Educación

Estudiar sin gratuidad: cómo acceder a becas internas, copagos y CAE

La gratuidad y las becas estatales benefician hoy al 55,5% de la matrícula de pregrado. El CAE, en cambio, no forma parte de ese porcentaje: es un crédito bancario con aval estatal que financia solo hasta el arancel de referencia definido por el Mineduc, lo que obliga a las familias a cubrir la diferencia con el arancel real definido por cada institución.

VALENTINA MORA

Dos millones de pesos al mes. Sobre el papel, ese ingreso familiar los deja fuera de la gratuidad. En la práctica, con tres hijos en la universidad y un arriendo que pagar, la cuenta no alcanza.

Elisa cursa segundo año de Medicina y este semestre tuvo que congelar, a la espera de retomar en 2026. Su hermano mayor estudia Ingeniería Comercial y va en cuarto año; en algún momento también debió detener sus estudios. El del medio, que hoy cursa primero de Derecho, ya había congelado antes.

Aunque los tres accedieron al Crédito con Aval del Estado (CAE), cada semestre la familia enfrenta el mismo problema: sumar el copago que queda fuera del crédito. Solo en Medicina, esa diferencia alcanza los $600.000 mensuales, una cifra mayor a la que pueden destinar con sus ingresos. El resultado es siempre el mismo: año tras año, alguno de los hijos debe postergar su carrera para que los demás puedan seguir.

“El CAE no sirve, porque si no tienes para pagar el copago, no puedes estudiar. La real oportunidad sería que la carrera se financiara al 100% y después devolverla”, resume su madre, Paulina, que ha visto cómo el sueño de educar a sus tres hijos se convierte en un ejercicio permanente de equilibrio financiero.

Estudiar sin gratuidad: cómo acceder a becas internas, copagos y CAE

La experiencia de Elisa y sus hermanos no es única. En la clase media, las historias se multiplican: algunas familias quedan atrapadas en los copagos del CAE y ven interrumpidas las carreras de sus hijos; otras logran sostener la educación superior gracias a becas internas de las instituciones.

Entre estas últimas está Alfonsina, alumna de tercer año de Derecho en la Universidad de Chile, que llegó desde región a estudiar a Santiago. Su trayectoria muestra un camino distinto, aunque no exento de sacrificios.

No accedió a gratuidad ni a becas estatales, pero gracias a su puntaje en la PAES y a su buen rendimiento académico obtuvo un beneficio interno que le cubre el arancel completo. Sus padres, sin embargo, deben costear el departamento donde vive en Santiago.

Elisa y Alfonsina representan dos rostros de la misma clase media. Una familia de Las Condes que, pese a tener ingresos que la dejan fuera de la gratuidad, se ahoga en los copagos del CAE y ve cómo alguno de los hijos debe congelar cada año. Y una estudiante de San Fernando que, gracias a una beca interna, logró cubrir el arancel completo, pero cuya familia asume un gasto mensual de arriendo en Santiago. Distintos caminos, con un denominador común: el acceso a la educación superior no garantiza continuidad sin tensiones financieras.

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Radiografía al sistema

Hoy, los estudiantes que pertenecen al 60% más vulnerable, según el Registro Social de Hogares, califican directamente a la gratuidad. Quienes están sobre ese tramo solo pueden acceder a becas estatales o créditos, pero ninguna de estas vías garantiza cubrir el 100% del arancel real.

El Crédito con Aval del Estado (CAE), que reemplazó al antiguo Crédito Universitario, financia solo hasta el arancel de referencia fijado por el Ministerio de Educación. En la mayoría de las carreras, esa cifra es bastante menor al costo real cobrado por las universidades, y la diferencia debe ser pagada directamente por las familias como copago. En carreras como Medicina o Ingeniería Civil, esa brecha supera los $500 mil mensualmente.

El contraste con el sistema anterior es ilustrativo. El antiguo Crédito Universitario o Fondo Solidario permitía cubrir el arancel completo y la devolución comenzaba después de titularse, con cuotas proporcionales al ingreso. Eso daba a las familias la certeza de que sus hijos podían terminar la carrera sin interrupciones.

En cambio, con el CAE, la continuidad está condicionada a la capacidad de cubrir copagos desde el inicio. Si no se paga la diferencia, no hay matrícula. Para familias como la de Paulina, con tres hijos en la universidad, esto significa vivir en una permanente encrucijada: endeudarse más, destinar gran parte del sueldo a la universidad o aceptar que alguno de los hijos congele.

Cómo acceder a las becas internas

Más allá de la gratuidad y los beneficios estatales, la mayoría de las instituciones de educación superior ofrece becas internas de arancel, mantención o alimentación. Estas convocatorias suelen tener calendarios propios y, en algunos casos, se cierran antes de que los postulantes rindan la PAES.

Cada universidad diseña sus propios mecanismos y apoyos. Algunas combinan ayudas académicas con beneficios socioeconómicos; otras crean programas específicos para cubrir los copagos que dejan los créditos. La Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica, por ejemplo, cuentan con becas que ilustran esta diversidad de apoyos internos.

La Beca Universidad de Chile (BUCH) cubre la matrícula y el arancel anual de cualquier carrera o programa de pregrado durante su duración oficial. Pueden postular estudiantes de hasta el 90% de menores ingresos según el Registro Social de Hogares, independiente del establecimiento educacional de origen.

La Beca Complementaria Endowment UC, creada en 2024 gracias a donaciones de la comunidad universitaria, está dirigida a estudiantes de establecimientos públicos o particular subvencionado que ingresan por primera vez a primer año y que, aunque no acceden a gratuidad, pertenecen a los deciles 7 y 8 de ingresos. Estos jóvenes suelen contar con una Beca Bicentenario, un crédito solidario o el CAE, pero aun así enfrentan un copago de arancel que puede poner en riesgo su permanencia en la universidad.

Josefina, estudiante de segundo año de Medicina Veterinaria, es una de sus beneficiarias: “El respaldo de una beca, que te pueda situar en un lugar como es la universidad, para mí es una gratitud muy grande. Es saber que uno existe para alguien más que no es la familia. En mi caso, si no tenía algo para financiar, no podía seguir estudiando”, relata.

La mirada del Mineduc

El financiamiento está en la agenda del Gobierno. Este 2025, la Subsecretaría de Educación Superior reporta 748.555 beneficios estudiantiles: 614.914 corresponden a gratuidad, 106.336 a becas de arancel y 27.305 al Fondo Solidario de Crédito Universitario (FSCU).

En total, el 55,5% de la matrícula de pregrado cuenta hoy con algún apoyo estatal: el 45,9% estudia con gratuidad, el 7,9% con becas de arancel y el 1,7% con crédito FSCU.

El subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana, recalca que el proyecto del Fondo de Financiamiento Solidario (FES) —actualmente en el Congreso— busca dar certezas a las familias y reemplazar progresivamente al CAE.

“De ser aprobado, se contempla un año para elaborar el reglamento que regule el nuevo instrumento, y una vez que comience su implementación las y los actuales estudiantes tendrán la posibilidad de pasarse al FES. En el caso de quienes se encuentren estudiando en una institución que se adscriba al sistema, podrán incorporarse mientras cursan su carrera. Por su parte, quienes estén en instituciones que no adscriban al sistema podrán hacerlo al momento de egresar, al iniciar su etapa de pago”, explica.

Respecto de los costos indirectos que enfrentan muchas familias de regiones, Orellana subraya que el Mineduc “permanentemente evalúa y adecúa las políticas públicas orientadas a apoyar las trayectorias educativas”, destacando beneficios de Junaeb como la BAES, la TNE y becas para estudiantes de zonas extremas.

En su visión, estos instrumentos, sumados a la gratuidad y a las becas de arancel, configuran una red de apoyos que el ministerio seguirá fortaleciendo para que cada vez más jóvenes puedan concentrarse en lo esencial: terminar sus carreras y proyectar su futuro.

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