
La olvidada historia de las mujeres de la Guerra del Pacífico
Escrita por Andrés Valenzuela, la novela Las mujeres de la Guerra del Pacífico (Ediciones B) vuelve la mirada sobre cómo fue la participación de ellas en el conflicto. En el frente desempeñaron diferentes roles, siendo los principales los de enfermeras y cantineras, pero hubo más. Incluso, el libro revela una particular medida que tomó el Ejército por esos días. Lo revisamos junto a su autor.

Un vacío fue lo que motivó al escritor Andrés Valenzuela (44) para trabajar en una novela. Al revisar fuentes históricas sobre la Guerra del Pacífico -su principal interés como novelista-, notó que hay muy poca información sobre el rol de las mujeres en el conflicto. “En general no es mucha, aunque es necesario hacer un alcance: en las fuentes de época la mujer casi no existe porque a fines del siglo XIX la mujer estaba relegada en prácticamente todo y puede deberse a eso que los cronistas o historiadores de entonces las pasaran por alto”, asegura a Culto. Ya en esa época el conflicto siempre se abordó desde una perspectiva masculina, y ello le generó un interés que no pudo eludir.
Por ello, Valenzuela -quien ha escrito otras novelas históricas como Fragata Cochrane (2024)- ahora publica Las mujeres de la guerra del Pacífico (Ediciones B). Una novela apoyada con un sólido trabajo documental en que relata la historia de dos mujeres -las hermanas Eufrasia y Tránsito Varela- quienes deciden dejar de lado la comodidad de la vida en Santiago para ir a la guerra lejana, en el norte. Ahí se involucrarán en las labores que las mujeres cumplieron en el conflicto, principalmente como enfermeras, cantineras e incluso como parte del Servicio Secreto Chileno.

“Siempre se vio muy atractivo escribir sobre el rol de la mujer en la guerra del Pacífico, porque si bien los hechos y acciones de los que se tiene registro histórico están por lo general protagonizados por hombres, la mujer siempre al menos se infirió como presente. Sobre todo en la imagen de las cantineras, a quienes se les describió como personajes muy relevantes, incluso en este contexto de hombres y en donde hubo muchas más mujeres en otros diversos roles que pasaron más desapercibidos. Contar algo desde el punto de estas mujeres, desde su lugar relegado pero a la vez presente, parecía ideal para la historia sobre una familia en que la guerra va afectando, disgregando, desintegrando y rearmando los vínculos, articulándose así este relato coral que acabó siendo la novela”.
Quizás el principal rol de las mujeres en el Ejército fue el de cantinera, pero como se lee en la novela, no fue el único. “El rol estuvo vinculado al ámbito sanitario, cuidado de enfermos y administración de medicinas, también en relación a los víveres y logística, y en casos puntuales, además tomaron las armas y entraron en combate, aunque esa no era su función principal. No eran tantas las admitidas en cada unidad militar, las que para poder ingresar debían tener ‘demostrada juiciosidad y buenas costumbres’ en dichos de Erasmo Escala, comandante del ejército en el período inicial de la guerra. Se veían como una presencia más bien excepcional y mandatada más por necesidades operativas en el teatro de operaciones, aun cuando su presencia acabó siendo muy importante tanto para los soldados como para el ejército en general”.

Tanto fue el interés de las mujeres por participar que -como sale en la novela- el Ejército debió tomar medidas. En un principio se intentó restringirles la participación, pero aquello no resultó. Luego, se intentó organizarlas en un escalafón, pero las cantineras protestaron. Desde ahí, con la guerra andando comenzaron a actuar, y fueron integradas de manera paulatina. “Al inicio de la guerra fueron muchas las mujeres que fueron al norte junto al ejército expedicionario chileno, muchas más que las cantineras que eran situaciones puntuales admitidas expresamente. Aquí hablamos de esposas, madres, hijas, mujeres que solo partieron a la guerra junto a sus maridos, hijos y padres, las camaradas como las llamaban, familias completas que fueron al conflicto, a las que se sumaron a tantas otras presentes por diversas razones personales, desde hacer negocios, como las vianderas o las prostitutas, a aquellas que buscaban un mejor futuro, venganza por alguna situación que sufrieron o iban por la pura aventura, donde no era infrecuente ver mujeres que se hicieron pasar por hombres para enrolarse”.
“Llegó así un punto en que la presencia de tantas mujeres junto a un ejército en guerra comenzó a inquietar al alto mando, por ejemplo, con la expansión de enfermedades venéreas que comenzó a ser un problema. Pero lo curioso es que las acciones para controlar todo eso se tomaron solo respecto a las mujeres y no a los hombres, como prohibir su presencia, ordenar que fueran examinadas por los médicos o dar facilidades para su salida del teatro de operaciones, que fueron las medidas que de hecho se tomaron para esta situación”.

En la novela aparece una resolución llamativa: las mujeres tenían derecho a un pasaje de retorno gratuito a Chile en caso de que quisieran abandonar el frente. Cuando quisieran, en cualquier momento, sin preguntarle a nadie. Esto no fue ficción, sino que efectivamente ocurrió. “Se hizo en el marco de estas medidas tomadas por el alto mando, en particular a través de una orden de agosto de 1879 y recalcado en su gratuidad por otra de diciembre de 1879”, comenta Valenzuela.
Lo que sí, aclara Valenzuela, es muy complejo apuntar al número de mujeres que efectivamente participaron en la guerra. “Es difícil hacer una estimación por la poca mención que se hace en las propias fuentes de época. Lo que creo que se puede decir sin temor a fallar tanto es que no fueron pocas y su participación no fue algo irrelevante. Tal vez en los años venideros y producto de futuras investigaciones históricas tengamos más nociones al respecto y ojalá que así sea, porque interés en el tema yo creo que hay”.

Como sea, iniciativas como esta novela han contribuido a darle otro espesor al relato sobre la Guerra del Pacífico. “Creo que ya se le está dando una mirada distinta, al menos desde la historiografía más contemporánea -apunta Valenzuela-. Se tiende a visiones menos apasionadas o solo centradas en lo épico, reconociéndole lo que corresponde a los otros bandos beligerantes en el conflicto y recogiendo el lado humano y sangriento que costó miles de vidas que nadie de los que llevaron a los tres países a la guerra se tomó la molestia en resarcir”.
“Lo curioso es que, en paralelo, en los tres países involucrados el conflicto sigue romantizado en mayor o menor medida, con una visión similar a la que se tuvo al momento de la guerra y motivado por la propaganda bélica, pero ciento cincuenta años después. Es posible que esto se deba a una mixtura de la enseñanza que recibimos de niños, las pasiones que todavía genera el tema en mucha gente y una tradición de cómo asumir la guerra, que nunca se escindió de la forma en que lo hicieron a fines del siglo XIX. Ahora, respecto a lo que uno trata de plantear, resulta interesante tomar estos acontecimientos y, sin separarlos de su contexto histórico inherente, recrearlos desde la ficción en clave más contemporánea, buscando un poco más de realismo y alejándose del relato tan legendario”.
¿Por qué crees que a la gente le gusta leer sobre la Guerra del Pacífico?
Supongo que por su relevancia, la que se traduce en las consecuencias que siguen presentes en los tres países beligerantes hasta el día de hoy. Definió la forma en cómo nos relacionamos con países vecinos, estableció fronteras que todavía son objeto de discusión y sentenció unas rivalidades que ojalá no sean para siempre. Es un tema que si bien puede no sentirse contingente, siempre está muy presente y puede que de eso venga el interés, que no parece decaer con el tiempo.

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