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Daniel Innerarity, filósofo español: “La democracia está en crisis no solamente por culpa de los malos, sino por culpa de los males”

El destacado catedrático e investigador vasco, quien participará este lunes en un encuentro con intelectuales en el marco de la Reunión de Alto Nivel “Democracia Siempre” que se realiza en Santiago, conversó con La Tercera sobre esta cumbre progresista, los desafíos al orden global que plantea Donald Trump, así como los complejos escenarios políticos que atraviesan España y Chile.

Daniel Innerarity es investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática.

Apasionado por la montaña, Daniel Innerarity suspendió sus vacaciones en los Pirineos para viajar a Chile, si bien reconoce que para él “es una tentación siempre” venir al país. El destacado filósofo español asistirá junto a otros intelectuales a un almuerzo que el Presidente Gabriel Boric ofrecerá este lunes a los mandatarios de España, Brasil, Uruguay y Colombia que participan en la Reunión de Alto Nivel “Democracia Siempre”. Poco antes y en el marco de esta cumbre progresista, el investigador y académico será parte del coloquio “Apoyo a la democracia en un nuevo orden global: Diálogo sobre amenazas y estrategias a futuro”, que se llevará a cabo en el Salón de Honor de la Casa Central UC y que organizan el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), como parte de la conmemoración de sus 30 años de trabajo en el fortalecimiento de la democracia, y el Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Considerado como uno de los filósofos e intelectuales europeos más relevantes de la actualidad, Innerarity es catedrático de filosofía política y social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Además, es titular de la Cátedra Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Universitario Europeo en Florencia. Colaborador habitual de opinión en los diarios El País, El Correo/Diario Vasco y La Vanguardia, en 2004 la revista francesa Le Nouvel Observateur lo incluyó en una lista de los 25 grandes pensadores del mundo.

En conversación con La Tercera previo a su participación en estas actividades en Santiago, Innerarity se refiere a sus expectativas frente a este evento que, según sus organizadores, busca avanzar en un posicionamiento compartido en favor del multilateralismo, la democracia y la cooperación global basada en la justicia social. Asimismo, aborda los desafíos al orden global que plantea Donald Trump, así como los complejos escenarios políticos que atraviesan España y Chile.

Daniel Innerarity es investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Andrea Comas

¿Cómo se gesta su invitación a estas actividades en el marco de la cumbre progresista?

Tiene como punto de partida una preocupación sentida en muchos países del mundo y sobre todo en el ámbito progresista, pero que también debería ser una preocupación del mundo conservador, del tensionamiento al que se ven sometidas las democracias por diversas circunstancias. No solamente por los extremismos, por la extrema derecha, o personajes como Trump o Bolsonaro, sino también por un montón de circunstancias de naturaleza tecnológica, geotécnica y climática.

¿Y qué le parece que surjan iniciativas como ésta en este momento?

Todo lo que sea discusión, puesta en común, particularmente entre políticos y académicos, que tenemos dos lenguajes distintos, dos visiones, dos lógicas distintas a la hora de enfrentarnos a esta cuestión, me parece que tiene que ser muy provechoso, a condición de que se produzca un proceso de diálogo y de escucha, que los políticos entiendan que no nos pueden pedir a los académicos que entendamos la especial dificultad a la que se enfrentan ellos, que tienen que gestionar asuntos en relación con los cuales hay que combinar criterios de oportunidad política, de comunicación con la sociedad, de legitimidad, de ideas jurídicas. Entonces, son dos lenguajes, dos tipos de lenguaje muy diversos que están poco comunicados entre sí. E iniciativas como ésta me parece que contribuyen a hacerlo.

El presidente Donald Trump asiste a la ceremonia de firma de la Ley HALT Fentanyl, el 16 de julio de 2025, en la Sala Este de la Casa Blanca. Foto: Casa Blanca/Molly Riley Molly Riley

En su caso, ¿cuáles son las preocupaciones que desde el mundo académico, intelectual, le gustaría transmitir a los líderes políticos en este momento?

Tres cosas. La primera, la democracia está en crisis no solamente por culpa de los malos, sino por culpa de los males. No simplifiquemos esta cuestión pensando que todos nuestros problemas tienen que ver con el hecho de que haya personajes especialmente extremistas o con malas intenciones en ciertos gobiernos. Si esos gobernantes pueden hacer un daño fuerte es porque se dan las condiciones estructurales que los llevaron al poder y que les permitirían hacer destrozos mayores que si el poder estuviera más limitado y la forma institucional de la sociedad tuviera mayores fortalezas.

La segunda tiene que ver con el asunto de la tecnología y su función, su articulación con la política en el momento actual. Creo que ha aparecido un nuevo tipo de actor que no habíamos identificado, como una nueva especie biológica, zoológica. Son los tecnosolucionistas, que consideran que los problemas políticos se resuelven exclusivamente con más tecnología, acelerando los procesos, disminuyendo lo que ellos consideran como trabas burocráticas, el papel del Estado, la regulación. Estoy pensando en personajes, lo vemos muy bien en Estados Unidos, que durante años estuvieron pidiendo menos regulación y ahora lo que quieren es captar el organismo regulador.

Y la tercera idea es que el neoliberalismo y el liberalismo han desaparecido, han muerto. Ese marco de convivencia y de articulación de la economía que suponía respecto a la propiedad, competencia, intercambios económicos, todo a través del mercado, juegos de suma positiva desde principio de siglo, pero fundamentalmente Trump le ha dado el último estacazo, se ha debilitado y hoy lo que tenemos es un panorama completamente distinto.

El multimillonario inversor tecnológico Peter Thiel observa desde el podio antes del inicio de la segunda jornada de la Convención Nacional Republicana en Cleveland, el 19 de julio de 2016. Foto: Archivo Carolyn Kaster

La propiedad es cuestionada, hay actores, Trump especialmente, que ahora lanzan la pretensión de apropiarse de, por ejemplo, el canal de Panamá o Groenlandia o Canadá incluso, hay toda una carrera por hacerse con la propiedad de los datos, de los fondos marinos, incluso patentar algas, hacerse con satélites geoestacionarios o pasos marítimos. Hay una economía de predación y no tanto una economía de librecambismo, que según decía Montesquieu, conduciría a ese dulce comercio, conduciría a la paz entre las naciones, o que Ulrich Beck veía abocada a una democracia sin enemigos.

Peter Thiel, uno de los ideólogos que está detrás de Trump y que está en el proyecto 2025, lo decía expresamente: No haremos inversiones en materia de innovación si no tenemos una garantía de que el Estado nos asegura el monopolio sobre esa inversión por un plazo largo. Esto contradice el discurso corriente acerca de la economía de la innovación, según el cual habrá innovación porque habrá competencia libre y abierta. Ahora lo que viene a decir ese tipo de tecnosolucionistas es que no estamos dispuestos a invertir si el Estado, al mismo tiempo que denunciamos por otras cosas, no garantiza una posición de privilegio. Esto es un zarpazo sobre la línea de flotación del edificio liberal.

A propósito de Trump, en los últimos días han surgido críticas sobre la oportunidad de convocar esta cumbre progresista por las eventuales molestias que pudiera provocarle al presidente de EE.UU., en momentos de una alta incertidumbre ante las amenazas arancelarias de Washington. ¿Qué la parece?

Hablar de que con esto se incomoda a una persona cuya ocupación fundamental es incomodar a los demás y además hacerlo seriamente con congresos científicos o cumbres de jefes de Estado, sino con acciones muy concretas de agresión, creo que es un esperpento. Realmente la cuestión de Trump, las posiciones de Trump tienen que ser bien analizadas, hay que negociar en lo posible con él, pero hay una parte que tiene que ser combatida, que tiene que ser combatida también conceptual e ideológicamente.

De hecho, hay sectores que creen que la amenaza de Trump de imponer un 50% de aranceles a Brasil respondería a su molestia por la reciente cumbre de los BRICS realizada en Río Janeiro. ¿Cómo lo ve usted?

A mí me resulta muy difícil entrar en la psicología del personaje y pensar que la irritación que le pueda producir algo que está en el ámbito de la soberanía de un agente político, como Lula, tenga consecuencias arancelarias. Pero claro, si nos autorreprimimos y autocensuramos para no incomodar al gigante norteamericano, terminaremos no haciendo nada. Y me parece que sin que esto implique ir a escalar el conflicto innecesariamente, sí que es necesario que el resto de los entes políticos, particularmente los del mundo progresista, pero también, insisto en esto porque me parece importante, los líderes conservadores del mundo tienen algo que decir y a veces están muy callados y que no comparten el estilo de Trump, que no es un conservador, es una persona que está más allá del mundo conservador, que está en un espacio que podríamos calificar como reaccionario. Yo tengo mucho respeto por el pensamiento liberal conservador y poco por el pensamiento reaccionario. Y en ciertos países veo a los partidos conservadores con miedo, especialmente porque hacen frontera con electorados de extrema derecha, con miedo a marcar una posición propia, diferente y tratando de pescar en un espacio que no le va a ser muy favorable y que además le carga ideológicamente de una manera que le va a ser muy difícil sostener en el tiempo.

Líderes asisten a la 17ª Cumbre Brics en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Foto: Alexandre Brum/Brics Brasil

En una reciente entrevista con La Tercera, el filósofo español Amador Fernández-Savater afirmó que “el mundo no está hoy para moderados”. ¿Comparte ese análisis?

Puede que no sea un tiempo de moderados en el sentido de posiciones tibias o flojas, con poco atractivo y poca fuerza intelectual, pero tampoco hacemos un favor al encauzamiento de la conversación pública con las huidas hacia los extremos, las agitaciones improductivas o cierto antifascismo elemental que yo no comparto en absoluto. Creo que las posiciones extremas tienen que ser a veces desmontadas no tanto desde una posición simétrica, sino poniendo de manifiesto sus contradicciones internas o, por ejemplo, la falta de eficacia transformadora de esa agitación excesiva.

Y a mí no me preocupa sólo el radicalismo, me preocupa también el que al final del día la sucesión de radicalismos en los gobiernos da lugar a un estancamiento improductivo. No se va a cambiar la sociedad chilena desde una posición radicalizada en un extremo a la que sucede el extremo aglutinado contrario. Eso en la larga duración, que es lo que a mí como filósofo me interesa más analizar, el cuadro que nos ofrece es el de una parálisis y de una incapacidad de afrontar problemas colectivos que son muy graves y que requieren algún tipo de transacción en un espacio que podríamos llamar moderado, un espacio de visiones compartidas.

Pedro Sánchez y Gabriel Boric.

En enero de 2024, usted dijo que “en el gobierno de Boric se juega el destino de una nueva izquierda latinoamericana que haya aprendido de anteriores fracasos y que entienda que debe incluir en su proyecto a una mayoría social más amplia que sus espacios políticos más ideologizados”. ¿Cómo ve hoy a la izquierda más progresista en América Latina? ¿Aprendió de sus errores?

Si la izquierda no es escrupulosamente democrática y aparece como una fuerza política que estaría dispuesta a sacrificar ciertos aspectos de la democracia en beneficio de su hegemonía, será barrida por una derecha que lo hará sin ningún tipo de conflicto.

Por último, lo llevo a España. En las últimas semanas se han conocido casos de corrupción que involucran a figuras tanto del oficialismo como de la oposición. Asimismo, se han producido manifestaciones de xenofobia, de racismo, especialmente en el caso de Torre Pacheco, en Murcia. ¿Cuán complejos y riesgosos son estos fenómenos?

Hay un mantra compartido por muchos analistas en España, según el cual la corrupción sería sistémica, afectaría a las instituciones, a la vida política y económica, a todos por igual, que yo me resisto a aceptar, y me parece que responde a un mal análisis de la cuestión. España no es un país corrupto, los fenómenos de corrupción se suelen identificar y hay mecanismos que funcionan relativamente bien, algunos de los cuales tienen que ser mejorados para minimizar esto y castigar a los culpables, por tanto disuadir para que se hagan estas cosas. Pero esto no nos debería llevar a renunciar a nuestra capacidad de distinguir los diversos fenómenos. No es lo mismo una corrupción que se hace contra la ley, de quien se cobra una mordida por adjudicar una obra pública, que la corrupción de quien legisla de una manera que permite la corrupción sistémica.

Torre Pacheco, la ciudad española en la que grupos de ultraderecha persiguieron a migrantes norafricanos.

Y luego, sobre el tema de la xenofobia, vuelvo a decir algo que lo decía antes en otro contexto. Me preocupa menos el fenómeno puntual de la xenofobia o de unos extremistas, porque creo que eso se puede combatir relativamente bien, como que el Partido Popular no marque una línea neta entre gestión razonable del fenómeno migratorio, por cierto, una migración además que en España se necesita. Creo que tiene una enorme responsabilidad el mundo conservador, liberal conservador, de ofrecer un perfil, un contenido ideológico, un análisis lo más diferenciado posible de las estrategias de la extrema derecha. Le compete mucha más responsabilidad, incluso tiene más capacidad de actuación en ese espacio que el mundo progresista.

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