Cerca del agua
Lambiasi Westenenk Arquitectos es una oficina joven que ganó el privilegio de trabajar en tres de los proyectos con que el Parque Metropolitano de Santiago se renueva al cumplir cien años. En la Casa de la Cultura Anáhuac contaron con la ventaja de trabajar con el arquitecto original y otro bastante experimentado.


“Yo dibujaba bien”. Así se explica Carlos Martner el haber sido escogido para trabajar en el Parque Metropolitano de Santiago a mediados de los años 60. El administrador -Jorge de la Cruz, reconocido por su visión y empeño por hacer del cerro San Cristóbal el gran parque que necesitaba la ciudad- había pedido un arquitecto a la Dirección de Urbanismo del Ministerio de Obras Públicas. El joven Martner se encontró con una vieja cantera convertida en vertedero, un presupuesto muy limitado y la intención de que ahí se construyera un balneario urbano.
“No teníamos mucha claridad. Yo hice el diseño esbozado. Hubo que producir un plano horizontal para la piscina. El terreno estaba cubierto de cascajos en pendiente. Ahí fue apareciendo la roca que se observa en toda la obra y en otras, que acordamos conservar porque era muy interesante. Proyectamos directamente en el terreno y siempre aparecían nuevos elementos. Cuando estaba casi lista el administrador invitó al embajador de México y le dijo de frentón ‘¿Por qué México no hace una donación de un gran mural?’”, recuerda Martner. Esa relación se mantuvo en el nombre y el tema que recorre la Casa de la Cultura Anáhuac -‘Lugar del agua’ en lengua náhuatl-, la siguiente obra a la que se dedicó Martner tras la piscina Tupahue.
“La Casa de la Cultura Anáhuac se hizo poco después de la piscina para recibir exposiciones y reuniones del personal del parque. Aparentemente estuvo cerrada durante el periodo militar y quedó un poco oculta por la vegetación que creció salvaje. Usted puede ver la forma de la construcción, estas tremendas vigas de pino oregón puestas dobles porque estaban muy distanciadas. Ahora, después de un trabajo en conjunto se ve mucho mejor con pisos de madera -antes eran de ladrillo- y todos los nuevos accesos. Se hizo un muy buen trabajo”, dice Martner a sus 90 años, sentando en el borde del escenario de la casa, junto al equipo que la renovó: Sebastián Lambiasi, Tomás Westenenk y Humberto Eliash.

“La piscina se trabajó como cuenta Carlos, con dibujos, casi sin planos. Con la tecnología disponible y el equipo que formamos pudimos mezclar formas y épocas de hacer arquitectura: los dibujos de Carlos, la experiencia de Humberto y la parte de computación que manejamos nosotros. Es una actualización increíble”, dice Tomás Westenenk, quien junto a Sebastián Lambiasi tienen su propia oficina.
Sebastián remarca que el metraje interior de la casa sigue siendo prácticamente el original, que las únicas ampliaciones tuvieron lugar en el sector de servicios: “Lo que se buscó fue maximizar la superficie útil de la casa pero hacia el exterior, aumentar los metros cuadrados de las terrazas, generar este deck que se abalcona hacia el paisaje y hacia el estanque original, que por ahora está medio abandonado, y que trae agua de la piscina Tupahue. La idea es volcar la actividad cultural de la casa hacia los exteriores y el paisaje”.
Sebastián y Tomás tienen 32 y 31 años, respectivamente. Para ellos fue fundamental trabajar con arquitectos experimentados en trabajos dentro del cerro como Humberto Eliash y Carlos Martner. Su guía llegó a todos los detalles: qué piedra escoger, cómo combinarla con la original, cómo usar el agua. Por eso insisten en que esto se trata de una mezcla balanceada entre experiencia y nuevas tecnologías al servicio de un espacio. d
w lwa.cl
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