Espacio: La casa en el jardín
Buenos Aires. En un barrio alejado de la capital porteña, en donde las casas de estilo inglés dominan el paisaje y el ruido apenas se escucha más allá de la avenida, el arquitecto Alejandro Sticotti y la diseñadora gráfica Mercedes Hernáez construyeron su casa-jardín.


De una búsqueda en apariencia habitual -una pareja recién conformada, convertida en familia ensamblada, buscaba un nuevo hogar para compartir la vida común- surgió un proyecto original, que se despega del contexto urbano por sus múltiples particularidades. Alejandro y Mercedes recorrieron varias casas construidas, reconstruidas, recicladas o a reciclar, pero ninguna se adecuaba al gusto de ambos. En una de aquellas visitas descubrieron un jardín entre dos casas que estaba a la venta y no lo pensaron dos veces; decidieron emprender el arduo camino de construir la casa propia, respetando la dualidad del adentro/afuera como premisa fundamental.
“Quisimos mantener el espíritu del jardín en su esencia, construir la casa respetando este verde maravilloso. Algo así como ponerle un techo al jardín”, explican.
Les llevó tres años concebir y terminar esta casa en la que todos los fundamentos arquitectónicos de Alejandro se despliegan con maestría: la falta de revoques y, a cambio, el uso de maderas para revestir pisos y paredes; el uso de hormigón en crudo; las aberturas de madera y los pisos de cemento alisado, además de los muebles de líneas depuradas y austeras. El resultado es una estética simple, desprovista de pretensiones y en la que la sustentabilidad de los materiales es tan importante como la calidad y la sensación de naturaleza y apertura.
“Utilizo maderas de demolición siempre que puedo, ya que son estables y además de poseer un color propio y exigir menos trabajo -de estacionamiento, lijado, tratamientos, etc.- son maderas que respetan el medioambiente por ser recuperadas. En esta casa hay mucha madera de demolición, pero también lapacho y petirirí, que son dos tipos de madera que trabajo mucho en mis muebles”.
Donde no hay madera u hormigón, hay azulejos blancos -inmaculados- o mármol del más sobrio: “Los baños y la cocina están revestidos porque no quedaba otra opción para que fuesen funcionales, pero elegimos dejar todo lo más natural y simple posible. Es el mismo concepto que se ve en los muebles que diseño para mi marca -Net-, en los que tampoco utilizo tinturas o lacas innecesarias. Fíjate que hasta la tela del sillón esta teñida mediante procesos artesanales, con tintes naturales y por una especialista en el tema”.
El conjunto de la casa, que cuenta con una planta baja enteramente vidriada, un primer piso en el que conviven un estudio con las habitaciones de los cuatro hijos de ambos y un segundo piso dominado por una enorme suite con terraza propia, funciona como una gran pecera en la que estar adentro da la paradójica sensación de estar afuera, e incluso en un lugar mucho más lejano de Buenos Aires que el barrio de Olivos.
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