Columna de Pablo Ortúzar: Acumulación primitiva frenteamplista



¿Qué es el Frente Amplio, qué intereses de clase representa, cuál es su ideología y cuál su modelo de acumulación política? Es muy llamativo el aparente desinterés de nuestras élites académicas especializadas en teoría, sociología e historia política por responder estas preguntas. Más aún considerando que, con el Presidente Boric ya instalado, se inició un festival de vueltas de carnero que, sin embargo, no parece afectar mayormente su base de apoyo electoral de entre un 25 y un 30% del electorado. Hay algo importante en este fenómeno, que exige explicación. Que la academia vinculada a la ciencia política no se interese mayormente en proveerla puede deberse, tal vez, a que buena parte de ellos forman parte de ese lote pétreo, y no les apetece mirarse al espejo.

Lo que las encuestas nos muestran es que el núcleo duro de apoyo gubernamental no es de origen popular ni rural. El Frente Amplio tiene poco calado en las clases bajas y pocas redes fuera de las grandes ciudades. Su base de apoyo se encuentra en sectores medios urbanos, en general con estudios en educación superior. Su principal espacio de reproducción política son las universidades, donde cuentan con maquinaria tanto a nivel estudiantil como académico. En cuanto a sus élites, se trata, por un lado, de herederos de la Concertación principalmente formados en la Universidad Católica, varios vinculados a Un Techo para Chile y nucleados en el NAU, como Miguel Crispi y Giorgio Jackson, y por otro, herederos del MIR principalmente formados en la Universidad de Chile, vinculados a la Surda y al autonomismo, como Gabriel Boric, Gonzalo Winter y Javiera Toro. Todo esto indica que estamos frente a una versión adulta del movimiento estudiantil.

Este perfil de anclaje social permite entender mejor fenómenos tales como la prioridad y relevancia que le entrega el gobierno a hacer política alrededor del Crédito con Aval del Estado (CAE) y la ampliación de la “gratuidad” universitaria. Si su coto de caza y principal clientela está en la universidad, ampliarlo sólo puede beneficiarlos. También permite leer el modelo de fundaciones que terminó en escándalo como un intento fallido por tratar de generar base popular canalizando beneficios sociales a través de organismos militantes que permitieran perfilar futuros candidatos (como Daniel Andrade, expresidente FECH).

A nivel ideológico, el Frente Amplio es ampliamente ambiguo. Es evidente la influencia de Laclau y Mouffe, así como de Ruiz y Atria, pero casi toda esta literatura es más táctica que de fondo. Se desea conquistar el poder porque se piensa que el poder determina lo verdadero y lo falso, pero no es claro qué pretenden establecer como verdadero. Se aspira a algo colectivo, total, igualitario, justo y sustantivamente democrático, se tiende a identificar eso con lo público, y lo público con lo estatal. Se desprecia la selección, la meritocracia, la competencia, las asociaciones intermedias y el ánimo de ganancia. A pesar del constructivismo, se cree que todo lo valioso es suma cero, por lo que el problema está en la distribución más que en la producción. Y, finalmente, se cae en el problema de todas las izquierdas revolucionarias: asumir que una casta de guardianes impolutos debe guiar a la sociedad, inocente pero corrompida, en el tránsito entre estadios. Esto agrega un eslabón más a la cadena de equivalencias: el Estado serían ellos (al menos, en teoría, por un tiempo).

Esta visión ideológica, aunque gruesa, permite entender las reformas educacionales frenteamplistas de Bachelet II, así como la actual propuesta de reforma de pensiones. Tal como ha señalado el economista Claudio Sapelli, ellas parten de los mismos supuestos y terminan en lo mismo: el deseo de acaparar recursos en un Estado políticamente capturado, aun dañando temporalmente a la clase trabajadora, con la promesa de administrarlos y distribuirlos mejor. La vieja tesis de la acumulación primitiva socialista, discutida antaño por autores olvidados, como Mandel y Preobrazhenski, pero todavía viva, junto a más estalinismo vestigial, en el PC chileno (véase ministra Jara). Tesis que, en contacto con América Latina, ha tenido un único fruto, amarillo y alargado.

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