Columna de Héctor Soto: Punto de partida

El candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, en su visita a Arica, el pasado lunes. (Foto: Agencia Uno)


Si la política consistiera en un ejercicio para dejar contentos a todos, que como se sabe es la mejor manera de no convencer a nadie, quizás fue Yasna Provoste quien llegó más resuelta al debate del miércoles. Sichel, en cambio, que entiende la política como un cruce entre las convicciones y el sentido común, prefirió correr el riesgo de no ser el más simpático de la noche. Boric, por su parte, fue el más producido. Emborrachando un poco la perdiz, reivindicó la épica del movimiento estudiantil del 2011 para señalar que ahora estaba llegando al último tramo del camino. José Antonio Kast se fue por otro lado. Insistió una y otra vez en los dogmas de la ley y el orden y fue quien mejor controló el factor ansiedad en sus intervenciones.

Como la política es mucho más que cualquiera de esos conceptos, hacer un balance de quiénes ganaron o quiénes perdieron se vuelve más complejo. Por lo demás, este fue solo el puntapié inicial de la campaña y la foto, además, estuvo incompleta, porque faltaron Franco Parisi, cuya postulación está con serios problemas de credibilidad, y Marco Enríquez-Ominami, cuyas agudezas verbales posiblemente habrían afilado bastante más los emplazamientos que se vieron en el estudio de Chilevisión.

Tal como se están dando las cosas, sin embargo, aparece más cercana la posibilidad de que Gabriel Boric llegue a La Moneda. Es absurdo seguirle dando vueltas al tema de su juventud, de su inexperiencia o de lo difícil que pueda ser encajar su figura en el solemne formato que tiene la Presidencia de la República en Chile. El asunto es más bien al revés: las grandes ventajas de Boric están asociadas, precisamente, a lo que se le imputan como debilidades. Su nombre se impuso justo por ser muy joven, muy nuevo y muy distinto. Después de todo lo que ha ocurrido, después del remezón que constituyó el estallido, son muchos los que consideran que ahora le toca a él.

Aparte de representar una avalancha de renovación generacional, ya podría darse por hecho que el Frente Amplio subsumió a la izquierda tradicional que encarnaron el PS y el PPD en otra época. Hay en sus huestes una energía, un entusiasmo, una vibra que estos partidos perdieron hace años. Así y todo, como esto no es asunto de pura autoconfianza, es posible que en las próximas semanas el gran test de la candidatura de Boric quede asociado a su manejo de las divergencias que existen entre los socios del eje Apruebo Dignidad. Estos desencuentros se han estado haciendo patentes en la Convención Constitucional y, tal como ya se ha dicho, colocan en entredicho las garantías de gobernabilidad que pueda ofrecer su candidatura.

Tienen que haberse corrido mucho los polos magnéticos de la política chilena para que el Frente Amplio, que fue una fuerza que vino más bien a tirar el mantel del escenario político, esté ahora cumpliendo el rol de garante de nuestra institucionalidad, al menos en la Convención Constitucional. En esas andamos. Esto no deja de ser interesante en momentos en que aumenta la presión contra el quórum de los 2/3, establecido por el Artículo 133 de la Constitución para las decisiones de forma y fondo de la Convención, y luego que en comisión de la Cámara de Diputados se rechazara con toda impudicia la idea de gravar con impuestos, en el caso de las rentas más altas, la eventualidad del cuarto retiro, que es lo que estaba planteando la candidatura de Boric. Más allá de que este proyecto se apruebe o termine hundiéndose, el lamentable testimonio de irresponsabilidad cívica que han dado los parlamentarios (y los periodistas de la tele) empujando esta iniciativa describe uno de los aspectos más escabrosos de las dificultades que tendrá el próximo Presidente para gobernar, sea quien sea el que gane. En principio, por una simple cuestión de afinidades, un gobierno de Boric podría ser más coherente con el actual perfil de la Convención y con el país del estallido. Pero también un gobierno suyo podría quedar con poco margen de maniobra frente a los imperativos del cuadro económico, que como se sabe será crítico a partir del año próximo. Los indicadores que hasta hace poco despegaban a Chile de la postración latinoamericana se han deteriorado y ya dejamos de ser la excepción. Y aun cuando Boric no deja duda de su voluntad de desarmar el modelo que su programa identifica como extractivista, subsisten muchas dudas en torno al que lo reemplazará. ¿Bastará el mayor protagonismo del Estado, el diseño de políticas industriales dirigistas y una menor exposición al comercio internacional para retomar el dinamismo que el país requiere para progresar?

Conjeturas todavía más desafiantes pesan sobre Yasna Provoste. ¿Cuál es el piso y dónde está la épica de esta candidatura? Ese pareciera haber desaparecido y ésta todavía no se siente. Era obvio que la polarización política, fenómeno al cual tanto contribuyó la centroizquierda en su oposición a Piñera, iba a encajonar al sector en una trampa. Se adelantaron mucho abjurando de lo que hicieron en cuatro gobiernos sucesivos y llegaron tarde a la radicalización, cuando ya los mejores paños de ese espacio político estaban adjudicados. Fue un problema de tiempo, que hoy amenaza a la senadora no solo con dejarla fuera de la segunda vuelta, sino también con la humillación de llegar cuarta.

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