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Manuela Caiani, politóloga italiana: “La derecha radical es un movimiento social y se comporta como tal”

Esta académica plantea en esta entrevista con La Tercera que “los partidos de derecha radical no solo se están normalizando, sino que están a punto de convertirse en los más influyentes de Europa”.

La politóloga italiana Manuela Caiani.

La politóloga italiana Manuela Caiani es una de las expertas mundiales en el estudio de la derecha radical. Profesora de Ciencias Políticas en la Scuola Normale Superiore (Florencia, Italia) y académica afiliada al Cosmos Center for Social Movement Studies (SNS), recibió el premio nacional italiano Abilitazione para profesor titular de Ciencias Políticas y Sociología Política en 2017.

Su investigación se centra en el populismo, la política de derecha radical y los movimientos y partidos nacionalistas, los movimientos sociales y la participación política en Europa. Es Coordinadora del Grupo Permanente “Participación Política y Movimientos Sociales” de la Asociación Italiana de Ciencia Política (SISP, y es codirectora del Observatorio Internacional sobre Cohesión e Inclusión Social (OCIS). Su último libro -La transnazionalizzazione della destra radicale: identità, reticoli, conflitti- fue publicado este año en Italia por ediciones Iil Mulino y analiza la internacionalización de la ultraderecha. Estuvo de visita en Chile, invitada por la Escuela de Ciencias Políticas de la PUC, y conversó con La Tercera después vía Zoom.

¿Cómo ha evolucionado la situación en Europa? La derecha radical consolida cada vez más sus posiciones…

Es cierto. Cuando empecé a estudiar la derecha radical, en 2008 y 2009, yo era una investigadora especializada en movimientos sociales, centrada en los temas habituales de estos, no tanto en las elecciones ni en el comportamiento electoral. Y luego, por pura casualidad, al ganar un proyecto sobre internet y la derecha radical en Europa y en parte en Estados Unidos, empecé a aplicar mi análisis a la derecha radical. Desde entonces, tuve que mantenerme en esto como investigadora, porque el fenómeno era cada vez más relevante, y he tenido que abordar este fenómeno desde diferentes perspectivas. Me ha resultado muy útil centrarme en la derecha radical no solo desde una perspectiva electoral, como hacen otros colegas, o en la conducta, porque abordar la derecha radical y este movimiento desde la perspectiva de un movimiento social me ha dado la oportunidad de comprenderla como un actor plural. Y lo que vemos a nivel de liderazgo y partidos es, en realidad, solo una parte de la historia. Así es que mi respuesta a su pregunta es que la situación europea es, por supuesto, visible en el ámbito electoral, pero este ámbito electoral es sólo una parte de la historia, una especie de punta del iceberg que vemos.

¿Qué hay debajo?

Más allá de este momentum electoral, existe una creciente estructura de producción, compuesta por redes de diferentes tipos de actores, lo que amplía los temas de movilización. Pensemos en la fusión entre las cuestiones de género y antigénero y la derecha radical. Algo que hasta hace poco, al menos en Europa, no era tan relevante. La derecha radical siempre se ha centrado en su identidad, en la formación de la identidad política, principalmente en el nacionalismo y la inmigración. Ahora observamos una ampliación de los temas: también están empezando a centrarse en cuestiones medioambientales. Este será el siguiente paso. Vemos, por lo tanto, una ampliación de los temas potenciales de movilización, en particular las cuestiones socioeconómicas.

La primera ministra italiana Giorgia Meloni. Foto: Reuters. ALESSANDRO DELLA VALLE

¿Por qué los trabajadores votan por la derecha radical? ¿Por qué los jóvenes —aunque no en todos los países— votan por ellos?

Para entender lo que está sucediendo, la primera respuesta es: la derecha radical es un movimiento social y se comporta como tal, lo que significa que es una red de diferentes actores individuales y colectivos, incluyendo partidos políticos, movimientos sociales y asociaciones. Y precisamente estas redes de redes incluyen también a los jóvenes, que son reclutados por medios distintos a los habituales, como era antes a nivel de partido o al estilo de un partido. En cambio los jóvenes de la derecha radical a menudo son reclutados a través y gracias a las redes sociales, la radicalización en internet, etc. Pero también las noticias falsas, por lo que aquí encontramos la interrelación entre las redes sociales y la política, y en particular, la política regresiva.

En términos de identidad, ¿la derecha radical está cambiando para convertirse en mainstream?

La derecha radical implica, sin duda, xenofobia, nacionalismo, ley y orden, valores conservadores y antisistema, o más recientemente, crítica antiestablishment, que la derecha radical ha utilizado en lugar del antisistema para normalizarse y reincorporarse a los diversos sistemas políticos europeos. Esta tendencia a la normalización se vio, en mi opinión, impulsada en gran medida por este cambio de posicionamiento: “Ya no somos antisistema, somos críticos del establishment”. Este marco populista ayudó mucho a la derecha radical, a la extrema derecha, a normalizarse, también frente a los demás partidos. Por lo tanto, en cuanto a la expansión de la identidad política, es evidente que una derecha radical, que se está generalizando, incluso con posiciones gubernamentales, debe posicionarse en muchos temas sobre los que antes no se le pedía que actuara. Pero también se produce un cambio estratégico en la identidad política. Recientemente escribí un artículo donde caractericé a la derecha radical y su relación con Europa, y ya no son rechacistas ni euroescépticos. Es ingenuo etiquetarlos hoy de euroescépticos. Son, como los llamé, nacionalistas proeuropeos. Esto significa que ya no rechazan la Unión Europea, sino que están conquistando la UE.

Y esa es la transnacionalización de la derecha radical, un libro que usted escribió recientemente…

En este libro, analizando los últimos 20 años y a varias organizaciones de la derecha radical, desde partidos políticos hasta pequeños grupos, muestro que, tanto en términos de redes como de trabajo en red, la formación de contactos transnacionales y colaboraciones, encontramos marcos similares para conceptualizar estos temas, que, gracias a internet, se reflejan de un país a otro. Hemos realizado un análisis de contenido de los discursos en redes sociales de los últimos 20 años sobre algunos temas y hemos identificado los marcos principales, que muestran una gran similitud entre países. Lo que presenciamos ahora es una transnacionalización en términos de prácticas. Intercambian identidades, contactos y colaboraciones. La CPAC es grande, está en Estados Unidos. Estos eventos son lo que yo llamo “protestas desbordantes”. Esto significa que, durante estos eventos, la derecha radical nutre y construye todos los aspectos y dimensiones —identidad, redes y marcos— que explican su consolidación y, por ejemplo, el hecho de que los jóvenes voten por ellos. Y este es otro aspecto que es muy novedoso, en mi opinión, de la derecha radical tal como la vemos ahora, la llamada derecha radical de la cuarta ola.

¿Cómo describe esta cuarta ola de derecha radical?

Antes fue difícil para la derecha radical construir un partido europeo o un sujeto político similar, precisamente porque sus conflictos se centraban en los temas habituales, especialmente el nacionalismo y la inmigración. Por eso, ahora estudiamos cada vez con más atención a los procesos de difusión, la imitación de procesos también transatlánticos. Por ejemplo, Vox en España ejerce una especie de intermediación entre la derecha radical europea y la latinoamericana. Y dentro de este concepto de intermediación, se encuentra la idea de difusión; la difusión de procesos es un concepto que hemos utilizado con frecuencia en la izquierda y el ala progresista. Lo que vemos ahora es que esta difusión también se está produciendo en la derecha radical, pero normalmente no disponemos de herramientas analíticas para comprender el mecanismo, la trayectoria. Así pues, lo que ocurre ahora en Europa es que se legitiman mutuamente: Meloni, Le Pen, Orban. Este proceso de integración va de la mano con el proceso de legitimación política, que también utiliza la idea del contacto y el encuadre transnacional.

El líder húngaro Viktor Orban. Foto: AFP ZOLTAN FISCHER

¿Qué explica en definitiva el éxito de esta tendencia en Europa?

Hay tres grandes factores sectoriales o explicaciones del éxito de la derecha radical: un conjunto de factores a nivel macro (los grandes cambios estructurales, incluyendo la globalización, el empobrecimiento económico), pero también la globalización cultural, la migración, los salarios, etc. Dos: la reacción de los socialdemócratas y los partidos demócratas en Estados Unidos también forma parte del rompecabezas: la reacción o la no reacción. Finalmente, está el nivel micro, el nivel individual, la explicación de este cambio de valores hacia la derecha; quizás se trate de diferentes necesidades individuales. Pero también la historia, porque no podemos entender a Melloni en Italia, Alternativa para Alemania, sin mirar los últimos 10 años, en que se ha producido la integración de un actor que ha sido capaz de trabajar tanto en las elecciones como en la calle, a nivel social, no a nivel de partido, a través de esta red de asociaciones y eventos.

¿Quién está dando la respuesta más eficiente a esto, en términos de no perder los votantes?

Podemos decir que, tanto en el ámbito socialdemócrata como en el de la centroderecha tradicional, ambos son atacados por la extrema derecha y enfrentan desafíos diferentes, pero me parece que se trata de un desafío similar. Ahora bien, con esta pregunta, usted me impulsa a pasar del lado de la ciencia y los datos empíricos al lado de la reflexión normativa, en el sentido de qué se debe hacer o qué no, ámbito que es menos cómodo para mí. Dicho esto, mi primera reacción es que, de alguna manera, los socialdemócratas, los progresistas o los partidos políticos mayoritarios, tanto de derecha como de izquierda, no se dieron cuenta de que estos sujetos políticos estaban forzando aquí y allá el paradigma de la democracia liberal. Piensen en Hungría. Orbán es elegido democráticamente, pero está forzando, en el límite, la relación entre el Poder Judicial y la política, la cultura, es decir, la universidad y la política. Por lo tanto, en este punto, incluso para nosotros como politólogos, resulta bastante difícil definir Hungría como una democracia. Además, según nuestra definición, algo similar está ocurriendo en varias democracias europeas, pero a un nivel diferente. Así, en algunas democracias, lo que se ve más limitado es el derecho a la información pluralista. En otros casos, el poder judicial está más en riesgo. Por lo tanto, en primer lugar, creo que ahora es muy problemático reaccionar, porque parece que las fuerzas progresistas —especialmente las de los partidos políticos, no las de los movimientos sociales, sino los partidos políticos—, probablemente inconscientemente, han cedido a la derecha radical el espacio para cambiar poco a poco el paradigma real, algo que, en cierto modo, les otorga cierta hegemonía cultural.

La primer ministra italiana Georgia Meloni se está intentando diferenciar de otros líderes de extrema derecha, ¿no? ¿Cuál es su fórmula?

Bueno, ser mujer más las tradiciones. Educada en el culto a la virilidad y la exhibición del cuerpo del líder, seducida por 20 años de machismo berlusconiano, hoy la derecha italiana debe su fortuna electoral al poder mediático del liderazgo femenino de Giorgia Meloni. Así, este bando político, tildado durante mucho tiempo de misógino y sexista, está (irónicamente) un paso más cerca de romper el techo de cristal que hasta ahora ha impedido a las mujeres conquistar la cima de las instituciones. El auge del liderazgo femenino en la derecha no es solo un fenómeno italiano, en las últimas décadas, los partidos radicales de derecha en Occidente han optado cada vez más por hablar en términos femeninos. Los ejemplos son numerosos y van mucho más allá del conocido caso francés de Marine Le Pen. Ejemplos: Pia Kjaersgaard, quien dirigió el Partido Popular Danés (Df) de 1995 a 2012, derechizó las políticas danesas, especialmente en materia de bienestar social e inmigración, y hay varios otros. Estos son ejemplos importantes de mujeres en puestos de liderazgo cuya presencia ha logrado arrojar una luz diferente sobre las políticas y la retórica de la derecha radical. Estos partidos, tradicionalmente considerados un fenómeno puramente masculino (Männerparteien), están cambiando rápidamente de rostro en diversas dimensiones: desde el punto de vista electoral, ya no son votados predominantemente por hombres, mientras que las mujeres ganan cada vez más protagonismo en las organizaciones partidarias y representación en los parlamentos locales y nacionales.

¿Ha tenido impacto en las votantes?

Bueno, en Italia, por ejemplo, la brecha de género en la base electoral de Fratelli d’Italia prácticamente ha desaparecido, pasando del 37 % de mujeres que votaron por este partido en 2013 a alrededor del 50 % en 2018 (y en las elecciones europeas de 2019). Se está iniciando una nueva fase de polarización, en la que los partidos de derecha radical no solo se están normalizando, integrándose cada vez más en el sistema de partidos, sino que están a punto de convertirse en los actores más relevantes e influyentes de Europa. Y el FDI de Meloni es uno de ellos.

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