MasDeco

Tras las reliquias textiles

La investigación y la restauración textil son una dupla de labores que se ha transformado en un verdadero arte. Y no es para menos. Al alero de estas dos disciplinas, profesionales especializados trabajan en el cómo, el cuándo y el porqué fueron elaboradas distintas piezas, intentando descubrir el mundo que hay tras cada una de las puntadas precolombinas que, día a día, llegan a sus manos para cobrar nueva vida.

1137549

Los restauradores del Museo Chileno de Arte Precolombino están preparados para todo lo que a restauración se refiera. Así nos lo cuentan sentados en el pulcro laboratorio subterráneo que suman ya 30 años, hace las veces de oficina para Luis Solar, Érica Ramírez y Andrés Rosales. Allí están desde que junto a la inauguración del museo -en diciembre de 1981- se abrió este espacio dedicado a la conservación y restauración de las piezas que constituyen su colección, conjunto que es el legado artístico de distintos pueblos precolombinos americanos.

A las manos de este trío de restauradores llega todo tipo de reliquias históricas -cerámicas, metales, textiles-, y en ocasiones se han encontrado con piezas que necesitan de mucho trabajo antes de ser exhibidas al público. En la nueva Sala de Arte Textil, por ejemplo, que el museo inauguró con el apoyo de Minera Escondida, hay un traje ceremonial Chimú, cuya restauración demoró 10 meses. Se trata de una vestimenta que comprende tres partes: una camisa, un taparrabo con faldellín y un turbante, con colores e iconografías bastante similares. Detalles que para un simple espectador no son más que ornamentos, pero que para los restauradores se transforman en piezas claves para armar el gran puzzle histórico existente tras estos tesoros precolombinos.

Lento pero seguro

Erica Ramírez dice que una de las principales virtudes que debe tener un restaurador es la paciencia. Es que el proceso que abarca una restauración va más allá de lo que muchos piensan que puede ser un sencillo arreglo. De hecho, Luis Solar nos cuenta que antiguamente la idea era dejar el objeto perfecto; hoy, en cambio, "siempre hay que dejar constancia de una restauración. Como norma general tiene que existir una diferencia entre el original y lo que nosotros hemos hecho", explica el profesional.

Lo otro que hay que saber es que conservar no es lo mismo que restaurar. La conservación apunta a la preservación que se hace de una pieza, sin una intervención directa. Por ejemplo, si se sabe que un textil está sufriendo daños a causa de algún tipo de luz o porque la temperatura no es la adecuada (20% de luz y 60% de humedad ambiental es lo óptimo) se realizan las modificaciones correspondientes en el entorno en el que éste se encuentra, todo con el objetivo de minimizar el daño, y así el textil dure el mayor tiempo posible. Ahora, si tras investigarlo un restaurador concluye que un textil sí necesita reparación, lo primero que se hace -en algunas ocasiones- es lavarlo en agua desmineralizada y jabón neutro, eso sí, habiendo probado previamente cada una de las tonalidades que lo conforman, de manera de estar seguros de que ninguna de ellas destiña. Lista esta fase, el textil se debe montar sobre un soporte (que puede ser una tela con el mayor porcentaje de algodón o un papel libre de ácido) para, posteriormente, iniciar la intervención. Cada etapa pasa por un fichaje y una serie de fotografías que servirán como documentación y respaldo a quienes están trabajando. "Es que cada pieza es distinta a la otra. Y cada forma en que se aborda el objeto es, por lo tanto, también diferente", aclara Luis Solar.

Paulina Brugnoli y Soledad Hoces de la Guardia dicen que una de las características que debe tener un investigador textil es ser muy 'copuchento', ya que es muchísima la información que se puede obtener de estas piezas.

Aquí es donde ha sido vital la labor que, paralelamente, han realizado las investigadoras textiles de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, Paulina Brugnoli, Soledad Hoces de la Guardia y Paulina Jélvez, expertas en textiles del área andina. Ellas no son parte del staff del Museo Precolombino, pero sí fueron llamadas para colaborar con ciertos proyectos que requerían de una investigación más acabada. "Nuestro objetivo principal es situar una imagen dentro de su contexto total", dicen las investigadoras, y lo logran leyendo documentos,  cotejando datos, haciendo dibujos lo más fielmente posible de lo que sería su original, observando la infinidad de colores que aparecen en cada textil, etc. Eso sí, esta es una labor que ha ido en constante evolución. Ellas comenzaron estudiando los textiles desde su materialidad para, poco a poco, adentrarse en su inmenso y desconocido mundo. Se fijan, por ejemplo, en cómo se hila el algodón, en los colores de una misma pieza, en su estructura, sus uniones y terminaciones. Nada escapa al ojo de estas investigadoras (ni al de sus ayudantes, Cecilia Rubilar y Ángel Antonelli), quienes en este tiempo han creado una serie de carpetas en que están específicamente detalladas las características de cada una de las piezas de la colección del museo. Uno de los resultados es que la pequeña industria artesanal andina ya se ha visto beneficiada por sus investigaciones al adquirir conocimientos acabados con relación al tema; aunque no dejan de mencionar que también quisieran que tanto profesionales como público en general pudiesen proveerse de una correcta terminología, teniendo acceso a reconocer las distintas técnicas usadas por los antiguos tejedores precolombinos.

¿Vas a seguir leyendo a medias?

NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesTodo el contenido, sin restricciones SUSCRÍBETE

VIDEOS

Servicios