Columna de Verónica Figueroa: Diálogo plurinacional, la única vía posible

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Por Verónica Figueroa Huencho, académica del Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile

Desde el retorno a la democracia, la militarización de la Araucanía es una expresión permanente de la elección que ha hecho el Estado para responder a las demandas legítimas del pueblo mapuche por restitución del territorio ancestral, evadiendo así una responsabilidad política. En esa línea, desde el 12 de octubre que las provincias de Arauco y Biobío (Región del Biobío) y Cautín y Malleco (Región de la Araucanía) se encuentran bajo Estado de Emergencia, medida que fue extendida el 26 de octubre por el Presidente de la República, quien acaba de solicitar al Congreso una nueva extensión. En medio de la muerte de un joven mapuche y de heridos a manos de las Fuerzas Armadas, en incidentes que nuevamente ponen en tela de juicio el accionar de esta institución, la militarización como estrategia muestra sus límites.

La experiencia internacional (que tanto nos gusta destacar) muestra que el diálogo al más alto nivel político es la única alternativa efectiva, con un compromiso real de cumplir la palabra empeñada. En nuestro caso, este diálogo debe ser plurinacional, respetando el derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas, entregando garantías para que todos los pueblos involucrados en ese diálogo tengan la misma legitimidad de poner sus propuestas sobre la mesa, sin asimetrías, sin exclusiones ni vetos: autonomía, control territorial, autogobierno, restitución, Küme Mongen (buen vivir), Az Mapu (sistema normativo Mapuche), reconocimiento, violencia estatal, desarrollo, interculturalidad, entre otros temas, deben ser parte del diálogo.

Una gran parte de quienes nos autoidentificamos como parte de los pueblos indígenas confiamos en la nueva Constitución, que nace con las voces diversas de nuestra ancestralidad, como punto de partida para un nuevo acuerdo de convivencia, para un diálogo genuino, luego de más de dos siglos de exclusiones de los espacios de poder de este Estado-nación, un Estado que sigue viendo al pueblo mapuche como enemigo interno. Fin a la militarización y comienzo de un diálogo plurinacional: no es complejo, sólo falta voluntad política.

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