Derrumbe en El Teniente revive fantasma de ‘los 33′ de San José: gobierno cambia agenda y se suman rescatistas del 2010
El accidente en Rancagua, que entre otras cosas obligó al Presidente Gabriel Boric a suspender una ida a Talcahuano, hace inevitable comparar la tragedia vivida en 2010 en Copiapó. Expertos en Geología e Ingeniería en Minas dan detalles de las principales características que estos dos recintos tienen y qué tan expuestos están ante derrumbes y otros accidentes asociados a la actividad extractiva.
El paralelismo es casi inevitable. La tragedia ocurrida durante la tarde del jueves en la mina El Teniente de Rancagua se suma a una seguidilla de eventos que ocasionalmente ocurren en la extracción de minerales desde las entrañas de la tierra. Todavía está el recuerdo de aquel 5 de agosto de 2010, cuando un derrumbe en la mina San José en Copiapó dejó atrapados a 33 mineros a 700 metros de profundidad durante dos meses. Literalmente todo el mundo estuvo atento durante los meses siguientes al finalmente exitoso rescate de los trabajadores atrapados.
Hasta el cierre de esta edición, Codelco mantenía que cinco mineros continuaban atrapados tras el evento sísmico de magnitud 4.2 M, ocurrido a las 17.34 de la tarde. A 500 metros de profundidad, en el sector Andesita de la División El Teniente, se registró un derrumbe que hasta ahora dio un saldo de un fallecido, 8 personas heridas y 5 desparecidas.
“Mis más sentidas condolencias a la familia, amigos y compañeros de Paulo Marín Tapia, trabajador de la empresa Salfa Montajes, que desempeñaba labores en la División El Teniente de Codelco y que lamentablemente falleció en un accidente en la mina. A sus seres queridos y compañeros de faena, mi abrazo en este difícil momento”, publicó al respecto el Presidente Gabriel Boric sobre el derrumbe en El Teniente.
Además, informó que instruyó a la ministra de Minería, Aurora Williams, a estar en la zona para coordinar en terreno todas las acciones necesarias. “Haremos todo lo que está a nuestro alcance para encontrarlos”, declaró el Mandatario, quien suspendió sus actividades -un viaje a Talcahuano entre ellas- para monitorear el estado de la búsqueda de los desaparecidos desde La Moneda.
Por su lado, el gerente general de El Teniente, Andrés Music, descartó que el evento haya sido provocado por explosivos o perforaciones humanas. “La sismicidad está asociada a la explotación minera y a la tectónica local”, aseguró. Desde la entidad estatal enfatizan que en minería subterránea, a esta profundidad, son frecuentes los eventos sísmicos. Es probable que este sismo tenga esa naturaleza, lo que debe ser confirmado posteriormente. Además, y aprovechando la experiencia de 2010, el gerente dijo que parte del equipo de rescate está integrada por personas que también participaron en las labores de los mineros de la San José.
Pero, ¿qué tantas similitudes hay entre estos dos accidentes? Expertos en geología e ingeniería en Minas remarcan las características de estos dos eventos y destacan los posibles paralelismos que puedan tener estos dos lugares y situaciones. Sin embargo, advierten que las diferencias entre ambos casos son profundas.
“Yo los separaría completamente”, señala Mauricio Jara, director de la Escuela de Ingeniería en Minas de la Universidad Mayor. “Estamos hablando primero, en el caso de San José, de minería irregular, con condiciones muy precarias, versus El Teniente que tiene una trayectoria enorme en este rubro y que cuenta con altos estándares de seguridad y de inversión tecnológica. En palabras muy simples, El Teniente da clases de lo que es minería subterránea a otras partes del mundo”, señala.
El derrumbe de El Teniente ocurrió a menor profundidad que el de San José, lo que implica un escenario geológico y técnico distinto. Mientras los 33 mineros atrapados en 2010 quedaron bajo 700 metros de roca, los trabajadores de Rancagua se encuentran a 500 metros, según explica Rodrigo Quiroga, académico de la Escuela de Geología de la Universidad Mayor.
“Mientras más profundo, más difícil es mantener la estabilidad del túnel, y por lo tanto aumentan las probabilidades de derrumbe”, señala. Eso, según detalla, se llama presión litoestática y es un factor importante a considerar cuando se trabaja en minería bajo tierra.
Además de la presión, en la profundidad también juega un rol la temperatura. “No sé si se acuerdan de los videos de la mina San José, donde los trabajadores estaban sin polera por el calor terrible. Eso ocurre porque aumenta el gradiente geotermal. A mayor profundidad, más calor, y esa variable también incide en la estabilidad del macizo rocoso”, añade Quiroga.
Aunque el accidente de El Teniente coincidió con un temblor de magnitud moderada, Quiroga indica que no se trata de un fenómeno tectónico clásico. Sino que, según detalla, se trataría de un sismo inducido por la actividad minera.
“Cuando excavamos túneles y removemos material, perturbamos el estado mecánico de la roca. Eso genera fracturamiento, activación de fallas y, en algunos casos, pequeños sismos locales. No hablamos de los mismos procesos de subducción de placas, sino de una energía mucho menor, pero suficiente para desestabilizar galerías y provocar un derrumbe”, grafica el académico.
Además, el profesor remarca que estos eventos son frecuentes y han sido estudiados en faenas mineras de Chile y de otros países. “Siempre que uno perfora la roca, existe la posibilidad de desestabilizarla. Hay sismos que no se perciben y otros que pueden generar daños estructurales. Es un área de investigación en pleno desarrollo, porque el solo hecho de hacer minería subterránea aumenta la probabilidad de fracturas locales”.
Para Jara, las comparaciones con el derrumbe de San José en 2010 deben matizarse en función de los estándares de seguridad que aplica cada recinto de extracción. “El Teniente cuenta con monitoreo constante, estudios geomecánicos diarios, GPS para control de personal y un alto nivel de automatización que reduce la cantidad de trabajadores expuestos. En contraste, la mina San José operaba en condiciones precarias, sin las inversiones ni la tecnología necesarias para enfrentar emergencias”, agrega.
Asimismo recuerda que, tras 2010, las estadísticas de fatalidad en la minería chilena han mejorado significativamente. De hecho, el último Informe de Accidentabilidad Minera del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) muestra que en la época de San José se registraron 41 accidentes y 45 fallecidos asociados a la actividad minera en todo el país. En contraste, en 2024 solo se registraron 9 accidentes y 11 trabajadores fallecidos, y la tasa de fatalidad ha caído en un 83% durante los últimos 13 años. “Eso muestra un avance importante en estándares y cultura de seguridad. Sin embargo, siempre existen riesgos en la minería subterránea, sobre todo por los estallidos de roca y la heterogeneidad del macizo”, precisa Jara.
El mismo reporte indica que durante el primer trimestre de 2025, hasta junio, se han registrado 7 fallecidos asociados a accidentes en este tipo de faena. Si hacemos un desglose, hasta el mes pasado todas las fatalidades en minería se habían producido principalmente en yacimientos ubicados entre las regiones de Antofagasta y Valparaíso.
Ambos especialistas coinciden en que será clave esperar los resultados de la investigación de Codelco para conocer las causas precisas del derrumbe. Jara enfatiza que “El Teniente siempre ha hecho análisis extremadamente profesionales tras cada incidente, y en este caso no será la excepción. Lo fundamental ahora es rescatar a los trabajadores atrapados y luego comprender técnicamente qué ocurrió”.
Quiroga, por su parte, cree que estos eventos deben reforzar la necesidad de investigación en geología estructural. “Perturbamos un medio dinámico cuando hacemos minería subterránea. No sé si podemos predecir estos derrumbes, pero sí prepararnos mejor. Eso requiere más estudios, más inversión en ciencia aplicada a la minería”.
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