Diarios de vida narcodigitales

Las pastillas cambiaron el paisaje del narcotráfico en Chile. Mientras la incautación de drogas sintéticas creció un 26.800% entre 2012 y 2018, estos nuevos dealers aprendieron a moverse silenciosamente en las redes sociales y responden a otros patrones. Sus testimonios revelan cómo se mueven, surgen y, finalmente, caen.


Julio de 2018, 18.39. Mateo está sentado en una sala del Centro de Justicia, con una polera holgada y un buzo estilo "jogger", esperando la resolución del 4° Juzgado de Garantía de Santiago. Está nervioso, pero tiene la esperanza de que todo se resuelva rápidamente, tal como la última vez que estuvo detenido, dos meses antes, cuando pese a ser sorprendido con 39 pastillas, 5,7 gramos de MDMA y $ 700 mil en efectivo, salió libre de inmediato. Gracias a su irreprochable conducta anterior y la habilidad de su abogado, en esa ocasión quedó solo con firma mensual en la 33ª Comisaría de Ñuñoa.

Ahora las circunstancias son distintas. El día anterior, una patrulla de Carabineros se acercó a inspeccionar su auto en una plaza de Las Condes. Al revisar el asiento trasero se encontraron con 127 pastillas, un gramo de marihuana, otro de cocaína, cinco bolsas con ketamina y tres cartones de LSD. Mateo prefirió no llamar al abogado; ya le había pagado dos millones por su gestión previa y ahora, para colmo, le habían incautado $ 450 mil solo en pastillas.

Frente al juez de garantía, el miedo a irse preso paulatinamente se le fue asentando. Mateo, que eligió este seudónimo por considerarse muy diligente en su oficio -en sus palabras, "mateo para la hueá"-, no se veía como un delincuente, ya que no era una persona violenta. De hecho, en sus 13 años como narcotraficante asegura jamás haber vivido un solo incidente: ni a los 18, cuando comenzó a vender marihuana, ni a los 21, cuando amplió su negocio al LSD y la cocaína, ni en los últimos dos años, en los que se metió de lleno en las pastillas. Ni siquiera sus proveedores extranjeros lo habían intimidado: a todos les pagaba a tiempo, como buen dueño de negocio.

Con 31 años, Mateo ahora teme perder su única fuente de ingresos, pues no tiene un trabajo formal. Como muchos otros estudiantes y jóvenes profesionales, había encontrado una oportunidad en el mercado de las drogas sintéticas, cuya demanda despegó explosivamente en la última década, en especial a través de internet y las redes sociales. Según la PDI, entre 2012 y 2018, la incautación de drogas sintéticas en Chile aumentó un 26.800%: de 3.305 a 885.745 dosis. Sustancias como las que le encontraron a Mateo -el LSD, las anfetaminas, el éxtasis y la ketamina- habían ido ganando terreno a la sombra de la cultura de la música electrónica. Él conocía bien ese mundo de fiestas y afters, así como los efectos de su producto, pues no solo lo vendía, sino que también lo consumía habitualmente con amigos y su polola, una estudiante de 20 años.

Estas pastillas o "pastis" -también conocidas como pilas, equis o pills- suelen ser una mezcla de anfetaminas y MDMA, un compuesto comúnmente llamado éxtasis. El MDMA -también conocido como "M"- actúa como alucinógeno y estimulante a la vez, generando distorsión temporal y sensorial.

Cuando el juez finalmente dicta las medidas cautelares, Mateo escucha lo que había comenzado a temer: "Prisión preventiva". Le informan que será trasladado al pabellón común de Santiago Uno. Se le acababa así una racha invicta de 13 años.

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LOS PERFILES QUE HOY ABUNDAN EN GRINDR, CON HOJAS, NARICES Y MANOS ACOMPAÑANDO LOS MENSAJES.[/caption]

Katty, la clienta

26 de febrero de 2019, 15.00. Mientras espera a su clienta, Francisca Galaz Reyes (28) se fuma un pito de marihuana y chatea con sus compañeros de Psicología en la Universidad de Viña del Mar para coordinar el panorama de esa noche. Como está de vacaciones, tiene que aprovechar el tiempo para fortalecer su negocio.

Galaz se había pasado buena parte de su vida queriendo salir de Curicó, su ciudad natal, un lugar que consideraba "fome". Lo había conseguido hacía siete años, con el apoyo económico de sus padres, un bombero de Copec y una secretaria. Pero la cesantía de su madre, que se arrastraba desde hacía un par de años, había complicado todo. Para permanecer en Viña y continuar sus estudios, Galaz decidió buscar plata segura vendiendo marihuana. Ella asegura que no tenía otra opción, que le era imposible compatibilizar el trabajo con los estudios.

Cuando encontró una "mano buena y confiable", se hizo un perfil en Grindr y empezó su negocio. A medida que pasaba el tiempo, Galaz notó que muchos de los amigos con quienes solía asistir a fiestas electrónicas vendían pastillas, las que dejaban una rentabilidad mucho más alta. "Yo era bastante ordenada con el negocio, lo veía casi como un trabajo en el cual no podís perder plata, sino que tenís que estar constantemente recibiendo ganancias. Yo juntaba la plata y la dejaba para algo que realmente me sirviera", relata la joven, que anotaba en una pizarra cuánto dinero invertía, qué drogas tenía y cuánto ganaba. Con el tiempo, Galaz pasó a ofertar en 25 grupos de WhatsApp y a través de Grindr. Cada semana, la joven compraba pastillas a $ 4.500 cada una y las vendía a $ 10 mil. Las 10 pastillas que le vendería a su clienta, que se hacía llamar Katty, le dejarían una ganancia de $ 55 mil. Todo estaba en la pizarra.

Suena el timbre y Galaz abre sin miedo. Ve a una chica joven, delgada y baja, que aparenta su misma edad. La invita a sentarse en el sillón mientras va a buscar el paquete a su pieza, donde además guarda efectivo y algunos gramos de MDMA. Luego vuelve donde Katty, quien recibe la bolsa e inicia una conversación. Le pregunta por el negocio y la invita a un carrete. Entonces, la puerta de su departamento se abre con un estruendo y dos uniformados del OS-7 de Carabineros ingresan con fuerza. Katty se une a ellos y la tumba al suelo. Galaz comprende que le acaban de cerrar el negocio que, hasta entonces, le había permitido vivir cómodamente.

Sin resistirse, deja que la esposen. Ahí nota que, además, la están grabando, pero jamás pensó que las imágenes aparecerían después en un reportaje de Canal 13.

-Oye, ¿es necesario reaccionar tan violento, entrar así a mi departamento? ¿Qué les voy a hacer yo a ustedes? -protesta Francisca a los carabineros, en el video.

-¿Y por qué se metió en esto, señorita? -pregunta de vuelta uno de los uniformados.

-Yo no encontraba pega y fue como "o me dedico a la prostitución o a vender cosas" -responde ella con naturalidad.

Pero Galaz intenta no victimizarse. "Desde que empecé a vender pastillas yo estaba preparada mentalmente para lo peor. Por eso me mantuve en calma, porque dije 'esto podía pasar' y pasó. Y no voy a llorar o desbordarme. Todo acto tiene una consecuencia y tienes que asumirlo nomás", asegura.

Una vez que el equipo del OS-7 termina de revisar su departamento, donde encuentran MDMA, pastillas, plantas de marihuana y $ 700.000 en efectivo, escoltan a Galaz al auto y la llevan esposada a la comisaría. Pasa una noche detenida. Al día siguiente, el juez Erik Espinoza decreta "arraigo nacional y arresto domiciliario nocturno". Aunque las cautelares podrían haber sido más severas, Galaz lo lamenta profundamente, porque en estas circunstancias tendrá que volver a su ciudad natal.

https://www.latercera.com/reportajes/noticia/el-nuevo-narco-de-la-esquina-al-grindr/501859/

Una promesa fugaz

Julio de 2018. Mateo pasa solo dos días en Santiago Uno. Dos ministros de la Corte de Apelaciones votaron por revocarle la prisión preventiva; mientras que el tercero justificó su voto disidente argumentando "la gravedad del delito y teniendo presente que en otro procedimiento ya se le impusieron medidas cautelares, a las que no habría dado cumplimiento y no resultaron suficientes".

Una vez libre, Mateo vuelve a prometer que se alejará del narcotráfico. Llama a un cercano y le pide que lo admita en una empresa en Las Condes. Aunque está al tanto de su situación judicial, su amigo lo acepta. Su sueldo dependerá de cuánto venda. Durante los primeros meses su renta osciló entre los $ 700 mil y el millón de pesos, muy poco para el estilo de vida al que está acostumbrado.

Después de un mes, Mateo vuelve a las pistas. "Mis amigos cercanos no me van a sapear y necesitan droga; yo voy a comprarla y se las paso", dice. Esta vez decide ser menos ambicioso y mover 2.500 pastillas mensuales, lejos de las 6.000 que vendía antes de la detención. Ya que cada "pasti" le sale aproximadamente $ 3.000 y su precio de venta es de $ 4.500, con el ajuste deja de ganar poco más de cinco millones.

Su rutina es dinámica. De lunes a viernes se levanta a las nueve, toma desayuno y se va a la oficina. Como nunca sabe cuándo puede surgir una transacción, siempre sale con una bolsa de 60 pastillas, dispuesto a recorrer Santiago. Los fines de semana se junta con sus "amigos del tech", los provee a un precio especial, se drogan todos juntos y bailan electrónica hasta el amanecer. Y, aunque tiene arresto domiciliario nocturno de 10 de la noche a seis de la mañana, no se preocupa demasiado. Según él, los carabineros no lo visitan casi nunca, pero se equivoca: en abril de este año, Carabineros notificaría que Mateo tuvo ocho faltas a su medida cautelar.

Mateo trabaja con una banda que fabrica pastillas en laboratorios repartidos por Santiago y sus alrededores. Por eso, él siempre cuenta con una gran variedad de "pilas" que, asegura, son de buena calidad: hay blancas grisáceas con la cara de Donald Trump, celestes con el logo de Twitter, amarillas con la imagen de Donkey Kong y unas rosadas con la "S" de Superman. "Está prendida, te deja bailando como tres horas", dice sobre esta última.

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Las fiestas electrónicas están en el centro del mercado de las drogas sintéticas, en Chile y en el mundo.[/caption]

"Reduciendo Daños"

23 de mayo de 2019, 15.55. Camilo Obregón (21) está en el laboratorio casero que armó junto a un compañero en su departamento de Santiago Centro. En la mano tiene una de las pastillas de Mateo, con el símbolo de Superman marcado en el centro. "Estas son súper controversiales", asegura Obregón, apuntando a Costa Salguero, Argentina, donde cinco jóvenes murieron por ingerir esta droga en abril de 2016. Entonces se dijo que la pastilla provenía de Europa, donde habían matado a más de seis personas.

El negocio de Obregón se llama "Reduciendo Daños": consiste en vender tests que permiten verificar la pureza de múltiples sustancias, como MDMA, cocaína, LSD y pastillas. El joven fabrica tres tipos: Ehrlich, Marquis y Liebermann. Estos dos últimos son adecuados para analizar "pilas", porque detectan la presencia de MDMA o éxtasis, el derivado de la anfetamina que suele -o debiese- ser el principal componente de las pastillas. Las "pilas", según Obregón, son una mezcla de diversos medicamentos económicos, como paracetamol y mentix, y si es que efectivamente tienen MDMA, el porcentaje es ínfimo.

Los tests son soluciones químicas que, al hacer contacto con ciertas sustancias, cambian de color. Basta con mezclar dos gotas de ellas con una cantidad mínima de droga para tener un veredicto. Si es que hay MDMA, la mezcla se tornará morada, pero el químico advierte que el test "no te dice si es segura o no, porque hay muchas cuestiones en las pastillas que uno no tiene idea qué son".

Con la ayuda de una pinza, Obregón saca un raspado de la Superman y le echa dos gotas de Marquis. Luego de esperar tres minutos, asegura que la pastilla "tiene MDMA, porque ese es el color que se espera del M, entre negro y morado. Pero también tiene un poco de amarillo, así que tiene algo más. Ahora, decir qué es ese algo es más difícil, no basta solamente con un test, pero podría ser mentix".

Después repite el procedimiento, pero con el test de Liebermann. Esta vez advierte que la pastilla puede tener PMMA, uno de los componentes más peligrosos con que se pueden mezclar el M. "Alguien que hubiese hecho solo un test de Marquis a esta 'pasti' la hubiera encontrado buena", dice Obregón.

Entre mexicanas y pálidas

Existen cientos de grupos cerrados de WhatsApp que se han creado para vender drogas en Santiago. Aunque no sirven solo para eso. Además de compartir malas experiencias y consejos, los grupos han demostrado ser muy eficaces a la hora de "funar" a usuarios inescrupulosos y alertar sobre "mexicanas". Lo peor que puede hacer un narcodigital es estafar a otro y, si lo hace, los demás comparten sus fotos, números, cuentas de Instagram y Facebook y, en algunas ocasiones, hasta su dirección. Y, desde luego, es eliminado de todos los grupos.

-A mí sí me jodieron los tres flaites con las pastis. Me rodearon los tres y me las quitaron.

De esta forma, Daniela, una venezolana de 28 años, alertaba a todos los miembros de un grupo después de haber sido víctima de una "mexicana".

Daniela llegó a Chile hace dos años junto a su hija, y hace seis meses comenzó a vender pastillas y MDMA, porque no tenía suficiente plata para mantener a su familia. En ese entonces, Daniela vendía solo por Grindr. Para concretar sus ventas y no arriesgarse demasiado, solo preguntaba al cliente por la ropa que estaba usando y nunca les revelaba que era mujer ni cómo lucía. El 23 de mayo pasado, un joven la contactó y le pidió tres "pastis" que tenían el logo de Porsche.

"Quedamos en vernos fuera de la salida del Metro Salvador. Algo me decía que no tenía que venderlas, pero por la necesidad de las lucas igual los esperé. Yo quería hacer la transa ahí mismo donde estábamos, porque había más gente y me sentía más segura, pero uno de ellos -que fue con el que hablé- me dijo que prefería ir al parque", relata Daniela con angustia.

Una vez que llegaron al lugar, le pidieron las pastillas. Apenas las sacó, le mostraron un cuchillo. "Te cagamos, flaca", le dijo su supuesto cliente.

A raíz de esto, Daniela eliminó su perfil de Grindr y decidió vender solo por grupos de WhatsApp y a personas que conoce realmente. Las comunidades tienen entre 112 y 255 participantes y al menos 10 administradores, quienes pueden agregar o sacar gente libremente. Algunos toman la precaución de pedir el perfil de Instagram antes de añadirlos, para corroborar que no son "sapos", y otros simplemente confían.

-Ojo admin de aquí y de otros grupos! Este es el culiao de la OS-7 que anda infiltrado en los grupos, para que hagan una revisión y limpieza por si las moscas!!!!

Más allá de solo funar las malas prácticas, los miembros de estas comunidades hablan de diversos temas relacionados: reacciones adversas ante drogas, consejos para sobrellevar situaciones difíciles y los rankings de las mejores pastillas del momento. Algunos intercambios rozan lo insólito.

-Cabros, ¿algo para bajar el Nbome?

-¿Algún antisicótico o algo?

-No es para mí, pero un amigo lleva mucho rato en un mal viaje.

-El pipí.

-¿Pipí real?

-Sí.

-¿Tomar pipí o hacer pipí?

-Ambas.

-Primero hacer.

-Luego tomar yo cacho.

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A través de internet también se pueden comprar diversas pruebas para medir la pureza de las pastillas.[/caption]

Arresto curicano

29 de mayo del 2019, 17 horas. Francisca Galaz está sentada en la sala de estar de su casa en Curicó. En una mano sostiene una taza de té negro y en la otra un pito de marihuana a medio fumar. Mira por su ventana y lamenta estar cumpliendo su arresto domiciliario encerrada en la ciudad de la que siempre quiso escapar.

La relación con sus padres, según cuenta, es buena. La dejan salir, aunque contravenga su arresto domiciliario. A veces carretea en Santiago, otras en Viña. En abril celebró su cumpleaños en una parcela en Curicó.

Galaz no sabía nada de la Ley 20.000 antes de que la detuvieran. Aunque ahora, en realidad, tampoco sabe mucho. Dice que tiene tres oportunidades para faltar a su medida cautelar y que, de lo contrario, podría ser amonestada. Sabe que no podrá terminar su carrera en la U. de Viña del Mar, ya que -según cuenta- "hubo un tremendo show y les mostraron el reportaje a los mechones". Dice que, apenas se termine su arresto domiciliario, estudiará Relaciones Públicas. "Y trabajar en algo legal. Aunque equilibrar las dos cosas no es algo fácil", agrega.

Aliens y pilas

La PDI actualmente está desarrollando un programa que les permitirá interceptar las conversaciones de WhatsApp de manera legal, el que se espera esté listo a fines de este año. Además, desde el año 2013, el equipo del Plan Microtráfico Cero de la Policía de Investigaciones comenzó a trabajar con la Brigada del Cibercrimen y, gracias a esta colaboración, han podido facilitar la identificación de los traficantes, aprovechando los errores que cometen debido a su poca experiencia en el rubro.

Durante meses, un grupo de programadores trabajó para crear una aplicación interna que funcionase enviando alertas de comunicaciones ante mensajes claves, como gráficas y descriptores, los que posteriormente son analizados para así generar un perfil previo del vendedor. Actualmente, se aplica en plataformas como Grindr e Instagram, pero también en otras como Uber Eats, Rappi y Glovo.

Los emojis se han convertido en la pieza clave a la hora de identificar a los vendedores, ya que se han vuelto parte del alfabeto de la generación millennial. Es por esto que se han definido ciertos íconos y algoritmos que revelan información importante para agruparlos según la droga que vendan. Así es como los emojis de WhatsApp adquieren un significado: una hoja caduca se convierte en un vendedor de marihuana; una nariz, en un traficante de cocaína, y una pila o alien, en inminentes ventas de pastillas.

La territorialidad ha mutado de un espacio físico a uno virtual. Esto, inevitablemente, hizo que el perfil del narco y microtraficante se transformara. El prototipo más común respondía a una persona "sin oportunidades, con pocos estudios o carente de algunos elementos básicos de conformación humana, como, por ejemplo, una familia disfuncional o un registro delictual familiar previo", comenta Mauro Mercado, coordinador nacional del Plan Microtráfico Cero de la Policía de Investigaciones.

Pero hoy en día, muchos traficantes son personas en proceso de formación, principalmente universitarios, quienes, motivados por las ganancias del negocio, buscan la manera de financiar sus estudios o lujos, elevando así su nivel de vida.

"Hoy día los adversarios que nosotros enfrentamos son más silenciosos y más difíciles de detectar. No es como antes, que uno iba a una población determinada, que nosotros ya teníamos identificada", señala el subprefecto.

Ese cambio conllevó otro más relevante: las peleas por el mejor territorio para vender se encuentran en descenso y el nuevo espacio en disputa es ahora digital, por lo que no es común observar escenas de violencia entre compradores y vendedores. La mayoría declara moverse en un ambiente tranquilo y relativamente pacífico.

Mercado cree que eso no durará mucho: "Cuando esto se masifique o cuando más personas quieran entrar en la arena de la venta de drogas digitales, van a disputarse los territorios", explica.

https://www.latercera.com/nacional/noticia/operacion-sagrada-familia-pdi-decomisa-500-kilos-cocaina-seria-distribuida-sector-sur-santiago/813421/

"Me voy a echar de menos"

Junio de 2019, 10.11 horas. Mateo ingresaba a la Sala 903 del 4° Juzgado de Garantía de Santiago junto a su abogado. Vestía unos pantalones negros, un polerón gris que cubría sus seis tatuajes y, encima, una chaqueta verde. Miraba hacia la puerta constantemente. Estaba esperando a que llegara su mamá, quien le prometió que lo acompañaría. Debía ser el final de su proceso.

Quince minutos después, su madre entró a la sala, en un descanso de su trabajo como chofer de Uber. Tenía los mismos ojos verdes, la misma nariz respingada y el mismo pelo castaño. El fiscal comenzó a leer los cargos. La parsimonia de Mateo era sorprendente; sonreía como si estuviera orgulloso. Luego de escuchar al fiscal, la jueza declaró que el 4° Juzgado de Garantía era incompetente, porque los hechos del 5 de mayo ocurrieron en Ñuñoa, y devolvió los antecedentes al 8° Juzgado de Garantía de Santiago.

El retraso de su situación judicial complicaba los planes de irse a vivir fuera de Santiago con su polola. Tenía una gran disyuntiva en su vida: por un lado, la "plata fácil" del negocio le atraía demasiado y, por otro, anhelaba salir de ese mundo. No quiere seguir dependiendo de la droga, en ningún sentido. Ni de sus ganancias ni de sus efectos.

Tres semanas después, 13.10 horas. Mateo está parado en la esquina de Las Condes, a pocos metros de su oficina. Dispone de 20 minutos para hacer las entregas. Esta vez las pastillas tienen impreso el logo de Porsche. Si bien esta dinámica de salir fugazmente de su oficina ya es parte de su rutina, hoy es un día distinto.

"Esta es la última vez que hago entregas. Voy a alejarme de esta mierda. Ya he perdido demasiado", dice mientras se fuma un cigarrillo. Su mirada es distinta, se nota que está nervioso.

Se acerca el primer comprador del día en un Suzuki Celerio gris. No sale del auto, simplemente baja la ventana, lo saluda y estira la mano. "No traje bolsitas plásticas porque no me quedan y no quiero comprar, así que las tengo sueltas", explica Mateo mientras saca de su bolsillo siete pastillas verdes, moradas y grises.

-No importa, hueón. ¿Real esta es la última vez? Se te va a echar de menos -dice el cliente.

-Obvio que me van a echar de menos. Hasta yo me voy a echar de menos -responde Mateo una vez que su cliente se aleja.

Aunque todavía no ha terminado su negocio, ya está melancólico. Fuma lo último que queda del cigarro, lo apaga y lo bota al suelo.

*María Fernanda Cartes y Florencia Dinamarca son periodistas de la Universidad Diego Portales y esta investigación formó parte de su proyecto de título, cuyo guía fue el periodista Rodrigo Fluxá.

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