2021: el año en que Verstappen se hizo grande

La batalla final y el título quedó en manos de Verstappen. REUTERS/Rula Rouhana

En una temporada marcada por la fuerte disputa que el neerlandés mantuvo con Hamilton, el reinado de los pilotos de Mercedes se derrumbó. Aquí un resumen de los momentos que decantaron un nuevo rumbo en la historia de la Fórmula Uno, uno donde Max es el actor principal.



Hoy el cielo es suyo. Max Verstappen cumplió el sueño de su padre y consiguió su tan ansiado Mundial. Es el primero de una carrera que está destinada a marcar época. Ya lo venía haciendo, pero el campeonato era una obligación para ponerse en la misma linea de los pilotos con los que se le compara. Lo hizo en un año dramático, lleno de emociones, disputas y carreras apasionantes. Lo hace también para ponerle fin al reinado absoluto de Mercedes en el último tiempo. En 2021 Hamilton no fue el mejor. El nuevo monarca es un neerlandés que corre por Red Bull. Un chico rebelde, directo y especial. La nueva estrella de la Fórmula Uno.

El año lo comenzó con ganas de revancha. Aún con el recuerdo de una temporada donde nuevamente había terminado tercero (tras los dos Mercedes), Max estaba decidido a romper la maldición. Sabía que dentro del paddock él era el único que podía ponerle punto final a los cuatro títulos seguidos de Hamilton y a los siete consecutivos de pilotos de la escudería alemana. Confiando de forma ciega en Christian Horner, jefe de los austriacos, e ilusionado con su nuevo compañero, el mexicano Sergio Pérez, salió a correr Baréin con el temple de un campeón.

Pero Hamilton golpeó primero, casi como una bofetada de realidad. Algo que no hizo más que motivarlo, y es que este año quedó claro que Verstappen no se esconde. Que tiene esa fibra especial que solo los grandes poseen. Ganó en Emilia Romaña, pero volvió a quedar por detrás del británico en las siguientes dos carreras.

Y ahí apareció Mónaco. La carrera donde solo las estrellas mas importante brillan. Dominó las calles del principado y probó la champaña mirando los yates que reposaban en el Mediterráneo. Fue un cambio de mentalidad. Una prueba que necesitaba para impulsarse y demostrarle al mundo que era su año.

Tras eso, corrió a un ritmo demoledor en Francia, para después repetir la victoria en las dos carreras que se disputaban en Red Bull Ring. En julio ya todos tenían a un favorito para el título. Era Max y su sangre nueva, rebelde y hambrienta. Por eso lo que sucedió en Silverstone semanas después, provocó el cólera de fanáticos y expertos. La maniobra de Hamilton en Gran Bretaña, donde chocó al piloto de Red Bull, fue uno de los puntos más tensos del año.

El auto de Verstappen tras el accidente en Silverstone.

Con el auto destrozado y el neerlandés en el hospital, lo acontecido en Inglaterra fue una declaración de guerra. Desde ahí, la relación entre ambos nunca fue la misma. Pese a que mantuvieron las formas lo que más pudieron durante el año, la tensión y la rivalidad creció a pasos agigantados. Algo que volvió a explotar en Monza, dos meses después.

Tras una parada en boxes en la vuelta 26, el inglés se encontró de imprevisto con su némesis y los trenes chocaron. Hamilton forzó el error y Max ni siquiera se planteó frenar. El resultado dio vueltas al mundo. Verstappen pasando sobre el monoplaza de Lewis, quien solo salió ileso gracias al milagroso halo. Aquella tarde ambos terminaron fuera de la carrera. Enrabiados, con los puños apretados.

Una disputa que vivió de extremos en esta parte final del año. Primero con el doblete conseguido por el nuevo campeón en Estados Unidos y México. Y después con la remontada histórica del 44 tras sus victorias en Brasil, Catar y Arabia Saudita. Esta última nuevamente con polémica, tras una sanción en contra del piloto del toro, luego de un frenazo riesgoso. Para Red Bull era algo inexplicable. Una sanción que no entendían ni compartían, pero que los dejaba empatados antes de la última batalla. Una que paralizó al mundo.

El momento en que Verstappen se transforma en campeón del mundo. (AP Photo/Hassan Ammar)

Lo de esta jornada en Abu Dabi es derechamente la mejor definición en la historia de la Fórmula Uno. Ni la de 2008 cuando Hamilton consiguió su primer Mundial o la del 74′, cuando Fitipaldi llegó empatado a Clay Regazzoni, se comparan con esta. Principalmente por un factor determinante. En esas oportunidades los pilotos contendientes nunca compartieron pista. Aquí fue todo lo contrario. Fue un resumen de lo que vimos durante todos estos meses. Emoción, pelea, show y mucha velocidad.

Hamilton seguirá pensando en esa última vuelta y maldiciendo en silencio a Latifi, pero Max es un justo ganador. No solo porque nunca dejó de creer, sino porque los números también están de su lado. 10 carreras ganadas, por sobre las ocho del inglés. También una decena de poles, superando en cinco al de Mercedes. 18 podios, uno más que su, a estás alturas clásico, rival. El desglose de un año histórico, único. El año en que Max dejó de ser el piloto del futuro, para demostrar que él vive del presente. El nuevo rey es joven, pero también insaciable. “Mi equipo sabe que los amo y quiero hacer esto con ellos durante los próximos 10 o 15 años”, lanzó tras ser campeón. No es una amenaza ni una frase por cumplir. Es su espíritu combatiente. El que le dio el Mundial y el que lo hará ser una leyenda de la Fórmula Uno.

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