Columna de Leonardo Véliz: Las promesas



Por Leonardo Véliz, ex futbolista y ex seleccionado nacional

“Las promesas no son promesas hasta que no se cumplen”. Esta frase -aprendida en un diplomado de Coaching Ontológico Organizacional- grafica con certeza el devenir de la Universidad de Chile. El sufrimiento en la tienda azul se instaló con saña y no por la pandemia, el estallido social, la economía globalizada, sino por los desaciertos de su plana directiva, la elección apresurada de entrenadores que no dieron el ancho, jugadores que tienen su gran cuota de responsabilidad y la falta vital de una política deportiva que ha derivado en una ruta de navegación cercana al naufragio.

Dos veces se ha escapado por temporales inconclusos que disiparon las negras nubes. En tiempos de tatuajes, ha sudado tinta china por todo su cuerpo.

Su proyecto –si es que ha existido- apostó por la juventud promisoria de algunos y la de jugadores avezados ausentes de la calidad que amerita vestir los colores del chuncho. Ni unos ni otros respondieron a las expectativas y sueños de tiempos mejores de su fiel hinchada.

El viejo Magallanes, a paso pausado pero seguro, optó por un proyecto realista apelando a sus recursos humanos. Una política clara amiga del tiempo, sin buscar atajos, sino el camino trazado por sus dirigentes pacientes, la convicción de un entrenador muy joven y el compromiso de jugadores casi con visos residuales y antecedentes secundarios de nuestro alicaído fútbol.

Ambos con una rica historia, pero distinta geografía. Los azules bajo el afecto multitudinario y los carabeleros con la compañía solidaria de su vecindad y nada más.

La juventud de Clark y directivos prometió lo que no se compra en la farmacia: el éxito inmediato sustentado en historias pretéritas y en el aliento incondicional de su hinchada. Con eso no basta, sólo abre puertas a las ilusiones, que no son válidas, si no van acompañadas de procesos racionales.

Con la sabiduría que dan los años, el viejo Magallanes que ha habitado por siglos en el aislamiento y la precariedad, donde solo ha escuchado a su fiel bandita casi circense, hoy sus trompetas, bombos y clarines, suenan jubilosas con el retorno a la serie de honor.

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