La increíble historia de Ion Țiriac: de comer ratas a olvidar que tenía dos Ferrari F40

Crédito: Colección Tiriac

El multimillonario de origen rumano hizo noticia al comentar que se había olvidado de un par de Ferrari F40.




Entre los magnates del mundo, pocos tienen tanta singularidad como Ion Țiriac. Nacido en Brasov, Rumania, en mayo de 1939, es conocido por sus hazañas en el mundo de los negocios como por su excéntrica vida personal.

Țiriac emergió de circunstancias que podrían haber sumido a otros en la oscuridad. Criado en la posguerra en condiciones de escasez, las historias sobre su infancia no dejan de asombrar.

Diversos medios cuentan que en sus primeros años, cuando la hambruna asolaba la región, Ion se vio obligado a buscar alimento en los lugares más inverosímiles.

Crédito: Colección Tiriac

Entre estas experiencias, el propio Tiriac comentó en una entrevista hace ya varios años sobre su infancia que “Y, fueron tiempos muy duros. No había que comer en Rumania. Se comía lo que se podía. Yo llegué a comer ratas para poder subsistir”. Real o fake, sin duda que es una anécdota que añade una capa de dureza a su ya legendaria tenacidad.

Pero Ion Țiriac no se detuvo en las dificultades de su juventud. Con una determinación férrea, forjó su camino hacia la riqueza y el éxito.

El deporte fue su acercamiento a un cambio de vida. Primero como jugador de hockey sobre hielo para el club Stiinta Bucarest, participando con la selección nacional en el Campeonato Mundial de Hockey sobre Hielo y representando a Rumanía en los Juegos Olímpicos de Invierno de Innsbruck en 1964.

Luego como tenista aumentó su fama. Compartió escena con una de las leyendas rumanas como Ilie Nastase. Como jugador ganó cinco títulos y fue 55° del mundo, incluyendo el doble de Roland Garros con el mencionado Nastase. Además, otro gran logro lo tuvo cuando dirigió a Guillermo Vilas, tenista argentino con el que se impuso también en la arcilla de París en 1977.

Su incursión en el mundo del tenis le valió fama y fortuna. Y fue una plataforma para hacerse un nombre en el mundo de los negocios. Fundador de uno de los mayores grupos financieros de Rumania, Țiriac Holdings, este empresario ha demostrado una y otra vez su capacidad para convertir desafíos en oportunidades.

Uno de los más recordados -pero también su gran derrota- la vivió precisamente en el tenis. Tras años de desarrollo, logró desarrollar el polvo de ladrillo de color azul. Parecía revolucionario y su debut fue en el Master de Madrid. Pero los jugadores odiaron el color, la textura y la firmeza, por lo que en masa exigieron no volver a ocuparlo. Ahí acabaron años de investigación.

Pero donde destacó con creces es en su afición por los automóviles, lo que es bien conocido; posee una colección impresionante, donde los modelos más exclusivos y exóticos son solo una muestra de su extravagancia.

La Colección Tiriac es una de las muestras particulares más impresionantes del mundo. Ubicada desde 2013 en una gran galería de aproximadamente 4.300 metros cuadrados, en Henri Coanda, Otopeni, junto al aeropuerto de Bucarest incluye 380 vehículos, algunos fabricados en 1899.

“Todos los autos de esta colección, los vehículos que están aquí, son 100 % funcionales. O, al menos, así es como debería ser. Cada 40 días, más o menos, dan 3 o 4 vueltas a la manzana, circulan al menos, durante 1 o 1,5 kilómetros. De lo contrario, todo se convertiría en polvo”, precisó en su minuto Ion Țiriac.

“Muchos de los autos expuestos pertenecieron a nombres famosos del mundo de la música o el deporte. Por ejemplo, hay un Rolls Royce Phantom 5, fabricado en 1960, que fue comprado por Sir Elton John en 1990. El artista encargó la pintura rosa y blanca, y el interior a juego”, indicó en un reportaje un periodista de Euronews.

“El primer auto que condujimos cuando estuvimos en Estados Unidos fue un Mustang Mach 1, y vi que Ion júnior, su hijo, le consiguió este auto, después de todo el tiempo pasado... Yo, en cambio, le regalé una scooter de 1972, cada uno según sus capacidades”, comentó con humor su ex compañero de tenis, el rumano Ilie Nastase.

El imponente Museo Tiriac incluye diversas joyas, como un Lagonda de 1976, un Alfa Romeo Montreal Coupe y el 1900C Super Sprint Coupe de 1957, además de una larga lista de Bentley de los años 50 y 60, varios Cadillac Eldorado y muchos Corvette que, incluyendo un Challenge Race Car de 1988.

También es la única colección en el mundo que posee los 7 modelos Rolls Royce Phantom de las series I-VII, incluidas 2 unidades de la serie IV, la generación de Rolls Royce más exclusiva jamás construida. Entre 1950 y 1956 sólo se produjeron 18 vehículos de este tipo, que inicialmente estaban destinados a familias reales y jefes de estado..

El vehículo más antiguo de la colección es un cuadriciclo Hurtu 3 1/2, fabricado en 1899, uno de los siete ejemplos que todavía existen en la actualidad.

Entre los últimos en sumarse a la colección, destaca el monoplaza Oracle Red Bull Racing RB6 con chasis número 13, equipado con una carrocería actualizada para la temporada 2016-2017 y con participaciones previas en carreras de velocidad. Ese monoplaza RB6 logró 20 podios, ganó 9 carreras y acumuló un total de 498 puntos, saliendo desde la pole position en 15 ocasiones.

“Hace 50 años, tuve el honor de conocer a Dietrich Mateschitz, el visionario fundador de Red Bull, el inventor de esta bebida, y entonces me pregunté sobre la importancia de construir una marca tan conocida. Lamentablemente, este hombre extraordinario nos dejó hace apenas unos meses. Al mismo tiempo, también tuve la oportunidad de conocer a su hijo. Durante mucho tiempo soñé con añadir un auto de Fórmula 1 a mi colección, siendo consciente de la rareza y el coste de estas piezas. Hace poco recibí como regalo un auto de este tipo, generosamente proporcionado por el joven Mateschitz, por lo que le estoy profundamente agradecido. Nuestra colección ahora cuenta con un ejemplar que cuenta con títulos importantes en su historia y también es un hito en la historia del equipo Oracle Red Bull Racing. Para mí, la mayor felicidad ahora es poder ofrecer, especialmente a los niños, la oportunidad de admirar este auto, junto con los demás vehículos de la colección “, precisó Ion Țiriac en la presentación del vehículo el año pasado.

Otro modelo llamativo que se sumó este año fue el Mercedes-AMG ONE. “Para la colección, la presencia de un AMG ONE es una gran ventaja, ya que hay pocos autos de este tipo en el mundo y probablemente no muchos de ellos estén al alcance del público. A partir de hoy, el AMG ONE (número 84 en una edición limitada de 275 unidades) se suma a los cientos de otros autos que he coleccionado a lo largo del tiempo. Lo que comenzó como una pasión personal se convirtió en una atracción muy grande, incluso a nivel internacional, y esto es una gran satisfacción para mí”, dijo Țiriac en la ocasión.

A pesar de su afición por los autos, un video de Tiriac se hizo viral pues reconoció que se había olvidado que tenía un par de Ferrari F40. ¿Cómo es posible que alguien olvide semejante posesión?.

La historia es, por decirlo de una forma sutil, muy particular. Y lo cuenta el propio Tiriac en una entrevista para el canal de YouTube Tiriac Collection.

Todo empezó en los años ‘80, cuando Țiriac le compró a Gerhard Berger, una leyenda de la F1, una Ferrari F40 . Luego, considerando la fama que tenía el ex F1, el entonces esposo de Carolina de Mónaco, Stéfano Casiraghi, le hizo una oferta para comprarle el deportivo.

Ahí apareció el “problema”. En esos años, e7l rumano vivía en Mónaco y no tenía dónde dejar los autos, por lo que los dejó en Múnich, donde otros Ferrari.l que pagó 700 mil dólares.

Ahí apareció el “problema”. En esos años, el rumano vivía en Monte Carlo y no tenía dónde dejar los autos, por lo que los dejó en Múnich, donde tenía otros Ferrari.

Pasó el tiempo y los F40 quedaron estacionados sin volver a rugir. Diez años después, el dueño del estacionamiento, ya intrigado por el hecho de tener esas máquinas sin movimiento, lo contactó y le recordó que tenía dos Ferrari F40.

Recién en ese momento Țiriac recordó esos deportivos y los sacó, pero llevaban demasiado tiempo sin respirar por lo que no funcionaban. Así es que los mandó a Maranello para Ferrari los renovara. Y el trabajo no fue menor, hasta hubo que desmontar el motor de los F40 para que volviesen a estar en óptimas condiciones.

Tras su paso por la sede de Ferrari, Tiriac se desprendió de los F40. “Tuve que venderlos cuando los saqué porque no sabía dónde guardarlos”.

Así cerró la historia de los Ferrari olvidados en Münich, los que le pertenecían a una persona que cuando niño tuvo que comer ratas para no morir de hambre y que con el tiempo fue tan grande su colección que un par de F40 se fueron al olvido.

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