Cien Años de Perdón: el éxito del cine español que desnuda la corrupción política
Hoy se estrena en Chile la película hispana más vista del año, con más de un millón de espectadores. El actor Luis Tosar habla del filme que parte con un robo a un banco y sigue como crítica social.

Durante una mañana más fría de lo habitual, una banda de ladrones altamente profesionalizados irrumpe en la sede central de un banco de Valencia. Las temperaturas bajas, las congestiones vehiculares y los vientos imparables tienen a medio despertar a los habitantes de la urbe, y todo ello es viento en popa para este grupo de atracadores. Lo que no será tan favorable es el resto del asalto, salpicado de inconvenientes y desaciertos mayores. Manchado, en definitiva, de aquellas situaciones que le dan carácter y personalidad al subgénero de las películas de robos. En el caso de Cien años de perdón hay incluso más sorpresas que de costumbre y, por lo mismo quizás, fue un éxito absoluto de taquilla en España.
Estrenada el 3 de marzo en el país europeo y un día después en Argentina, esta producción dirigida por el realizador vasco Daniel Calparsoro se ubica hasta el momento como el filme español más taquillero del año, con seis millones de euros en recaudación y más de un millón de espectadores. La película, que en rigor es una coproducción entre España y Argentina con actores de ambas nacionalidades, es también el último ejemplo de la larga sociedad entre trasandinos e hispanos en el cine, cuyos ejemplos más recientes fueron El clan (dirigida por el argentino Pablo Trapero) y Truman (del catalán Cesc Gay).
Aunque Cien años de perdón ensambla todas las piezas del género (ladrones enmascarados, bóvedas, túneles secretos) va más allá y ofrece una subtrama de tono político. Es más, es una derecha diatriba contra la clase institucional: mientras los ladrones liderados por El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar) efectúan el asalto, se descubre que una de las cajas fuertes esconde una serie de documentos que implican a la Presidenta del gobierno en casos de corrupción. En ese esquema, el robo pasa a segundo plano y la maquinaria política entra a operar para evitar la filtración de tales escandalosas inculpaciones.
Aún así la cinta no se queda en ese plano y cada una de sus capas esconde un sucio truco más: cada cual carga con su propio pecadillo, desde el miembro más feble de la banda hasta el jefe de gabinete, pasando por los banqueros y los gerentes de la sucursal.
Al teléfono desde España, el actor Luis Tosar (Los lunes al sol, Celda 211) saca sus conclusiones: “En España llevamos muchos años de crisis y de decepción, mucho tiempo en que literalmente cada día se destapa un nuevo caso de corrupción o robo de millones de euros que a uno le hace pensar que la crisis más que mundial era quizás sólo española”. En ese sentido, considera a Cien años de perdón como una experiencia catártica para el público: “Por esta razón, en una película de ladrones de bancos, los que en un principio podrían parecer los malos no lo son tanto, y al final el espectador toma parte y se identifica con ellos. Está claro que son piratas modernos y actúan en beneficio propio y no de la sociedad, pero por lo menos parecen tener más principios que los tipos que manejan los bancos, donde la moral brilla por su ausencia”, dice Tosar.
Filmada en Valencia, Islas Canarias y Buenos Aires, Cien años de perdón deja entender desde su propio título (que deriva del refrán “Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”) sus implicancias críticas. Aún así, jamás pierde en cuenta su matriz como narración de acción. “Es un filme de género y como tal tuvo escenas difíciles de filmar, sobre todo las acuáticas, las de los túneles y las de enfrentamientos. Pero al mismo tiempo hay una dinámica muy interesante entre el personaje de Rodrigo de la Serna, un actor que me parece sobre la media en su país, y el mío. El es el que monta el show, el canchero y el que más habla, mientras yo soy algo más introvertido, veo la logística y, por decirlo de una forma, la ingeniería del robo. Con el tiempo, sin embargo, esta relación va cambiando y mi personaje, El Gallego, toma más el mando”, explica Tosar, cuyo lazo con Chile es sentimental. Su pareja es la actriz María Luisa Mayol, a quien conoció en el rodaje de Santos (2008) de Nicolás López.
Cien años de perdón tiene guión de Jorge Guerricaechevarría, el habitual escritor de las cintas de Alex de la Iglesia, y aquel tono irónico y cómico se deja ver en varias escenas. “El humor es esencial para esta película, pues hace que respire bien, que los espectadores conecten con los personajes y que no todo tenga un peso dramático terrible. Hay algo de absurdo, pero así es la vida también, con planes que a veces no funcionan y cosas que salen mal. Y a la hora de observar la realidad política, lo mejor es reírse de las cosas. Es el último recurso de la gente: los bancos y los gobernantes te podrán desvalijar, pero siempre te quedará el humor. Si te quitan eso es que definitivamente estás rendido”.
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