británica no es un dato menor. La TV inglesa no tiene la presión de sus pares estadounidenses de los 10 o 12 episodios por temporada, generalmente estirando el elástico para cumplir con ello. Pero donde es más visible la diferencia es en cómo aborda lo que quiere contar: los adolescentes que retrata tienen todos muy buen corazón -incluso el chico homofóbico no es un villano, sino alguien que actúa más por desconocimiento-, y que sean LGBT es solo parte de su identidad, pero no lo que los define ni menos los atormenta. Que en redes sociales muchos estén alabando ese tono bien intencionado con que narra (“Ojalá en mi adolescencia, siendo gay, hubiera habido una serie como esta”, es un comentario recurrente si uno mira en Twitter) habla de cómo esta serie, de tono menor y simple, ha conseguido anotar el punto que buscaba, quedándose en la mente mucho rato después que uno la ha visto. No es poco para estos tiempos.

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