El año en 50 palabras: E - F - G
E
Elites
Carlos Peña: "Las personas se resisten a tener tutores"
El rector de la UDP y autor de Ideas de Perfil (Hueders) explica qué está pasando con los grupos dominantes de la sociedad.
Por María Angélica Bulnes
¿Por qué el término elite parece haber resonado más este año?
El fenómeno, si se lo mira con cuidado, no es de este año. Nos gusta creer que la experiencia se cierra con cada fin de año, pero esa es una ilusión. Son procesos continuos. Así la debilidad de las élites -porque ese es exactamente el problema- se ha configurado poco a poco en la última década y seguramente es una de las varias consecuencias del rápido proceso de modernización que ha experimentado el país.
¿Por qué?
Gracias a la expansión del consumo y la masividad de los medios, hoy las personas son más autónomas, viven su vida como el fruto de su propia gestión y de su esfuerzo y el resultado es que se resisten a tener tutores, ya no quieren ser pupilos o pupilas, y las audiencias están entonces alertas a que quienes han ejercido el papel de tutores tropiecen y se confirme así que no lo merecían. Visto desde el punto de vista cultural, la debilidad de las élites es, entonces, una muestra de la pasión por la igualdad que es propia de las sociedades que se modernizan.
¿Significa que ya no hay elites?
No es que no haya estratos diferenciados, los hay, desde luego y los seguirá habiendo (como seguirá habiendo élites, aunque más líquidas, menos hereditarias); pero ninguno puede reclamar, sin más, título para conducir al otro. Cada uno tendrá que legitimarse a sí mismo sin recurrir a factores meramente adscriptivos (como el linaje, la antigüedad o el origen). En medio de ese fenómeno estamos.
¿Me puede dar algunos ejemplos de la forma en que se manifiesta la desconfianza en las elites?
Bueno, sobran. Piense usted que ya nadie cree nada por anticipado. Confiar consiste en creer sin garantías; pero hoy ¿quién, en la esfera religiosa o política, cree algo sin garantías? Antes eran las audiencias las que tenían que probar que ellas no eran una masa ignorante y desordenada a la que no podía dejarse entregada a sí misma; hoy son las élites las que deben probar una y otra vez, a cada paso, que no son una tropa de sinvergüenzas y timadores y que su existencia tiene sentido. Un diputado insulta a un empresario y una turba lo agrede y las audiencias parecen dispuestas a justificarlo.
¿Hay una relación entre elite y populismo?
Quizá la relación es más bien entre debilidad de las élites y populismo. Cuando las élites se debilitan, como ha ocurrido en Chile, las audiencias, la gente, ya no se reconoce en ellas y los miembros de la élite, por su parte, pierden comprensión de la sociedad en que viven. Eso está ocurriendo hoy en Chile: la sociedad se resiste a ser comprendida. Por decirlo así, todos, la masa y la élite, están algo desconcertados. Y ese, claro, es terreno fértil para el populismo entendido como el intento por erigir un sujeto (la ciudadanía, el pueblo) cuyas pulsiones se amplifican y en cuyo nombre se habla sin mediación institucional alguna.
¿Qué fórmula prefiere: élite o elite?
Ambas son correctas, como usted sabe, tanto la fórmula esdrújula como la que no lo es. Y quizá la primera -élite- sea la más eficaz por ser la más usada y entonces debe ser preferida. Después de todo, el lenguaje tiene vocación de mayoría, ¿o cree usted que la tiene de elite?
Ejecutivos de TV
El año que vivieron en peligro
Por Isabel Plant
Si 2015 fue de enormes pérdidas económicas en los canales de televisión locales, éste fue uno lleno de sobresaltos del que sólo Mega, el imbatible Mega, se salvó y saca cuentas alegres.
Quizás el despido más llamativo fue el de Jaime de Aguirre, el alguna vez llamado "señor de las audiencias", el de la franja del No, el de los años dorados de TVN y del renacimiento de CHV; ese mismo. De Aguirre se encontraba fuera de la TV tras su salida de CHV, que se unió a la divulgación de boletas hechas para Bancard, que lo llevaron a declarar como imputado en el caso SQM. Su contratación en Canal 13 como director de programación era un rescate y un espaldarazo (incluso cuando era un puesto un escalón por debajo de su trayectoria). Pero sólo cuatro meses y medio después, un suspiro en tiempos televisivos, fue despedido. "No sé para qué me llamaron", dijo indignado en revista Capital. Unas semanas después, se ejecutó la operación "silla musical" en Canal 13: la subdirectora, Alejandra Pérez, subió a la dirección Ejecutiva, mientras que Cristián Bofill, que ocupó el puesto por dos años, bajó a la dirección de Prensa.
En Chilevisión, por mientras, tras un año sin éxitos en pantalla, se anunció la salida de Francisco Mandiola, sucesor de De Aguirre. Él logró trasladar Chilevisión a Machasa, y durante el año pasado disminuyó las pérdidas, pero el canal del Grupo Turner ha vivido una desconexión con la audiencia; el hombre a cargo de programación era el alemán Holger Roost-Macías, quien también dejará el canal el próximo año, cuando el nuevo director ejecutivo, Jorge Carey, esté instalado.
Y en TVN el 2016 comenzó con la renuncia de Carmen Gloria López tras 18 turbulentos meses al mando; la sucedió la gerente general de la estación, Alicia Hidalgo, quien no alcanzó a terminar el año: fue sacada, para poner a… Jaime de Aguirre, quien ocupa su oficina desde el lunes pasado.
Dos cosas deberían quedar claras para los ejecutivos de TV: en estos tiempos, mejor no encariñarse con el puesto y lo otro, que nadie, nunca, se dé por olvidado.
Encuestas
La importancia de un llamado
Por María José O'shea
Miércoles, 19.30 horas. Un tipo llega a su casa después del trabajo, saca una cerveza del refrigerador y pesca el control remoto. En eso, suena el teléfono.
-Hola, buenas tardes, lo estamos llamando para un estudio de opinión pública. ¿Sería tan amable de responder brevemente unas preguntas?
Él, que esa misma tarde tomó la decisión de ser más amable después de retar a su subalterno, respira, exhala, y dice "bueno".
-¿Si tuviera que comprar un auto ahora, qué color preferiría?
-Rojo.
-Y ahora, pensando en la reforma tributaria, ¿cree que fue buena o mala?
-No sé.
El tipo mira cómo su cerveza empieza a perder frío. Quiere cortar rápido.
Miércoles siguiente. El tipo está en la fiesta de Navidad de la empresa. Con su colega fantasean sobre qué se comprarían si tuvieran un megabono.
-Un auto azul- dice su amigo.
-Yo también. El azul es mi preferido –contesta el tipo, y piensa que si lo volviera a llamar la señorita, le diría azul.
La señorita lo dejó pensando. Porque desde este año le ha sorprendido que todos las semanas haya una encuesta que pregunta por el color preferido del auto. Y cómo, en tan pocos días, el rojo se acerca al azul, el verde y el amarillo van quedando atrás, y todo comienza a girar en que auto rojo y auto azul están a metros de distancia, y poco importa qué motor tiene el auto, cuán eficiente es y sobre todo, qué tal son sus frenos. Es más, pareciera que a los mismos fabricantes tampoco les importara demasiado cuál es su mejor oferta. Los fabricantes, europeos, americanos y chinos, se han sumado a la ansiedad de la señorita que pregunta todos los miércoles por el color favorito. Piensa que cada semana auto azul, auto rojo, verde y amarillo están haciendo cosas insólitas para aparecer mencionados más veces ante la señorita. Y para que la gente no se cambie de color.
Ese mundo está muy frenético, concluye el tipo y decide que para esa carrera acelerada y ansiosa es mejor no comprarse ninguno. Por algo cada vez más gente prefiere andar en bicicleta que participar en carreras de autos (ver Abstención).
F
Fidel Castro
O llevarás luto por mí
Por Pedro Schwarze
Fidel quiso volver. En el invierno cubano de 2010, cuatro años después que delegara sus funciones, Castro se volvió a calzar su traje verde olivo y se sintió con fuerzas para retomar el poder y ponerles freno a las reformas de Raúl y, sobre todo, para impedir que su hermano avanzara en el establecimiento de un diálogo con Estados Unidos. Pero, como pocas veces en su historia política, Fidel no olfateó que ya era demasiado tarde, que Raúl ya tenía el poder absoluto.
No había vuelta atrás. Ni en su declive vital ni en el curso hacia donde estaba conduciendo Cuba el nuevo presidente. Por eso cuando algunos se preguntaron el último fin de semana de noviembre, con ánimo conspirador, si acaso el gobierno de ese país había retenido la noticia de la muerte de Fidel –informada la noche de ese viernes 25 por el mismo Raúl Castro- para preparar el ambiente, acallar cualquier conato de festejo y ajustar las ceremonias fúnebres, la respuesta fue clara: no había necesidad.
Cuba y su régimen, e incluso buena parte del mundo, llevaban 10 años haciéndose la idea, sólo faltaba el desenlace; la maquinaria de las exequias mortuorias había sido montada con tiempo, y en la práctica hacía mucho que Fidel parecía que sus comentarios y "reflexiones" llegaban del pasado.
De cualquier forma, Fidel Castro dejó una marca indeleble y que se extendió por más de seis décadas. Puso a Cuba en el mapa, le dio protagonismo mundial, jaqueó a Estados Unidos y derramó su influencia no sólo por América Latina sino también por África. ¿Que si es un personaje del siglo XX? Claro que sí, pero supo aprovechar su tiempo, cabalgar la Guerra Fría y seducir a la Unión Soviética. Y sobrevivió a la caída de la URSS y al cambio de siglo, al punto que pudo extender nuevamente su influencia en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Yamileé, una médico cubana que cambió su oficio y su casa para recibir visitantes extranjeros en La Habana, se preguntaba en los días de luto decretados por su muerte, si Fidel Castro se convertiría en una imagen de camiseta, como de alguna manera se transformó el Che Guevara. A primera vista uno pensaría que no. A diferencia del argentino, Fidel murió de 90 años y su atractivo se perdió en los setenta u ochenta. Pero su orden de que no lo conviertan en estatuas y su nombre no sea utilizado ni en calles ni en edificios públicos podría alentar la aparición de poleras con su imagen. Claro, no la del viejito en silla de ruedas y con buzo deportivo, sino esas de joven fumando puros, cortando caña o jugando béisbol. Las mismas que llevan décadas colgadas en las casas de millones de cubanos.
La gran duda es hasta dónde llegará el legado de Fidel. Su hermano ha puesto en marcha lentamente su proceso de "actualización" del modelo (que algunos ven como desmantelamiento), y tiene nominado a un posible sucesor (Miguel Díaz-Canel), aunque podría estar deseoso de poner a su hijo, Alejandro Castro Espín. Pero en ese escenario de reformas, quien parece tener los mejores pergaminos es uno de los hijo de Fidel, Antonio, médico y vicepresidente de la Federación Cubana de Béisbol, quien mantuvo una relación muy estrecha con su padre y a quien, sostienen algunas fuentes, preparó para ese cometido, de la misma forma como Vito Corleone lo hizo con su hijo Michael.
Feminazi
Una palabra cargada
Por Tania Opazo
En un año donde el movimiento feminista se hizo notar, la respuesta de sus críticos se resumió en una palabra: "son unas feminazis", término que acuñó en los noventa el locutor de radio norteamericano Rush Limbaugh, contra las mujeres que defendían el aborto. Hoy su lectura es bastante más amplia y se utiliza de forma peyorativa frente a lo que es considerado un feminismo extremo, que se siente superior a los hombres.
"Finalmente se habla mucho de feminazi porque se habla mucho de feminismo, así que difícilmente se puede entender como un fracaso", dice Francisca Valenzuela, presidenta del Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC).
Varias otras se están apropiando de la palabra desde esa mirada. Una de las primeras fue la sicóloga y fotógrafa Kena Lorenzini, quien en una entrevista a Tendencias en mayo dijo "soy feminazi, y qué tanto". Para ella, este fue el año de las feminazis, y recuerda que la actriz y embajadora de la ONU, Emma Watson, también fue llamada así por su campaña "He for She". Su expectativa era que con este término sucediera algo similar a lo que ocurrió con queer (palabra inicialmente ofensiva contra los homosexuales y que la comunidad LGBTI hizo suya). Sin embargo, el concepto tiene una carga difícil. "Alguna gente que me decía, 'yo te encuentro toda la razón pero decir nazi de alguna manera nos duele'. Lily Pérez fue la primera que me hizo verlo, pero luego hubo otras personas", explica.
A pesar de la resistencia, Lorenzini piensa que el "feminazismo" continuará con aún más fuerza en 2017 de la mano de otro concepto que se popularizó este año: "policía feminista". "Nos tratan de fanáticas y agotadoras. Pero vamos a estar más alertas y más agotadoras. Porque las feministas estamos en todas las causas".
G
Garay, Rafael
El villano favorito
Por Óscar Contardo
El jueves 22 de septiembre el diario Las Últimas Noticias llevó en su portada el siguiente titular: "Amigos buscan a Rafael Garay tras su último tratamiento en Francia". En la nota se deslizaban la posibilidad de que estuviera muerto, que tal vez, acorralado por la enfermedad que él mismo había anunciado por los medios, hubiera tomado una decisión desesperada. Hubo, incluso, cadenas de oración. Conocidas figuras de espectáculo expresaron rápidamente su preocupación por las redes sociales: "Vuelve, Rafa", pedían. En el plazo de horas la tortilla dio la vuelta: Garay pasó de mártir a villano. No había tumores en el cerebro, sino millones de deudas, una mujer embarazada abandonada, muchas mentiras y un hombre ancla estafado en su confianza que le enviaba un mensaje. La historia de Rafael Garay era la construcción de un gran simulador, un talentoso señor Ripley que logró levantar una reputación fabricando un personaje que no existía. Garay paseó su personaje por los canales de televisión y por los diarios, concedió entrevistas para matinales, aconsejó a los más pobres y desafió a los más ricos; era una especie de héroe del liberalismo con conciencia social, atento a las evoluciones del mercado y a los índices de la Bolsa, pero también a las necesidades del pueblo. Intentó, incluso, una carrera política por la vereda progresista, que era la que le correspondía.
Su fantasía no tenía límites, tampoco contradictores. Dijo que había rescatado personas de un reactor nuclear colapsado, sin que nadie se atreviera a dudar de sus dichos. Posaba de economista con un grado académico que jamás tuvo y montó empresas que aseguraban ganancias milagrosas a un par de clicks de distancia. Ese era el personaje. La realidad la sabríamos con el correr de los días.
La figura de Garay pasó a formar parte de un curioso club, aquel formado por personajes como Mauricio Israel y Franco Parisi, sujetos cuyo mayor mérito fue encantar a editores y productores de televisión para lograr una vitrina que los llevaría a ser considerados personas serias a las cuales muchos debían escuchar. Traducían la lengua de los economistas a la jerga de la calle. La historia de Rafael Garay es la de un personaje de película que se reía de todos, pero también es la de un medio televisivo adicto a los discursos chatarras que convocan audiencia, una batidora de frivolidades que en el deseo de transformarlo todo en entretenimiento acaba destruyendo confianzas y levantando esperpentos, mostrando pícaros de traje y corbata como si fueran héroes de mil batallas.
Gilmore Girls
Enchúfate
Por Constanza Gutiérrez
Esta serie familiar, transmitida entre 2000 y 2007, regresó hace un mes, gracias a Netflix, con cuatro capítulos titulados "A Year in the Life". Hace diez años, nos presentaba a Lorelai y Rory Gilmore, madre e hija, en el pueblo ficcional de Stars Hollow, al que Lorelai había llegado muy joven, después de tener a Rory con sólo dieciséis años y de que sus padres intentaran casarla. Ahí encontró una familia lejos de las convenciones que sus adinerados padres exigían, y su vida transcurrió tranquila hasta el momento en que las encontramos nosotros, el público: cuando la ya preadolescente Rory es aceptada en un prestigioso colegio, el Chilton, y Lorelai debe pedirles dinero a sus padres para pagar la costosa cuota de incorporación. Su madre, astuta, accede con una condición: que ambas vayan a comer con ellos todos los viernes.
La serie fue de las favoritas del público por los diálogos rápidos, su humor blanco, las referencias a la cultura pop y las bandas que sonaban o hicieron cameos, como The Shins y Sonic Youth. Stars Hollow sólo aportaba encanto: una localidad pequeña y tranquila donde todos se conocían y cada uno de sus habitantes era una caricatura entrañable.
El regreso se anunció durante meses, pero el resultado fue terrible. No sólo por sus errores estructurales e insulsos diálogos, sino también porque parece anticuada, estancada en 2007. Lo que ese año no era motivo de debate hoy sí lo es y por eso se le ha criticado la antojadiza Marcha del Orgullo en la que Rory comenta que los gays son los chicos más divertidos, la caricaturización de la comunidad latina o la manera en que la madre de Lorelai se burla de una mujer bipolar.
El mundo avanza muy rápido y sólo algunos se enchufan. Gilmore Girls no lo logró.
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