Cuando Tulio Triviño llegó a TVN

Peirano y Díaz, con sus personajes Tulio Triviño y Juan Carlos Bodoque

El 15 de marzo se cumplen 20 años desde que se emitió el primer capítulo de 31 minutos: un programa que, a pesar del éxito que logró, tuvo que superar demasiadas barreras. Desde las dudas de sus propios creadores, hasta el poco respaldo y visión que mostró el canal público antes de que lo sacaran al aire.


Álvaro Díaz (50) tenía una pregunta: “Uno nunca se ha preguntado ¿dónde va la caca después de tirarla en el váter?”. Junto con sus amigos de la universidad , Pedro Peirano (51) y Juan Manuel Egaña (51), hace 20 años comenzaron un viaje con esa interrogante poco usual.

Díaz, Peirano y Egaña no eran nuevos en la industria de la televisión, ya que eran conocidos creativos por programas como Plan Z en su paso por el antiguo canal Rock & Pop. Pero después de crear la productora Aplaplac en 2001, se estaban abriendo camino de forma independiente. Necesitaban financiamiento y el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) abrió sus postulaciones para fondos concursables. Ellos quisieron participar en la categoría infantil. Egaña comenta que existía una razón estratégica para hacerlo ahí: “Era una categoría que a nadie le interesaba”. Las productoras grandes se peleaban los fondos más cuantiosos. Ahí, Aplaplac encontró una posibilidad.

Peirano era un curioso admirador de los programas infantiles y le acomodaba este formato: “Yo estaba feliz con la idea, siempre tuve la motivación y el gusto por los programas infantiles bien hechos, como Plaza Sésamo o El Profesor Rossa”. Díaz, en cambio, no pensaba lo mismo: “Yo encarnaba el prejuicio de hacer televisión para niños. No me interesaba”. Él mismo fue el encargado de llevar la sección medioambiental. Fue entonces que nació esa duda, que preguntaba qué pasaba después que tirábamos la cadena, y que dio origen a “La ruta de la caca”: la primera piedra de 31 Minutos.

El concepto para el piloto era este: Juan Carlos Bodoque, un periodista avezado, investigaría el tratamiento de las aguas servidas. Para darle vida al reportero, Matías Iglesis confeccionó una marioneta de conejo color rojo, con orejas largas, que recorrería los desechos humanos para responder de dónde viene la caca y hacia dónde llega. El guion también tenía otras escenas. A espaldas del río Mapocho, Bodoque conversaría con Margarita Riofrío, una vecina que cuenta cómo es vivir cerca del canal. El piloto tuvo aciertos y errores. Hoy, Díaz comenta que mientras grababan surgieron ideas espontáneas, como cortarle la boca a Bodoque y ponerle aplicaciones amarillas. Y así surgió la apariencia de la marioneta que se conoce hasta el día de hoy. En su travesía investigativa el conejo se lanza al canal San Carlos entre sus aguas turbias y pestilentes. También nada en los desechos de Santiago.

“Dijimos: amarrémoslo a una botella desde la oreja, tirémoslo y veamos cómo se ve. Podría ser medio ridículo, pero se nos ocurrió ahí mismo. Era todo muy improvisado”, cuenta Díaz.

Juan Carlos Bodoque en "La ruta de la caca".

Con este primer video arreglaron una reunión con Carmen Gloria López, productora ejecutiva de TVN, para presentar el piloto. López se enamoró del proyecto y se convirtió en su timón dentro del canal. Soledad Gutiérrez, periodista y especialista en historia televisiva, comenta que Peirano y Díaz formaban parte de un grupo de creadores diferentes a lo que se conocía en la televisión: “Ellos venían con un carrete súper comprobado. En el sentido que ya habían estado en el Canal 2 y habían hecho Plan Z. Tenían ya un sello de televisión innovadora”.

López sabía que estaba frente a un grupo talentoso. Ella apostó por ellos, pero con restricciones: TVN sólo prestaría las instalaciones para grabar si ellos ganaban el fondo del CNTV. Tres días antes del cierre del concurso, la productora ejecutiva recibió un llamado a eso de las 15.30, mientras estaba en un cumpleaños: Peirano y Díaz le dijeron que tenían reparos con las condiciones impuestas por el canal. Y, por eso, habían tomado una decisión con respecto al CNTV: no iban a presentarse.

Las carpetas grises

Ese 2002, Carmen Gloria López estaba a cargo de una incipiente franja infantil llamada Tronia. Ya había trabajado anteriormente con Aplaplac en el programa Mira Tú, dirigido por Díaz y Peirano. Sin embargo, la televisión infantil no era protagónica en la programación de los grandes canales. En ese tiempo, la televisión por cable se encargaba de ese público.

Por lo mismo, la productora ejecutiva de TVN los necesitaba. “Yo les dije que no podían no presentarse al CNTV. Teníamos que ir sí o sí”. Además, comenta, era usual que pasaran estas cosas en los equipos de creación. Díaz también recuerda ese momento. No se sentían cómodos con la propuesta del canal de mezclar varios proyectos: “Nosotros sabemos que esa es la receta del fracaso”, le dijeron. A pocos días de cerrar el concurso, Carmen Gloria López volvió a conversar con ellos. Los llamó y logró revertir la situación, apelando a la calidad del piloto. Les dijo que lo que había visto era demasiado bueno como para que se perdiera.

El trabajo que vino después fue arduo. Tuvieron que construir todo el material a dos días del cierre del concurso. La presentación del proyecto era cara a cara. Al entrar al lugar se encontraron con los otros tres pilotos que postulaban. Su competencia ofrecía un mar de colores, cofres y animales, algo muy distinto a lo que traían ellos: unas carpetas grises y antiguas con la idea de un noticiero infantil construido en base a marionetas y que llevaba por nombre 31 minutos, porque, como explica Díaz, “el concurso exigía que cada capítulo durara al menos 30 minutos. Pero 30 minutos sonaba muy serio, entonces le pusimos 31 minutos, porque era raro”.

Algunos días después supieron que su presentación había sido la ganadora. Luego del impacto de la noticia, comenzaron a sumar personas para armar el equipo. Buscaban personas creadoras. Llegó Rodrigo Salinas, ilustrador y guionista, que formaba parte de la Nueva Gráfica Chilena junto con Matías Iglesis, el director de arte que fue el encargado de dar forma física a las marionetas del noticiero. También se sumaron Daniel Castro, un cineasta que trabajaría en los guiones; Pablo Ilabaca, el músico de Chancho en Piedra que crearía la icónica música del programa. Aunque en esa primera etapa, aseguran, todos hacían de todo.

Al poco tiempo descubrieron que trabajar con títeres no era fácil. Todo se debía grabar con altura para que el títere tomara el plano adecuado. “La primera reflexión que hicimos fue estar trabajando con algo que no sabíamos. Yo en mi vida pensé que iba a vivir de los títeres”, dice Álvaro Díaz. Por otra parte, Rodrigo Salinas cuenta que en una de las secciones del primer capítulo debieron grabar acostados para que la toma saliera bien. Entraban a un mundo desconocido. Pero Peirano tenía conocimiento técnico sobre la actuación con títeres. “Pedro dijo hagamos Los Muppets en Chile”, recuerda Salinas. Peirano fue el guía bibliográfico del equipo: “Compré todo lo que encontraba, videos, documentales, libros, manuales sobre el making of de los Muppets. No porque pensaba que iba a hacer títeres alguna vez, sino que de nerd y curioso. ¡Quería saber! Pero cuando llegó el momento de empezar el trabajo de 31 minutos, casi con vergüenza les dije a todos, soy este nerd, tengo este material”.

Primeras grabaciones del equipo. Gentileza Rodrigo Salinas.

Para completar el noticiero crearon otras ocho secciones. El concepto era que un equipo de periodistas con nombres rimbombantes se tomaran las escenas. Estaba, por ejemplo, Mico el Micrófono, con la encuesta del programa: ¿Qué opina de la comida? Cada respuesta sería más irreverente que la anterior. También la entrevista con el Sr. Invisible Mudo y el Ranking Top anunciando las melodías compuestas por Ilabaca que hacían bailar al universo de 31 minutos.

El equipo de ese primer programa lo completaban el mismo Bodoque, un enviado especial para reportajes, Policarpo Avendaño, periodista de espectáculos y el conductor del noticiero, Tulio Triviño, a quien Peirano le dio su voz: “¡Es lo más divertido que ha pasado en la vida! Un personaje absurdamente famoso, parasitariamente rico, completamente vano, egocéntrico, ignorante -un villano realmente- si no fuera por su ingenuidad”, recuerda. Además de la sátira a los presentadores televisivos tradicionales, hubo otro elemento clave en la concepción de Triviño: un chaleco de segunda mano de la calle Bandera.

La revancha de Tulio

TVN prestó los estudios, como habían comprometido. Pero con un detalle: el equipo de 31 minutos era el último en grabar. De hecho, cuando todos los programas terminaban sus rodajes, ellos podían entrar a instalar su escenografía. “Había que grabar muy tarde, a veces en la madrugada. Agarrábamos la cola”, dice Díaz. Rodrigo Salinas y Daniel Castro recuerdan que usualmente entraban a grabar a las 19.00 y terminaban a las 4.00. Pese a esto, todos la pasaban muy bien. Los rodajes entremedio de escenas de cartón y calcetines en las manos explotaron su creatividad, cree Díaz. “Teníamos la libertad que te permiten estos programas, de los que nadie espera mucho y que terminan en el basurero de los canales”. Carmen Gloria López concuerda con Díaz. Los ejecutivos del canal no los “pescaban” mucho, porque no veían el potencial del programa. A excepción de ella que, en palabras de Peirano, era la única que entendía el proyecto:

-(Para los otros ejecutivos) la lana y los ojos de botón de las marionetas parecían aberraciones más que méritos. Nuestra aliada Carmen Gloria López se convirtió en la férrea defensora del programa, incomprensible para algunos.

Grabaciones de el programa en su primera temporada. Gentileza Rodrigo Salinas.

Juan Manuel Egaña recuerda una reunión en particular. Fue cuando conversaban con el director de programación de ese entonces, Eugenio García. Ahí, aseguran ellos, les dijo algo que nunca olvidarán: “Sobre mi cadáver van a emitir estos títeres feos”. Egaña, el productor ejecutivo de 31 minutos, no aceptó esa respuesta. “Les dije bueno, qué pena que no les guste, pero ustedes están obligados a emitirlo. A nosotros nos encanta y creemos que es buenísimo”.

TVN cumplió. Lo programaron para el sábado 15 de marzo de 2003 a las 10.00.

“Era el peor horario”, cuenta Egaña. Por lo mismo, las expectativas del equipo no eran claras. Ese día, 31 minutos salió al aire. El equipo completo, unas 12 personas, se juntó en Providencia, en la casa de Egaña, para seguir la transmisión. Vieron la pegajosa presentación que abría el programa y a Tulio Triviño saludar estridente y torpemente a una audiencia de la que entonces no tenían dimensión. Egaña, entonces, llamó a TVN para saber el rating.

“Me dijeron 6,2, si no me falla la memoria. No era mucho para esa época”.

Las semanas siguientes el noticiero infantil fue sumando televidentes. Pero eso, para Peirano, seguía sin importarle mucho a TVN todavía. “Habíamos ganado ese fondo del CNTV. Es decir, aportábamos plata al canal. Así que a pesar de lo desastroso que lo encontraran, tenían que tolerar su existencia”. A medida que la temporada de 21 capítulos fue avanzando, 31 minutos pasó a convertirse en un fenómeno de audiencia que ni los ejecutivos televisivos podían negar. Eso no sólo obligó a crear más personajes y más canciones, sino que también tuvieron que pasarlos del día sábado en la mañana al horario prime de los viernes. En los años venideros el noticiero de Tulio Triviño pasó a ser una máquina comercial: vendían merchandising, álbumes, conciertos e, incluso, se presentaron en el Festival de Viña del Mar. Pero la redención vino antes, cuando tuvieron que reunirse con el canal para discutir la continuidad del programa.

Equipo de 31 Minutos en la premiación de los premios Altazor (2004). Gentileza Rodrigo Salinas.

Las condiciones en ese momento eran otras. Las marionetas no eran vistas con desprecio, sino que los mismos directivos se reían con los chistes ingeniosos de Juan Carlos Bodoque. Por lo mismo, no pudieron hacer otra cosa que ofrecerles renovar por tres temporadas más. Veinte años después, el mismo Eugenio García reconoce su error:

“Era una creación chilena de muy alta calidad, con unos personajes fantásticos. Me siento muy avergonzado de no haber creído en ellos”.

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