Columna de Michael Shifter: La geopolítica en la ONU

El Presidente Gabriel Boric en la Asamblea General de la ONU. Foto: AP


Por Michael Shifter, expresidente del think tank Diálogo Interamericano y profesor de la escuela de Asuntos Exteriores de la U. de Georgetown

El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, inauguró la 78ª reunión de la Asamblea General haciendo sonar la alarma sobre un mundo que se está volviendo “desquiciado”. Sin embargo, su llamado a la acción colectiva sobre cuestiones urgentes fracasó. Aparte del Presidente estadounidense, Joe Biden, no estuvo presente ningún otro líder del Consejo de Seguridad.

Muchos jefes de Estado latinoamericanos, aunque no ocupan un lugar destacado en el panorama general, aprovechan la plataforma global para promocionar sus logros (por ejemplo, el Presidente salvadoreño, Nayib Bukele, en materia de seguridad) y transmitir mensajes y prioridades.

La excepción al estatus marginal de la región fue Lula, quien quería asegurarse de que el mundo supiera que “Brasil ha vuelto”. En un discurso que obtuvo considerables aplausos, reivindicó un importante papel de liderazgo en el Sur Global, especialmente en cuestiones de medio ambiente y cambio climático, pero también en materia de desigualdad. La reunión de Lula con Biden, en la que se lanzó una iniciativa conjunta sobre los derechos de los trabajadores, junto con una reunión con el Presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, señalaron un cambio que podría posicionar mejor a Brasil para que sea un actor más eficaz en la geopolítica global.

Los discursos de otros líderes estaban más claramente destinados al consumo interno. El Presidente colombiano, Gustavo Petro, cuyo apoyo político en su país se ha desplomado, intentó apelar a su base. Se refirió a la crisis climática, la fallida “guerra contra las drogas” y el “sistema financiero mundial”. Habló de guerra y paz, y propuso dos conferencias: una sobre Ucrania y la otra sobre Palestina. El discurso de Biden también estuvo dirigido en parte a una audiencia nacional.

El Presidente chileno, Gabriel Boric, buscó un término medio, denunciando la guerra en Ucrania, pero adoptando una postura firme contra las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela y Cuba. En contraste, en la reunión de la ONU del año pasado sus comentarios sobre Venezuela se centraron en los presos políticos y las violaciones de derechos humanos del régimen. El “abrazo” de Boric a Zelensky fue sincero y valiente. Corría el riesgo de provocar críticas, especialmente entre la izquierda empedernida de América Latina.

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