Violencia e inseguridad: el nuevo y alicaído rostro del barrio Lastarria

Foto: Agenciauno

Debido al estallido social y la pandemia, hoy el sector bohemio de la capital se enfrenta a una crisis que tiene a los vecinos del sector con un miedo latente. Los recurrentes hechos protagonizados por encapuchados han convertido sus calles en una zona no grata.


Otro aire se percibe al recorrer la zona de José Victorino Lastarria, barrio que antes del 18-O y la pandemia se caracterizaba por su fachada bohemia y paseo gastronómico que iluminaban el corazón de Santiago. Ahora, en cambio, el lugar se ha convertido en un escenario de batalla entre locatarios, carabineros y encapuchados que se toman las calles cuando quieren, sembrando inseguridad y menor concurrencia de gentío en el sector. ”Su ambiente relajado y pintoresco fue lo que me convenció de venir a trabajar de bartender al restaurante. Pero ahora Lastarria es indeciso: un día puede estar bien, un día puede estar mal”, comenta Constanza Abarca (26), quien se incorporó el pasado 27 de junio como asistente de barra en un local del sector.

Dice que su percepción cambió cuando le tocó presenciar los incidentes que tuvieron lugar el lunes 25 de julio, luego de que una treintena de jóvenes arremetiera contra los locales y clientes que disfrutaban de una tarde en el paseo patrimonial.

“Desde la cocina escuché gritos de desesperación y platos que se rompían, por eso salí y vi a una turba de personas entre 15 y 18 años con camotes, cuchillos y pistola que amenazaba a quien se le cruzara. Un vecino salió a enfrentarlos y terminaron tirándolo contra la vereda y le rompieron la cabeza. Carabineros no dio abasto y se fueron, volvieron horas después”, explica Constanza.

Ante los desórdenes protagonizados por desconocidos durante esta semana -y los últimos meses-, el subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara, junto a la Municipalidad de Santiago, anunció que Bellas Artes y Lastarria serían parte del plan “Barrio Comercial Seguro”, que incluiría inversión y un programa para prevenir incidentes a través de la dotación de mayor fuerza policial y tecnología a Carabineros para “prevenir, estar y proteger”.

Carabineros, ¿dónde están?

Pese al anuncio, los locatarios del sector sostienen que siguen siendo “víctimas de la delincuencia”. Así lo define Margarita Salinas (58), cajera del cine El Biógrafo, quien a través de la vitrina del recinto, emplazado en Lastarria con Villavicencio ha visto uno de los cambios “más tristes” de su vida.

“Desde 1996 que trabajo tras esta butaca y nunca había presenciado el barrio tan destruido como ahora. Eso me traumatizó. Yo le tengo un cariño grande a este cine, pero si no tuviera más necesidades me iría, porque no tengo seguridad ni en mi propio trabajo”, explica.

En la vereda del frente, la Iglesia de la Veracruz sigue con su fachada destruida producto del incendio que la afectó en 2019; las vallas papales ya son parte de la decoración de las terrazas y junto a los carteles de comida se ven anuncios con la palabra “SE VENDE”.

Una cuadra más al norte, en dirección a la Alameda, María (42) y Francisco (45) señalan que la seguridad, hoy en Lastarria, es un problema. Ambos son administradores de un café ochentero que describen como “el fuerte de guerra” y, desde la vitrina, explican que Carabineros “aparece horas después de que ocurra un altercado”.

“Con la llegada de vendedores informales y la gente que se tomó el cerro Santa Lucía comenzaron la delincuencia y las peleas. Carabineros recorre el sector, pero cuando ocurre un altercado o hay barricadas, ellos no aparecen sino tiempo después. ¿Dónde están cuando la cosa se pone fea?”, se preguntan.

Los trabajadores explican que ante la falta de seguridad, los locatarios se han organizado para poder enfrentar eventos como estos, pero hay veces en que se quedan con las manos cruzadas: “Al momento de cerrar el local tenemos cuidado, porque pasadas las seis de la tarde el barrio se transforma: se pasean autos sin patente y los ambulantes te amenazan con arma blanca. ¿Qué hace uno en esa situación?”.

El golpe económico

Una situación similar vive Alejandra Alvear (29), venezolana que hace un año llegó a un restaurante de comida peruana, cerca de calle Rosal. Cuenta que los ataques de gente externa al sector -los que se vienen desencadenando con fuerza desde la pandemia- no solo afectan a los transeúntes, sino que también a ellos, los trabajadores: “Estos meses han sido duros, porque producto de los enfrentamientos los turistas no vienen y la gente no aparece o se va temprano. Eso ha afectado nuestro bolsillo, porque mi sueldo son las propinas”, asevera.

Por las calles deambulan recuerdos de mejor época, que se entremezclan con palabras reales, de hoy.

Eva Contreras (65), dueña del minimarket Jasmín, en Merced con Lastarria, relata sollozando las dificultades que ha atravesado el negocio familiar que formó junto a su esposo hace 25 años.

“Antes este lugar era una lavandería y con el tiempo decidimos hacer un negocio que quedara de legado para mis hijos. Pero ahora el minimarket se parece más a un búnker, porque con las protestas, los gases y enfrentamientos tuvimos que blindarlo por completo. Ya no tenemos una fachada linda ni anuncios en pantallas como antes”, comenta la vendedora.

Para ella, la estética del local es otro factor que ha intervenido en la baja de ventas y presencia de público en el sector: “La gente ya no sale de sus casas o simplemente no viene a comprar. Abrimos siempre a las 9.00, pero el cierre es variable; puede ser a las 12 de la noche, a las 10 o a las seis de la tarde. El sector está muy malo, está preocupante”, confiesa.

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