Columna de humor: Laila Roth, humor famélico y sin alma

Cuando los animadores salieron a despedirla, la argentina sintió alivio. Por fin acababan esos últimos quince minutos de tortura. “Perdonen a los que no les gustó. No terminé tan bien”, señaló, mientras la gente, con ánimo de cerrar luego este paréntesis, pidió la Gaviota para ella. Laila Roth, así como varios humoristas extranjeros que han pisado la Quinta Vergara, desapareció del escenario.


Cuando volvemos el tiempo atrás y queremos recordar un número extranjero en el humor de Viña que haya sido inolvidable, la cabeza suele quedar en blanco. Uno hurga en el pasado, revisa nombres y no encuentra nada. Quizás el único que se viene a la memoria es Sandy, pero por una razón distinta a hacer reír: porque en su último show, en 2004, actuó en sillas de ruedas.

Para la mayoría de los chilenos, Laila Roth era una desconocida. La promocionaban por unos stand up que realizó en el canal Comedy Central, pero sabemos que en el negocio del entretenimiento eso no significa nada. Desde épocas inmemoriales, los argentinos controlan esos espacios, aun cuando sus artistas no tengan talento ni carácter. Consciente de su anonimato masivo, la trasandina hizo la tarea: estudió a la fauna del espectáculo chileno y, apenas iniciado su espectáculo, se presentó como una mezcla “entre Valentina Roth y Willy Sabor”. Punto para ella.

Luego, citó a Felipe Avello y dijo “gracias Chile por habernos dado a Benjamín Vicuña”. Fue reticente al besarse con Gonzalo Valenzuela –”debes transmitir enfermedades con tanta gente que has besado”, afirmó- y repitió el ósculo con Yamila Reina.

24 de febrero 2023/ VIÑA DEL MAR Laila Roth durante la sexta noche del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar 2023. FOTO: LUIS BOZZO B./ AGENCIAUNO

De ahí en adelante se desinfló brutalmente. La argentina no se sentía cómoda. A veces, parecía que olvidaba sus parlamentos y se preocupaba más del termómetro del público. Se reía nerviosa, incómoda ante un auditorio que la escuchaba con extrema educación e incapaz de destrozarla. Hizo una sucesión de chistes que no tuvieron remates y resultaron profundamente extenuantes como su sueño con Ricky Martin, el arreglo del baño por un plomero y, especialmente, su eterno monólogo sobre un enamorado cuando tenía quince años y había quedado ciega. El Monstruo pudo haberle hecho bullying, pero la perdonó. Quizás porque era el último día de esta versión festivalera o porque les cayó bien por su simpleza, Roth terminó su famélico show sin alma, perdida, naufragando en el vacío. Como esos boxeadores que reciben una sucesión de golpes y que esperan el sonido de la campana para escapar de la humillación.

Cuando los animadores salieron a despedirla, la argentina sintió alivio. Por fin acababan esos últimos quince minutos de tortura. “Perdonen a los que no les gustó. No terminé tan bien”, señaló, mientras la gente, con ánimo de cerrar luego este paréntesis, pidió la Gaviota para ella. Laila Roth, así como varios humoristas extranjeros que han pisado la Quinta Vergara, desapareció del escenario. Desde ese momento, nadie más se acordó que algún día estuvo en Viña.

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