Econciencia: Europa 5: edificios y espacio público


De una manera u otra, todas las ciudades europeas que he visitado tienen bien preservada su área central o casco histórico. Cuidadas, mantenidas y actualizadas (transporte, actividad cultural, iluminación nocturna, estacionamientos, entre otras), las transforman en zonas atractivas para visitar, alojar y fotografiar. Son una fuente de orgullo, de trabajo y de ingresos, todo gracias a una gran característica general común: lo público es más importante que lo privado.
Sin embargo, al recorrer la periferia de estas ciudades comienzan a perder su encanto. Se desordenan, se llenan de autopistas congestionadas, los edificios ya no arman espacios públicos (pues parecieran ser residuales), aparecen los centros comerciales, las bodegas, las industrias, la inseguridad, los avisos luminosos, el automóvil es el protagonista y ya no el peatón, no hay turistas, ni nada para fotografiar.
Pasa lo mismo que en Chile, pero con un ingreso muchísimo más alto. Pareciera que la modernidad y su arquitectura no están para concebir edificios que arman ciudades; esto sumado a ciertas leyes de construcción, intereses económicos, al uso del auto, falta de niños y proyectos de diseño formal autorreferentes, hacen ya casi imposible que se retome el ‘hacer’ ciudades.
Berlín es la excepción. Allí han sido ingeniosos al retomar ciertos patrones antiguos en la normativa (alturas fijas, colores, tamaños de ventanas, fachadas continuas, volumen general y otros), pero sin dejar de innovar. Un claro ejemplo de ello es la zona de Potsdamer Platz, con varios edificios proyectados por Renzo Piano, que en general es muy atractiva pues combina edificios y gratos espacios públicos, donde peatones, jardines, restaurantes, cultura y autos congenian bastante bien.
En Londres, en la zona cercana al Tower Bridge, en donde hay ahora numerosas torres de oficinas, incluyendo la segunda más alta de Europa, la torre Shard (por su forma angulosa), y otra con forma de pepino, no se ha armado nada interesante, urbanísticamente hablando. De hecho muchos londinenses están de acuerdo con esta apreciación. Las áreas de Oxford St., Piccadilly y Regent St. son lejos mejoras. En París ocurre algo parecido, la zona nueva de La Défense es caótica y aburrida, salvo el edificio del Gran Arco, que mantiene vivo el antiguo eje urbano que nace del Louvre, con gracia y gran simpleza.
Es un gran desafío para las urbes en general, crecer sin estropear u opacar el pasado que las mantiene vigentes. Hoy la responsabilidad del proyectista de edificios hacia la sociedad (ciudad) debe ser mayor que hacia lo meramente formal, cosa muy olvidada en la arquitectura actual, pues tratan de sobreponerse a la ciudad. Las ciudades deben preservar y recuperar con urgencia los espacios públicos, por ser elementos integradores.
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