Juicio a Chespirito: la relación de amor y odio de México con su gran ícono popular
Cumplida una década desde su fallecimiento, Roberto Gómez Bolaños es el foco de una serie sobre su vida y sus célebres personajes. Su lanzamiento brinda una nueva oportunidad para analizar la ambivalencia entre el creador de El Chapulín Colorado y su tierra natal. Aquí reunimos las opiniones de voces autorizadas y de los protagonistas y realizadores del proyecto.
El productor Roberto Gómez Fernández, uno de los seis hijos de Roberto Gómez Bolaños y Graciela Fernández (y el único varón del clan), estuvo en la cocina de la serie Chespirito: Sin querer queriendo y comparte la emoción que sintió en el instante en que vio al actor Pablo Cruz caracterizado como su padre.
“Por supuesto que en el proceso de producción hubo muchos momentos en donde yo veía a Pablo/Roberto en vivo o en el monitor en alguna escena, y el impacto era muy emocional. Me sacó más de una lágrima, porque estaba viendo a Roberto Gómez Bolaños”, dice a inicios de esta semana en una conferencia de prensa realizada en Ciudad de México, a la que asiste Culto.
Esa sensación es probable que también se haya contagiado a los fanáticos que ya pusieron play al primer capítulo de la serie centrada en la vida y personajes del creador mexicano, que está disponible en la plataforma Max.
Como dicta el manual del género, la historia presenta a Gómez Bolaños en su infancia en Ciudad de México en los años 30. Luego, a medida que avanza, renuncia a su empleo con tal de perseguir una carrera artística y empieza a trabajar en una agencia de publicidad. Antes de tocar la puerta de la televisión con múltiples ideas bajo el brazo, aparece como un genio que persiste para alcanzar sus sueños.
En la otra línea argumental, la del comediante en su etapa adulta (donde lo encarna Cruz), en vez de gozar de la fama, aparece abrumado ante la posibilidad de realizar un viaje a Acapulco junto a sus colegas de El Chavo del Ocho y por las turbulencias de su matrimonio con Graciela Fernández, la madre de sus seis hijos.
Los episodios siguientes (el servicio de streaming lanzará uno nuevo cada jueves) prometen brindar un vistazo más profundo a la trastienda de sus shows más recordados: Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, Chespirito, El Chapulín Colorado, entre otros. Es decir, los programas con los que conquistó a audiencias de México y toda Latinoamérica, alcanzando un estatus de ícono y adueñándose de una parte fundamental de la memoria colectiva de la región.
Como se detalla al inicio de cada capítulo, se trata de una serie inspirada en hechos reales, que se basa en Sin querer queriendo - memorias (2012), el libro en que a través de más de 400 páginas Gómez Bolaños relata sus orígenes y sus diferentes experiencias personales y profesionales. Esa es la referencia que tomaron los hermanos Roberto Gómez Fernández y Paulina Gómez Fernández para dar forma a los guiones.
Advirtiendo el posible surgimiento de críticas respecto a que tal vez ambos estaban demasiado cerca para asumir el desafío de llevar a la pantalla la biografía de su padre, el guionista explica que en las conversaciones con el equipo se refería al protagonista como “Roberto”, no como “papá”. “Si no, allí habría habido un corto circuito. Es la historia de este personaje de la vida real, pero ahora es un personaje de ficción”, sostiene.
“No es la vida de un santo. Roberto tenía sombras, sin duda las tenía, como todos nosotros”, plantea el director Rodrigo Santos, la otra mente creativa detrás de la serie. “A lo que asistimos es a su vida familiar, pero también al desarrollo de su creatividad. Es lo que más nos interesó, meternos en su cabeza y tratar de descubrir cómo inventó este legado (...) Es muy difícil no romantizar su legado. ¿Cómo no romantizas el legado de una persona que veían 300 millones de personas? Es decir, es muy complicado”.
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Cumplida una década desde su fallecimiento (en noviembre de 2014, a los 85 años), parecía cosa de tiempo para que se realizara una serie sobre Chespirito. Finalmente su debut llega tras cerca de seis años de trabajo liderado por Roberto Gómez Fernández junto a los ejecutivos de Warner Bros. Discovery y las cabezas de las productoras THR3 Media y Perro Azul.
Su estreno en el streaming ha tenido un despliegue acorde a la envergadura de su personaje princopal: su primer evento de lanzamiento se celebró en Buenos Aires y su primera instancia con el elenco completo se desarrolló en Ciudad de México. Por lo demás, la capital mexicana se vistió de afiches de la producción, marcando el regreso a la vía pública de figuras como la Chilindrina, Don Ramón y el Profesor Jirafales.
El aterrizaje de la ficción también ha servido para poner un tema sobre la mesa: la contradictoria relación entre el creador de El Chapulín Colorado y su tierra natal. Un punto que admite posturas variadas.
Rodolfo Monroy, coordinador de la sección de Espectáculos Función del periódico Excélsior, es categórico y levanta un paralelo: “Chespirito es uno en México y otro fuera de México. Él es mucho más famoso y la gente lo respeta mucho más en Sudamérica que en México”.
¿Las razones? El especialista se aventura: “No es que en México no guste El Chavo del Ocho, porque sí gusta e incluso hay una versión animada que ha encantado a generaciones más nuevas. Y la historia de la TV mexicana no se entiende sin la mano de Gómez Bolaños. Pero en Sudamérica el personaje enternece mucho más, genera algo más especial, y no tuvo la competencia de otros personajes humorísticos que sí aparecieron en México en los 80 y 90”.
Monroy acota que la irrupción en los 90 de la TV por cable y del conglomerado TV Azteca causó que el programa Chespirito quedara algo relegado en la memoria colectiva, surgiendo también otras opciones de programas de comedia que encantaron al mexicano y que hicieron ver a Roberto Gómez Bolaños como un personaje más del pasado.
“Fueron mermando a Gómez Bolaños e hicieron que el foco no estuviera tanto sobre él. Pero en Sudamérica siguió emitiéndose con fuerza. Hay muchas imágenes del elenco del Chavo realizando giras por Sudamérica y eran tratados como rockstars, era una locura cuando ellos llegaban a los aeropuertos, eso nunca pasó en México. Quico incluso ha seguido haciendo presentaciones en Sudamérica; hace un tiempo, cuando se le vio un video a una edad muy avanzada subiendo una escalera, casi la mayoría de los comentarios criticándolo y pidiéndole que se retire eran de mexicanos”.
El destacado periodista Alejandro González, editor de la revista mexicana Marvin, también cree que en su país existe una relación ambivalente con uno de sus ídolos populares: “Es una relación de amor-odio para una buena cantidad de la población mexicana, especialmente de los millennials para acá, que tienen una lectura crítica de su figura, porque es una generación que trae las tuercas apretadas de otras maneras, mira cosas que hoy son totalmente cancelables en su historia, como exaltar el machismo, el abuso hacia los niños con los golpes que hay de adultos hacia niños, la exaltación del machismo. No pasa con la generación X, que estaba más blindada ante este universo y lo daba un poco por hecho”.
Además, González considera que El Chavo del Ocho en particular transmite una imagen donde “el pobre por ser pobre es estúpido y viceversa, se presenta como una forma heroica de sobrevivir, una forma de ser feliz sin ni siquiera cuestionarlo”.
Para una generación crecida en los 90, el personaje de Chespirito era visto como algo así como “el enemigo a vencer”, un sinónimo de la frivolidad amplificada por el gigante de las comunicaciones Televisa y que debía ser observado con distancia por cierta intelectualidad por instaurar estereotipos de la sociedad mexicana. “Si ibas a la universidad, no te podías reír de eso, había cierta mirada intelectual hacia el programa. Además, lo veías como un instrumento de parte de la cúpula, un tipo que recibía instrucciones de más arriba”.
Pese a ello, González apunta a que un amplio sector de la audiencia mexicana sigue valorando el aporte de Chespirito a la pantalla, ya que –según el periodista– forma parte de una triada básica que definió la TV de esa nación: el noticiero 24 horas que se mantuvo por 27 años al aire; el espacio de variedades Siempre en domingo, animado por Raúl Velasco; y el universo de personajes de Gómez Bolaños. “Él entendió cómo hacernos reír y cuando sales al extranjero siempre como mexicano te mencionarán al Chavo, forma parte de la canasta básica de lo mexicano”, culmina.
“Quizá ya no representa de forma fiel a la sociedad mexicana, es un retrato de otra época –advierte Becka Salas, periodista que escribe para el sitio Fuera de Foco–. La cultura pop ha evolucionado mucho desde Roberto Gómez Bolaños, pero creo que su trabajo sigue siendo sumamente relevante para entender la historia de la industria en Latinoamérica, lo que se puede lograr, de dónde venimos”.
La también creadora de contenido se encontró por primera vez con su creación más popular cuando ya había concluido su etapa de mayor gloria. “Para cuando yo veía El Chavo del 8 a la hora de la comida con mi abuela, Ramón Valdés ya había fallecido y su comedia era considerada ‘infantil’ frente a otras propuestas, como La hora pico, Incógnito e incluso La Familia P. Luche, de Eugenio Derbez. Además, en los noticieros y programas de entretenimiento constantemente se hablaba sobre sus litigios, problemas de salud, chismes. Los episodios que veía no eran tanto una novedad, sino más bien una máquina del tiempo a otra época histórica. Para mí, la serie ya se sentía vieja y poco atractiva, algo que ya sobrevivía por lo que logró en sus días de gloria”, cuenta.
“Su legado permanece intacto al punto que generaciones mucho más jóvenes que yo, ya crecieron con otro tipo de Chavo: con el Chavo Animado, y que pronto les tocará ver a un nuevo Chapulín Colorado en la película que prepara Rodolfo Riva Palacio en asociación con HuevoCartoon y Grupo Chespirito”, explica.
Y se aventura con imaginar que cualquier revalorización dependerá de una nueva versión en formato remake o reboot. “El estilo de comedia y el formato de su series tal vez es algo anacrónico para la época, pero sería tarea del comediante que herede ‘el manto’ hacer evolucionar al personaje. Mientras eso no pase, realmente creo que es difícil cambiar el lugar que ya ocupa en la memoria colectiva de México y otros países de América Latina”.
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Por razones lógicas, los realizadores y actores detrás de Chespirito: Sin querer queriendo creen plenamente en la importancia y vigencia de su mundo. Eso sí, deslizan que uno de los grandes desafíos de la serie biográfica consiste en seducir a públicos que no sienten una afinidad especial por el Dr. Chapatín o El Chapulín Colorado.
“La misión más grande que tenemos y que tiene este proyecto (es) que vuelva a despertar en las nuevas generaciones este amor por todo lo que significó Chespirito, todos sus personajes. Y tener esta oportunidad para mí es un privilegio”, señala en la conferencia la actriz Andrea Noli, quien encarna a Angelines Fernández (Doña Clotilde/La Bruja del 71).
“A mi me daba muchísimo miedo ser irrespetuoso con el legado profesional de Roberto –dice Rodrigo Santos–. Ese lo conoce muchísima gente, lo han dicho todos. Es parte de nuestra propia historia, de la historia de la televisión mexicana y latinoamericana. Usamos palabras que él inventó, nos expresamos con frases de sus personajes para decir cosas que sólo se pueden decir así. Entonces, es un reto importante”.
Roberto Gómez Fernández, quien describe a la serie “sin duda” como el proyecto “más importante de mi vida”, indica que se propusieron apelar a una audiencia masiva, agrupando a fanáticos y a ajenos al universo de su papá. “Es tener la cabeza conectada en cómo hacer un producto efectivo, que la gente se siente, se llame, lo vea y se enganche, y le resulte atractivo, que sea un buen producto de televisión. Y, al mismo tiempo, es la historia de mi padre, en donde lo que queremos es –de manera personal– que la gente pueda conocer por lo menos una ventana del verdadero Roberto Gómez Bolaños”.
“Hay unas bases de fans de toda Latinoamérica que conocen más que mi familia de la vida profesional de mi padre”, subraya el hijo y guionista, realizando un guiño al arrastre de sus creaciones en esta parte del mundo. “Es algo que le gustaba a mi padre, cuando había manifestaciones, más que de admiración, de cariño. Pues, bueno, tenemos una responsabilidad con ellos”, cierra.
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