Ecopublicidad
Es cierto que hay problemas con la energía, que hay daños en el medioambiente, grandes falencias en la calidad de vida y, también, que algo hay que hacer con ello. En nombre del planeta han aparecido en el camino quienes se aprovechan y ofrecen soluciones absolutamente falsas que distorsionan el problema real. Todo se transforma en un negocio más, que se sustenta en la ansiedad de las personas por salvar el planeta. A quienes se benefician les importa que existan susto y confusión; es más, lo fomentan y exageran, pues mientras más asustados e ignorantes, mejor será el negocio.
Esta situación se ha convertido en un mecanismo de ventas, pues la amenaza soviética ya no existe, el capitalismo aburre, los extraterrestres aún no nos invaden (además ya se sabe que no hay nadie por aquí cerca), el fin del mundo no llega (pero se aproxima), etc. Lo ecológico, verde, capas de hielo, osos polares, nivel del mar, el CO2, cambio climático, entre otros (todos en su base ciertas), son temas que ya no razonamos, simplemente aceptamos; elegimos ropa verde, gas en cilindro verde, compramos un auto que planta árboles a cambio (¿en dónde?), preferimos un lápiz con tapa verde, bolsas verdes, excursiones ecoturísticas en helicóptero, etc., sin cuestionar nada.
En arquitectura pasa lo mismo, se habla de una seudosustentabilidad y nadie se pregunta nada. Aparecen pieles de vidrio ventiladas que no sirven, muros acristalados inclinados, quiebrasoles para cualquier lado, casas con forma de rábano, sospechosos ecoedificios, costosas fachadas verdes y mucho más. Las revistas de arquitectura ecológica contienen un carnaval de colectores, flechas del sol en colores, que están justamente así para ser ‘vendidas’ a arquitectos que quieren, pero no saben cómo, ser sustentables. Nadie repara que lo más sustentable y ecológico es tener una simple casa con ventanas y una familia normal en su interior. Obviamente sobre esto no se habla en las revistas, pues nadie o pocos las comprarían: no es negocio. Sería como vender una revista con personas casadas, con familia y dueños de una pequeña casa con piscina inflable, en donde la dueña hace queques; eso no vende. Las revistas que se venden son aquellas que muestran gente casada ocho veces, con castillos heredados, que muestran sus problemas con un noble (torpe en general), autos deportivos andando en dos ruedas (algo muy útil). Peor actitud, en todo caso, es la de la gente que las compra, las que en general no valoran o no saben lo que son ni tienen.
La publicidad se hace y es un reflejo de lo que somos finalmente: gente complicada, asustada, sin capacidad de reflexionar y sin sentido común.
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