No olvidar las primarias

Una victoria de Jadue, con una buena participación, lo saca del nicho duro y lo coloca como una figura nacional. La gran ganadora será la alicaída centroizquierda, que puede volver a reactivarse y apostar por un voto más moderado.


En el impacto de la primera semana de la convención bajo la dupla Loncón-Bassa, pareciera que las primarias presidenciales pasaron a segundo plano. La estación siguiente en este maratón de elecciones tiene efectos en este clima político variable. Si no ganan los alcaldes que actúan como cabeza de serie, hay efectos políticos no despreciables.

En el oficialismo, Lavín ha apostado por el voto duro y a transmitir que es el más indicado para derrotar a Jadue. Apela al recurso emotivo del temor basándose en el comportamiento de los electores de su sector en la segunda vuelta de gobernadores, donde dieron el voto a los moderados es su argumento principal. También con ello le ha dado un segundo ritmo a su veterana carrera. Sus contendores no han logrado dar el golpe mediático. La candidatura de Briones ha sido atrevida, pero de nicho, y Sichel recurre hasta cansar a su historia de vida.

Una victoria de Lavín permite mantener las filas en la centroderecha y apostar a una derrota controlada en las elecciones presidenciales. Aunque hay voces optimistas que ven su triunfo en una segunda vuelta, los pasados resultados electorales, donde el oficialismo se redujo hasta un cuarto del electorado, muestran que no hay más de donde sacar. Una derrota de él desarma completamente al sector político y no es garantía alguna de un cambio en la base electoral. El mejor contendor que tiene huele demasiado a Piñera, asunto que envenena cada vez más las urnas.

El gran problema del sector es la cantidad de personas que van a ir a votar. No se respira en el ambiente un fervor por ello y, por tanto, el peligro de que el número final se parezca más al medio millón es un riesgo real. Si hay pocos electores, los partidos se asustarán ante el temor de una derrota parlamentaria. Ser actores menores en la convención es una cosa, pero perder el poder de veto en el Congreso es otra distinta.

En el caso de la izquierda, lo que parecía una victoria fácil de Jadue podría enredarse por el acierto de Boric de ir a buscar votos en la ex Nueva Mayoría. Esa estrategia fue marcada por el propio alcalde, quien criticó a su contendor ocupando el mismo recurso de Karina Oliva de mencionar a la extinta Concertación. La inteligente respuesta del diputado por Magallanes muestra que no vino a esta primaria a ser un sparring, sino a pelearla. Pese a lo que dicen las encuestas, no es descartable el puntarenazo, pues en las pasadas elecciones de convencionales la suma de Revolución Democrática y Convergencia Social, los partidos que apoyan a Boric, fue mucho más que el resultado del Partido Comunista.

Un triunfo del magallánico sería un golpe a la cátedra que dispararía sus opciones presidenciales. Derrotar al poderoso y mediático alcalde de Recoleta es equivalente a la tanqueta de Bachelet por el efecto mediático que tendría. Su triunfo es mirado con mucha simpatía por sectores que apoyaron en su momento a la expresidenta, pues ven en su programa muchos parecidos, sin las cargas del desgaste de la centroizquierda, y en un momento político distinto.

Por otro lado, una victoria de Jadue, con una buena participación, lo saca del nicho duro y lo coloca como una figura nacional. La gran ganadora será la alicaída centroizquierda, que puede volver a reactivarse y apostar por un voto más moderado. Será el momento para una buena primaria, y su única posibilidad es que esta vez todos lleguen a inscribirse.

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