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El último acto de Héctor Noguera, un apóstol de la cultura chilena

Figura esencial de las artes escénicas chilenas, Héctor Noguera falleció a los 88 años tras una vida dedicada al teatro, el cine y la televisión. Aquí sus hijos y sus cercanos recuerdan cómo fue su formación, sus métodos de trabajo y un destino consagrado a su faena actoral hasta sus complejos últimos días.

Héctor Noguera Archivo Histórico/Cedoc Copesa.

A los seis años, en alguna sala del centro de Santiago, Héctor Noguera vio por primera vez una obra de teatro. “Pienso que toda la realidad que me rodea se construye para mi”, dice su voz en primera persona, en Autobiografía de mi padre. Héctor Noguera, memorias actorales (Catalonia, 2021), libro escrito por su hijo Damián.

Ese fue el inicio de un romance eterno.

Héctor ‘Tito’ Noguera falleció la mañana del martes 28 de octubre a los 88 años, tras complicaciones derivadas de un cáncer. “Mi papá venía con unos problemas de salud hace un tiempo, pero que estaban controlados y todavía le permitían trabajar. Pero su salud se complicó los últimos dos meses, el último mes y medio“, explica a Culto Piedad Noguera, su hija mayor y productora de teatro.

Ahí el actor decidió tomar una pausa de todas sus actividades, que involucraban una teleserie en Mega, el trabajo en su amado Teatro Camino y en Fundación Teatro a Mil -donde era parte del directorio- y su rol como Miembro Honorario de la Academia Chilena de Bellas Artes. “Él decidió darse un espacio, estar con nosotros, estar consciente de su proceso”, agrega Piedad.

STGO 23 MAYO 2014. Entrevista al actor Hector Noguera, fotograf’a realizada en su teatro ubicado en la comunidad Ecol—gica, Pe–alolen. FOTO Juan Farias / LA TERCERA.

“Hubo todo un proceso que vivimos con él en calma, eso fue muy importante. Estamos tristes, pero tranquilos.Una persona que vivió una vida increíble murió en su casa, acompañado”, dice Damián Noguera, músico, escritor e hijo del actor.

Ramón Núñez, actor y amigo cercano de ‘Tito’, recuerda una bronconeumonía que aquejó a Noguera el invierno del año pasado. “Tenía una tos fuerte. Tenía una cosa pulmonar, estaba muy mal”, recuerda. Su estado lo inquietó, ya que en su niñez, Héctor Noguera tuvo tuberculosis.

Fue el Presidente Gabriel Boric quien, sin decir el nombre del artista, despertó las alertas sobre la salud de Noguera. “Disculpen que tenga que partir un poquito antes, tengo que despedir a una persona que está próxima a partir. Es un imponderable, si no, me hubiese quedado“, declaró durante una actividad el lunes 27.

Según Piedad Noguera, su padre y el presidente Boric tenían una buena relación. “Mi papá no trabajó en su campaña, pero la acompañó mucho”, señala.

El mandatario decretó duelo oficial por el fallecimiento del actor ese martes. Sin embargo, no asistió al velorio ni funeral debido a su viaje programado a Corea del Sur.

Foto: Archivo.

“Es una fiesta”, dice Piedad Noguera, sopesando el afecto, el cariño y las muestras de respeto que ha recibido estos días. “Sabemos que mi papá se fue contento, tranquilo, y tuvo una vida maravillosa”, concluye.

Le sobreviven su esposa, Claudia Berger, sus hijos Piedad, Amparo, Diego, Emilia, Damián, y cinco nietas.

Actor, pese a todo

Héctor Noguera nació en 1937, cuando la calle Londres en Santiago era habitada por aristócratas y existían los carruajes. Era hijo único. Su padre Héctor Noguera Prieto, descendiente del expresidente José Joaquín Prieto, falleció joven, dejando a Yolanda Illanes sola con un pequeño tímido.

Estudió en el Colegio San Ignacio, donde exploró sus primeras pasiones. “No quiero ser cura, no porque no crea en el oficio, sino porque me parece aburrido ser perfecto (...) Formo parte de la academia de biología porque pienso que quiero ser doctor”, registran sus memorias. Durante su educación conoció su quien fue su gran amigo, el pintor Claudio Bravo.

Con otros compañeros del colegio, dio sus primeros pasos en las tablas en el taller de teatro de su profesor de Castellano, Alfredo Peña. Eso sí, cuando terminó su educación, se debatió entre el conservadurismo de su familia y sus ansias de ser actor. “Pero aquí estoy, en contra de mi propio bien, en contra de todo lo que me dijeron y me enseñaron”, reflexiona en Autobiografía de mi padre.

Archivo Histórico/Cedoc Copesa

Tras audicionar, quedó seleccionado para integrar el Teatro Ensayo de la Universidad Católica, familia teatral que lo acogería por 30 años. La primera obra en la que participó fue ¡Esta señorita Trini!, escrita por Luis Alberto Heiremans y protagonizada por Carmen Barros y Silvia Piñeiro.

Deja que los perros ladren fue la producción que marcó un antes y un después en la carrera de Héctor Noguera. Tras la popularidad de la obra y la adaptación al cine de la misma, debutó como galán de las fotonovelas de Cineamor.

“Ahí cundió la fama por lo buen mozo que era el Tito”, recuerda Ramón Núñez. Desde la perspectiva de su amigo, al inicio, Noguera no era un buen actor. Fue la práctica la que lo volvió maestro.

La pérgola de las flores (1960) fue otro éxito en el que participó Noguera, en el papel de Carlucho. “Fue un hito muy importante para el Teatro UC, fue el fenómeno que consolidó al Teatro de Ensayo y que duró muchos años”, explica Gabriela Aguilera, directora artística de Teatro UC.

Después, El Chacal de Nahueltoro lo consagró en el cine. Primero como productor y después como actor, interpretó a Eloy Parra, el sacerdote que reformó al chacal Jorge del Carmen Valenzuela Torres.

“La película la estrenamos el 4 de mayo de 1970 en todo Chile. El Chacal de Nahueltoro ha sido vista por más de veinte mil espectadores. Es la película más exitosa en cartelera. La pregunta que nos hicimos durante la filmación, la razón de su parálisis, es qué sucede cuando un Chacal aprende a hablar. Sucede un golpe de Estado”, escribe Noguera en sus memorias.

El golpe de estado de 1973 fue un episodio que marcó la historia personal de Héctor Noguera. Así lo recuerda en su biografía: “Isidora (su primera esposa) y yo no nos hemos hablado desde que escuchamos la primera transmisión de Allende por la radio, cerca de las ocho de la mañana. Existe la posibilidad de que me vengan a buscar”.

“Muchos hijos les preguntamos a nuestros padres que hicieron en dictadura, lo que hizo mi papá, fue teatro”, dice Damián Noguera. “Ahí encontró su expresión política y su voz que, como comprobamos ahora, es una voz transversal”, subraya.

Opositor a la dictadura; fue enjuiciado e interrogado, y su casa fue allanada.

“Estuvo durante la dictadura en el Teatro UC, lo que significó ponerse en un lugar de negociación de alguna forma con el régimen, con la universidad, con el arte; fue muy importante”, añade Aguilera.

En entrevistas actuales, el actor sostenía su postura en contra del autoritarismo. Hacía política a su manera, reflexiona su hija Piedad. “Mi papá era una persona con mucha conciencia política, de saber qué necesitaba este país, de estar muy consciente de cómo veía este Chile, desde la cultura, la educación y la enseñanza”, piensa.

Galán de telenovelas

Si hay algo que masificó la carrera de Héctor Noguera, fueron las teleseries. Su reticencia a la pantalla chica fue, según confesó, por falta de tiempo. “Tenía mucho trabajo en el teatro. Primero, en la Universidad Católica. Después me retiré de la UC y empecé con Teatro Camino que necesitaba realmente mi energía completa”, dijo en el libro Pantalla viva, de Carmen Rodríguez y Soledad Gutiérrez.

Fue un llamado de su exalumno Vicente Sabatini el que lo cambió todo. “Le llevé el capítulo uno de Sucupira para que lo leyera, lo leyó y dijo: la hago”, recuerda.

¿Qué llevó a que Héctor Noguera agregara las teleseries a su apretada agenda? “El amor por el oficio, tenía una curiosidad por explorar”, responde Sabatini sin titubeos.

Héctor Noguera en Sucupira Vale Vale la-cuarta

“Él nunca vio la televisión como algo menor o menos importante, siempre lo vio como algo muy relevante que disfrutaba hacer”, señala su hijo Damián.

Su paso por el cine en películas como El Chacal de Nahueltoro, La frontera o La chica del Crillón le otorgaron experiencia frente a las cámaras. Sin embargo, el ritmo de trabajo era diferente.

En Sucupira, por ejemplo, encarnó a uno de los protagonistas, el alcalde Federico Valdivieso. “Era un papel muy demandante, porque eran muchas escenas y se desenvolvió perfecto. Tenía un don para aprenderse estos textos. Siempre me acuerdo de que cuando sentía que el Tito se estaba demorando mucho en un cambio de ropa, a veces un cambio de corbata, era porque se estaba memorizando las escenas”, rememora Sabatini.

Romané, Pampa Ilusión y Machos fueron grandes éxitos, cuyos personajes interpretados por el difunto actor permanecen en la memoria colectiva. “Tito era muy divertido, nos reíamos mucho con él, y de él− cuenta el director −. En Pampa Ilusión estaba postrado en una cama, y varias veces se nos quedó dormido. Cuando decíamos acción, estaba...(emula un ronquido)“.

Ya los últimos años, se ganó el cariño de las nuevas generaciones con títulos como Pobre Novio, Como la vida misma y su última telenovela, Aguas de Oro. “Él se sentía bien trabajando con gente joven”, concluye Vicente Sabatini.

Apóstol del teatro, hasta el final

Néstor Cantillana no conoció a Héctor Noguera grabando Pampa Ilusión, sino antes. “Fue cuando estaba en tercero medio en el Liceo de Hombres de Curicó, ya con muchas ganas de ser actor. Fue a hacer una lectura dramatizada de La vida es sueño a una universidad”, recuerda el actor.

Héctor Noguera saludó a cada uno de los estudiantes de la mano, rememora. “Tuve la suerte de ver ese trabajo, que era tan lindo, simple, profundo y, claramente motivado por un afán pedagógico”, reflexiona Cantillana.

La vocación de Noguera lo llevó a gimnasios, colegios y teatros de todo Chile. “Él era muy creativo como director, un excelente actor, pero todo eso son resultados de una ética, respeto y amor profundo por el teatro, casi como una especie de apostolado”, agrega quien compartió pantalla con ‘Tito’.

Quien también coincide con esa mirada es Vicente Sabatini. “De repente llegabas a Algarrobo y ahí estaba el Tito, haciendo funciones, tenía vocación de apóstol”, dice.

“Tito era un apóstol del teatro, es un hecho. No solo actuaba, a veces dirigía, estaba engarzado al mismo tiempo en otros proyectos, en el Ictus, el Q o haciendo teatro en poblaciones. Un espíritu de servicio tiene que ver con su aproximación al mundo social”, añade su amigo Ramón Núñez.

Ese espíritu de servir y formar a nuevas generaciones lo llevó a dar clases en la Universidad Católica. Posteriormente, el actor concretó el sueño de tener un propio espacio para el arte, en las faldas de la precordillera en Peñalolén. Teatro Camino nació el 2000, como un centro de las artes escénicas y un legado vivo de la obra de Noguera.

Dentro de sus últimos trabajos teatrales destacan Caballo de feria, una obra que no solo protagonizó, sino también dirigió y escribió junto a Ignacio Massa. Ambos se conocieron en el teatro de la comunidad ecológica, cuando el joven actor tomó un taller.

“No fue mi profesor, pero ahí nos empezamos a acercar. No me acuerdo en qué circunstancia específica, pero sobre todo en tiempos de pandemia, empezamos a trabajar por Zoom”, cuenta Massa.

Ambos escribieron y actuaron en la trilogía teatral Hola papá...¿cómo estás? y luego volcaron su creatividad en Caballo de feria, una exploración contemporánea de Don Quijote de la Mancha cuyas funciones se extendieron hasta principios de junio.

Rodrigo Bastidas, director, actor y exalumno de Héctor Noguera, cree que la última vez que el actor se subió al escenario fue en julio, en No me deje hablando solo, en el Teatro Nescafé de las Artes. “Me acuerdo que esa última función que hicimos se sintió un poco más cansado y se fue a su casa”, recuerda el director.

“Aparte del cariño lógico que le tenía a Tito, haberlo dirigido junto a Jaime Vadell en la obra, fue una maravilla”, comenta Bastidas. “Para mí haber compartido los últimos años de su carrera fue maravilloso”, agrega.

Asimismo, durante los últimos seis años dirigió La pérgola de las flores en el Centro Cultural Gabriela Mistral. La temporada más reciente se llevó a cabo hasta el 14 de septiembre. “Él estuvo en la pérgola original, el proyecto estaba orientado a que él lo dirigiera. Fue como un viaje en el tiempo”, recuerda Gabriela Aguilera, de Teatro UC.

Un legado de Héctor Noguera

Sus cercanos lo recuerdan como despistado. “Encantador, un caballero, noble, gentil, amable, sano, culto, divertido-,porque nos reíamos mucho, hacíamos maldades juntos-, pero absolutamente despistado”, recuerda Ramón Núñez.

“Nos deja un papá cariñoso, amoroso, siempre con conversaciones profundas. Otras no tanto. También nos reíamos mucho, nos reíamos de su voladura, porque era una persona muy volada, olvidaba las cosas, disperso, pero muy amable. También era una persona muy consciente, muy para adentro”, dice su hija Piedad.

“Muy introvertido, muy mental y emocional”, agrega por su parte Damián.

La semilla de Héctor Noguera seguirá viva en sus hijos y en sus nietas, quienes siguieron sus pasos artísticos en la actuación, la producción teatral, la música o la escritura. “Hay como tres generaciones de Noguera que tenemos para rato, todos virtuosos y serios frente al trabajo”, reflexiona Catalina Saavedra, actriz y amiga cercana de Amparo Noguera.

En lo público, Héctor Noguera deja insignes actuaciones en el teatro. “Estuve hace poco con él. Lo fui a ver y le pregunté cuál fue el personaje que le había gustado más hacer y me dijo... ¡Ay! Hamlet, pues. Como queriendo decir es lo más evidente“, recuerda Gabriela Aguilera sobre el papel que interpretó Noguera por primera vez en 1978, en plena dictadura.

Otros recuerdan su interpretación como rey Lear o como Vicente en Theo y Vicente sesgados por el sol, en la que actuó con Ramón Núñez bajo la dirección de Alfredo Castro.

Archivo Histórico/Cedoc Copesa

Piedad Noguera adora esos personajes, pero recuerda con especial cariño su interpretación de Segismundo, en La vida es sueño (Pedro Calderón de la Barca), papel que hizo por primera vez en 1974. “Amparo y yo terminábamos en los camarines del Teatro UC haciendo nuestras tareas del colegio”, dice.

Héctor Noguera no dejó nada pendiente. Cuatro años antes de su fallecimiento, publicó sus memorias, Autobiografía de mi padre, memorias actorales (2021). El deseo del actor por escribir su historia data de 2014, recuerda Arturo Infante, editor del texto publicado por Catalonia. “No queríamos un libro típico de memorias, ni para los fanáticos, sino un libro que reflejara el mundo cultural del teatro y la historia del país”, dice a Culto.

Después se unió a la misión su hijo, Damián Noguera. “Mi papá nunca dijo: quiero escribir un libro porque voy a morir”, precisa. El proceso incluyó múltiples entrevistas a su padre, a su madre y a otros actores.

“Empezamos a descubrir que se trataba más que la historia de Héctor Noguera, era también la historia de un actor, qué pasa cuando un actor encarna a todos estos personajes, qué pasa por su cabeza. Fue lindo, porque mi papá descubría cosas de él mismo que a veces no sabía”, reflexiona el músico y escritor.

Su legado material seguirá vigente gracias a Teatro Camino, confirma Piedad Noguera. Previo al fallecimiento de su padre, el equipo del recinto conversó cuál sería el futuro del espacio. “Teatro Camino tiene que continuar. Nunca hemos pensado en tomarnos una pausa. Al contrario, tenemos que seguir trabajando, porque es el legado que mi papá deja”, dice sólida.

“Teatro Camino era su gran proyecto”, enfatiza su hija mayor. “Teatro Camino tiene para rato”, remata.

La despedida del artista, en el Cementerio Parque del Recuerdo de Huechuraba, fue multitudinaria. Recibió el aplauso de las pergoleras en pétalos y flores. Alguna vez estuvo en el funeral del Padre Hurtado y vio la cruz de nubes que se formó en el cielo. Esta vez no hubo que mirar arriba. Bastaba con el calor del aplauso para el apóstol del teatro.

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