Amos Gitai: "Ser crítico es el mejor homenaje que uno puede hacerle a su país"
Ayer arrancó una retrospectiva del reconocido director israelí en Sanfic, organizado por Corpartes, quien abrió los fuegos con una clase en el GAM.
El 6 de octubre de 1973, día sagrado del Yom Kippur, fuerzas egipcias y sirias atacaron sorpresivamente Israel. Un estudiante de apellido Weinraub, joven izquierdista lector de Marcuse, fue reclutado ese día para integrar una unidad de rescate. No entró en combate, pero debió ir por los heridos, hasta que su helicóptero fue alcanzado. Salvó con vida, pero no todos tuvieron esa suerte. Weinraub es un personaje de la ficción que propone Kippur (2000). Pero es también el apellido, si se traduce al hebreo, de su director, Amos Gitai (60), que pasó por lo mismo que el protagonista. Al teléfono desde Francia, donde reside cuando no está en su natal Haifa, Gitai cuenta a La Tercera, quien lo alentó a contar su historia. Fue el legendario cineasta Samuel Fuller, el mismo para quien la única gloria de una guerra es sobrevivir a ella. Así, la experiencia de un conflicto sin épica derivó en una película donde la ausencia de escenas de combate se suple con el sonido sicodélico de las hélices de un helicóptero.
Kippur es una de las siete películas que integran la retrospectiva de Gitai que desde hoy ofrece Sanfic. Invitado por el Instituto Francés de Chile, el cineasta dictó también en el GAM una clase magistral. Su abundante filmografía de ficción y documental ha ganado reconocimiento en Cannes y Venecia, levantando igual controversia por su acercamiento al conflicto árabe-israelí: con cintas como Zona libre, que abogan por una mutua comprensión.
Usted ha definido el cine como un tipo de reflexión y de propuesta. ¿Cuál ha sido la suya?
En general, creo que toda buena obra se inspira en su contexto y es una propuesta en el sentido de que quizá podemos simular lo que hay que evitar y lo que puede hacerse, aunque no estoy a favor de una cultura orientada al panfleto. Creo que el cine debe encontrar formas sofisticadas de ofrecernos la realidad sin adoctrinar.
El pacifismo y el humanismo, ¿son parte de su propuesta?
Los conflictos existen en cualquier nivel de la sociedad, pero no va uno a matar a una persona cada vez que tienes uno. Quise que Kippur fuera una memoria de la guerra, de modo que quien tenga en proyecto alguna otra guerra, pueda echarle antes una mirada.
¿Recurre a los planos largos para mostrar cuánto tiempo toma conectarse a una emoción?
Sí. En el mundo de la TV y de la noticia de último minuto, somos informados a través de fragmentos que circulan muy rápido. Si uno quiere situar al cine en ese escenario, tiene que imponer otro ritmo, donde una de las opciones es la del plano secuencia, que nos permite meditar y recomponer la realidad mientras estamos viendo.
¿Se siente parte de una tendencia en esa línea?
Tiene usted a Aki Kaurismäki en Finlandia, a Abbas Kiarostami en Irán, a Hou hsiao Hsien en Taiwán, a otros directores en China. Creo que hay una familia de cineastas que tenemos un lenguaje común.
Usted ha hablado de la necesidad de "normalizar la representación visual del Medio Oriente". ¿A qué apunta?
Cuando pedí permiso para filmar Zona libre en Jordania, les dije a las autoridades de la Comisión de Cine que pensaba que no deberíamos capturar imágenes exóticas. Al comienzo estaban sorprendidos: en Jordania la idea era desarrollar el cine para aumentar el turismo. Yo les dije que esa no era mi labor y cooperaron.
Un personaje de Disengagement explica que la nacionalidad es una abstracción...
La identidad tiene que ver con la cultura, con la herencia, con los valores. La identidad nacional es algo público, que puede ser usado y manipulado, así que no sé si puedo hablar al respecto sin perjuicio de que la gente necesita adherir a una identidad.
¿Qué le pasó cuando la directora de la Autoridad de Radiodifusión de Israel canceló, en 2007, un acuerdo para emitir filmes suyos porque que usted no es israelí?
Creo que es una tonta. La mejor cultura que sale de Israel es una cultura crítica. Y, como se ve con Rossellini o con Fassbinder, el mejor homenaje que un artista puede hacerle a su país es ser crítico: eso indica que le importa, como a mí Israel, la amo, aunque no siempre estoy de acuerdo con lo que hace.
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