Comer sobre el lago
Cocina honesta y sincera, producida a vista de los comensales con el magnífico paisaje sureño de fondo, es la propuesta de Mesa Tropera.

Catalina Prieto, Franco Valdés y Rosa María Toro ya tenían experiencia en restaurantes. Habían apostado primero en 2012 en Coyhaique con Mamma Gaucha, una pizzería artesanal que da origen con su cerveza –también hecha a mano– a Casa Tropera, otro restaurante también en Coyhaique, de cerveza y hamburguesas. Ahora, bajo el mismo concepto –y nombre– de tomar las mejores materias primas locales disponibles, transformarlas, valorar su proceso y generar una experiencia única, explica Rosa María, partieron hace un año junto al chef y socio Francisco Abé. Literalmente sobre las aguas del Llanquihue en Puerto Varas.
Pizzería de base, sabores ítalo-patagónicos de fondo, el restaurante se levanta en un palafito ya existente en plena costanera, una remodelación con harto gusto que le cambió la cara y espíritu al decaído inmueble. "Era un edificio que se convirtió en esta especie de palafito. Hace cerca de 4 años lo tomó otro arquitecto, cambiaron los dueños, y en el fondo armaron este club de yates, ahí se transformó en este galpón de tejuelas superbonito. Por distintos motivos el restaurante que había no estaba funcionando del todo bien, no prendió. Yo lo tomé y del piso de abajo dejamos la estructura y lo cambiamos completo. Tenía unas tiendas en el perímetro, un acceso como un pasillo largo, la entrada al restaurante al fondo y los baños afuera, otra distribución completamente distinta. Entendimos que era un lugar privilegiado, con toda la vista a los volcanes, al lago, además mira a Puerto Varas y toda la vida urbana, es un lujo de local en plena costanera; en pleno centro", cuenta Rosa María.
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RAW Y LOCAL
En el primer piso, donde funciona Mesa Tropera, antes había una serie de tiendas cuyos tabiques se botaron incorporando esos espacios al restaurante. Se replantearon los accesos –ahora hacia la calle– y se respetaron los materiales exteriores, cambiando algunos muros y sumando ventanas para su nueva función. "Tratamos de seguir la misma estética que ya tenía, de tejuelas recicladas de alerce", cuenta Rosa María.
Dentro priman las maderas nativas y la mano de obra local. Castaño, roble, ciprés, los muebles de Decima Makers, por ejemplo, una empresa local de Osorno; el mesón largo obra de Rosa María y un maestro de la zona, o la barra de lenga. Las Pet Lamp iluminan los atardeceres en el lago, mientras las baldosas Córdova suman color al acceso. Aquí no hay mucho 'decorativismo', se privilegió la honestidad de los materiales.
"Todas las decisiones de diseño fueron respondiendo de alguna forma a algo funcional. Muchas veces los restaurantes son un poco de utilería, acá tratamos que la madera fuera brutal, que el ladrillo estuviera crudo, que el fierro se viera completo. Estas bandejas metálicas cuelgan porque pasamos los cables de una manera elegante. Estos mismos productos que vienen del campo a la mesa, (cocina) vienen a la pared por decirlo así, y también brilllan. Siempre me preocupo de que ojalá la arquitectura no necesite más decoración que su vestimenta. Y funciona así el restaurante, sus materiales ya visten, ya son acogedores, ya te quitaron el eco, te bajaron la altura, te entregaron luminosidad. Ya están en armonía".
"Salir a comer es una experiencia completa, desde el ambiente hasta la forma en que te despides del garzón. Era muy importante que cada espacio tuviera su toque, un foco de interés en este restaurante".
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