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El amor de Chile

Arquitectura y contenidos que se desarrollaron paralelamente, retroalimentándose, para presentar a Chile con toda su diversidad climática y productiva. Como un gran canasto que contiene los frutos del país, el pabellón de Chile en la Expo Milán 2015 se abre para ofrecer nuestra hospitalidad.

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Ahora es un espacio que propone una aproximación educativa al arte, especialmente para niños, pero el edificio que ocupa el museo Artequin nació para representar a Chile en la Expo Universal de París de 1889. Cuando haya cumplido su misión, mostrar nuestra cultura durante seis meses en la versión 2015 del encuentro, el pabellón que se construye actualmente en Milán podría volver para tener una suerte similar, convertirse en edificio público. Es lo que quisiera Cristián Undurraga, quien lideró el proyecto arquitectónico. “Pero hoy estamos abocados a completar la obra. Es una tremenda tarea, dificultada por la distancia. Quedan solo dos meses y tenemos que terminar el edifico, entregarlo y disfrutarlo. Después de eso podremos reflexionar sobre cuál sería el mejor destino y lugar, ojalá que en Chile”, dice él.

El proyecto que ganó el concurso público se articula en torno, el interior y debajo de un edificio flexible y permeable, pensado para encarnar el concepto de hospitalidad. “La exposición tiene lugar al interior de este edificio que está levantado, dejando un piso noble completamente abierto, como si la calle lo atravesara, generando un espacio sombreado en el que se extiende por cerca 50 metros una gran mesa para que el visitante experimente la gastronomía chilena. Se llama ‘El amor de Chile’ porque da cuenta de todo el proceso por el que pasan los productos, desde el labrador que cosecha, la persona que los transporta al mercado, la que los vende, la que compra, la que cocina, hasta que llegan en platos a la mesa. Es una cadena de amor que nos parece de una gran belleza y representativa de la vocación hospitalaria de nuestro país”, explica Undurraga. Todo el concepto, desarrollado por El Otro Lado Consultores, se alinea al tema de esta expo, ‘Alimentar el planeta, energía para la vida’.

A través de un recorrido lineal por distintos escenarios, Chile queda retratado como una tierra que  sintetiza prácticamente todos los climas existentes, lo que permite una de las producciones más ricas y heterogéneas del planeta. Esos contenidos fueron desarrollados como estrategia audiovisual por Francisco Arévalo y su equipo de Riolab. Undurraga cuenta que el trabajo del equipo de diseño y del creativo avanzó paralelamente, combinado, y condujo a esta visión del edificio de madera como un gran canasto que contiene los frutos del país. “Tenía que ser de madera de bosques reforestados, fue lo primero que definimos. Es un material renovable, cuyo potencial en arquitectura de gran envergadura es poco explorado. Como grandes exportadores a nivel mundial nos corresponde de alguna manera mostrarlo. Algo así como dar el ejemplo”, dice Undurraga. “Construir para seis meses no es sustentable, pero si en el futuro se reutiliza por 100 o 150 años como edificio público, sí lo será”, agrega Sebastián Mallea, arquitecto ejecutivo en el proyecto.

El plan maestro de la Expo Milán parte en el cruce de dos importantes avenidas, a la manera romana de fundar ciudades. A lo largo de un kilómetro y medio, bajo estructuras metálicas cubiertas con textiles, los pabellones se alinean como espina de pez en terrenos angostos y alargados. Esa condición compacta y ordenada permite ver varios pabellones recorriendo poca distancia y tuvo una influencia sobre las propuestas este año. “De alguna manera limita el afán de espectacularidad y de sobresalir. Aplaca ese ímpetu, cosa que me parece muy buena porque evita estridencias. Estos eventos tienden a favorecer lo exótico por sobre la arquitectura con contenido, sólida. La condición efímera de las construcciones hace que esas estrategias sean bastante impúdicas”, opina Undurraga.

Sebastián Mallea cuenta que la ubicación de Chile es bastante privilegiada, con mucha visibilidad desde el auditorio y el acceso principal, con EE. UU., Alemania, Suiza y Austria como vecinos.

¿Cómo se sienten en relación con los otros pabellones? “Cuando uno recorre la expo este proyecto se distingue por su materialidad, por su estructura. Esa diferencia es muy nítida. Estuvimos allá en febrero y pudimos apreciarla con calma. El pabellón de Chile tiene un sello”, comenta Undurraga. “Es muy honesto porque muestra los huesos, sus materiales y sus técnicas, madera y estructura reticulada, todo a la vista, sin tapujos. La estructura es el acabado y el acabado es la estructura”, agrega Mallea.

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