Constanza Michelson: 'Hoy hacer felices a los niños es más importante que tener hijos éticos, productivos y autovalentes'
La maternidad, la lactancia, el colecho, la sexualidad. Debates que toman fuerza en las redes sociales, que abanderizan a mujeres y que terminan dividiéndolas entre buenas y malas madres. Esta sicoanalista, que además escribe columnas, libros y es panelista radial, da la pelea por el humanismo, la reflexión y la libertad de elegir, aunque eso enfurezca a las que, ella llama, 'mamitas furiosas'.

De entrada, sorprende su embarazo. A los 38 años y con dos hijas (de 9 y 7 años), Constanza acusa recibo de la sorpresa y bromea: “Viste que no soy tan mala, si hasta puedo tener guagua”. Y es que, en parte a propósito, pero también muchas veces sin quererlo, se ha transformado en la voz de la disidencia cuando se trata de temas como la lactancia extendida, el colecho o la crianza “natural”.
Desde su consulta como sicoanalista o sus espacios como panelista en radio Paula y columnista de The Clinic –con títulos incendiarios como “La esclavitud de follar” o “La teta: la nueva hoguera”- ha ido ganando su espacio entre quienes no se sienten representadas por esta corriente de maternidad con lactancia extendida, colecho y el dejar ser a los niños. Pero también quiere convertirse en una voz que aboga por la libertad de las mujeres para elegir.
Partió haciendo carrera en la salud pública, trabajando específicamente en adicciones. En eso estaba cuando conoció al conductor José Miguel Villouta, quien la invitó a trabajar en unos podcast llamados Abajo el amor. Era el año 2009 y por primera vez empezó a abrir las puertas de su consulta y a sacar a los terapeutas del hermetismo con que suelen trabajar. “De ahí a la escritura fue un paso. Siempre quise escribir y apenas pude lo hice, primero a través de un blog y después con columnas en The Clinic, el diario Hoy por Hoy y mi libro Cincuenta Sombras de Freud”, explica.
En paralelo se casó, fue mamá, se separó, volvió a casarse y hoy espera su primer hijo hombre. Así, con casi siete meses de embarazo, se ha visto involucrada en la discusión por el tema de la lactancia materna y el conflicto entre un grupo de mujeres y el Ministerio de Salud por la compra de leche de fórmula que se ha extendido en redes sociales a través del hashtag #minsalsinnegocio o #minsalsinrelleno. Reconoce que le dio papa a su primera hija, a pesar de que no le resultó fácil. Con la segunda, decidió que no había nada de malo en complementarlo con mamadera un par de veces a la semana y ganar así tranquilidad. Hoy asume que amamantará a esta guagua, pero quiere poder decidir si quiere o puede hacerlo; y que otras mujeres pueden tomar esa decisión en paz.
¿Eres feminista?
Me cuesta pensar que una mujer no sea feminista, casi por defecto. Luego de eso, creo que hay muchos matices y muchas veces las categorías y rótulos amarran. Lo que a mí me interesan son las contradicciones y eso viene del sicoanálisis, de decir desear una cosa, pero en realidad inconscientemente buscar otra. Y eso implica ser contraintuitivo, no creerse todo lo que te dicen. Esa tensión del pensamiento es la que me parece interesante, la que abre preguntas.
El cuerpo y la ideología
“El cuerpo de la mujer siempre ha sido territorio de batallas ideológicas, porque los discursos son siempre ideológicos. El mundo históricamente ha estado escrito desde lo masculino, se instala una norma que nos deja como minoría, aunque no lo somos”, dice. Y agrega: “El conflicto hay que sacarlo de las pro y las antilactancia, porque es absurdo que alguien se declare antilactancia. El problema es que se está ligando la idea de amor de madre al pecho. Y patudamente están llamando a eso ‘maternidad con apego’… o sea, ¿las mamás que dan mamadera no tienen apego? Perdón, pero es mejor dar una mamadera con amor que dar una pechuga con angustia”.
Pero se supone que una cosa es más natural que la otra…
Es que esas ideas se basan en discursos que tienen poco espesor intelectual: la naturaleza, como tal, es cruel y despiadada y en ella se impone la ley del más fuerte. Por lo mismo, biologizar la política es muy peligroso… y es lo que hicieron los nazis. También está el argumento de que es lo que recomienda la neurociencia. Pero tampoco podemos olvidarnos de que la ciencia tiene mucho de política; la homosexualidad fue considerada una patología hasta los años 70, y si dejó de serlo fue por lobby político. La ciencia es patrimonio de la humanidad y podemos discutirla. Cuando los argumentos que entregan son tan absolutos como la naturaleza y la ciencia, yo las invito a parar un poco y a pensar para qué entonces creamos el humanismo.
Ahí entra el derecho de una mujer a vivir la maternidad como quiera.
Yo investigué el tema del Minsal, que es un proyecto para introducir leche de mejor calidad para aquellos niños sin lactancia exclusiva, hablé con gente dentro del ministerio. Ellos mismos me explicaron que habían tenido que eliminar como causal para la entrega de fórmula la hipogalactia (sensación de las mujeres de producir poca leche o de baja calidad), que por último podía ser el resquicio para una mujer que simplemente no quisiera o no pudiera amamantar. Obviamente ellos no pueden obligar a todas las mujeres a dar pecho, pero están tan presionados por este discurso super instalado, que no saben si van a seguir adelante con la entrega de leche a esos niños de parte del Estado. Eso es castigar a las madres a través de sus hijos y eso es inmoral. Tenemos super buenas cifras de lactancia, de más del 50 por ciento de las mujeres con hijos menores de seis meses, pero qué pasa con la otra mitad… ¿qué pasa con aquellas que, por las razones que sean, no tienen lactancia exclusiva? ¿Son malas madres o madres sin apego? Eso es ligar el amor de madre a determinadas prácticas.
¿Cuánto hay de hípster en el discurso de ciertas madres profesionales que andan en bici, cultivan tomates y dan pechuga hasta los dos años?
Todo parte de buenas intenciones, las esencias son muy nobles. Ser bueno hoy día es muy fácil, es cosa de acusar a otro, adherir a una causa y ya eres un buenista, aunque no te hayas hecho ninguna pregunta interior. Pero no hay nada más peligroso que un ser humano que no puede ver sus propias contradicciones, sus fracturas. Esas personas son un arma mortal. Hay demasiados gritos, están todos indignados y viendo conspiraciones en todos lados y eso nos vuelve un poco estúpidos. Hay algo del discurso de estas “mamitas furiosas” que tiene mucho que ver con eso, que cae en la tontera… Un ejemplo, hace algunos años todos se reían cuando la gente más popular andaba con la pulsera de los once poderes de Omar Gárate; pero hoy todas las mamás del barrio alto andan con los niños con collares de ámbar. Cuando pregunté por qué lo hacían, me contestaron que era porque tenía propiedades antiinflamatorias… ¡Explícame por qué uno tiene que tener a los niños desinflamados!
Desde lo terapéutico, ¿te has enfrentado a alguna persona con problemas por haber sido un niño de mamadera?
No. Es más, creo que en mi generación nunca supimos cuánta leche nos dieron. Estamos de acuerdo en que el apego y la contención son importantes, pero el cómo sea y cuánto dure no está determinado. Uno se encuentra con gente con estragos por la relación con madres muy ausentes, pero también por mamás demasiado presentes o egocéntricas que pueden enfermar muchísimo. Y acá es donde entra también el tema de la felicidad: hoy hacer felices a los niños es más importante que tener hijos éticos, productivos y autovalentes, además entendiendo que la felicidad tiene que ver con experiencias: andar a poto pelado, tocar los árboles, no reprimirlo… y eso puede terminar en un niño insoportable. Me ha tocado ver a pacientes con hijos que no son capaces de ser uno más; y eso es super problemático. Y ese es el hipterismo de tener hijos “especiales”.
¿Qué opinas de otras prácticas como el colecho (dormir con el niño en la misma cama)?
Todas prácticas que exaltan demasiado el lugar de la maternidad, estar al servicio de los hijos. Freud hablaba de “su majestad el bebé” y eso tiene que parar en algún minuto, para que el niño entienda que no es todo, que hay un mundo afuera donde tiene que ir a hacer cosas para ser querido y que eso es parte fundamental del pacto social. Hoy los discursos apuntan a quererse a sí mismo por sobre todas las cosas, pero eso atenta contra el amor, porque para ser querible uno tiene que hacer ciertas renuncias. Y claro, sufrimos por eso, pero si no fuera así, andaríamos por la vida cortando cabezas.
¿Por qué las mujeres se pelean y no respetan las formas en que cada una vive sus procesos?
El feminismo siempre promueve la solidaridad entre las mujeres, que no peleen porque cuando lo hacen se empiezan a dar pasos hacia atrás. Yo entro en estos debates cuando me doy cuenta de que ciertos discursos que antes eran privados comienzan a tomar cierta hegemonía en lo público y a transformarse en morales. Y eso empieza a tener consecuencias políticas, como lo que hoy ocurre con el tema de la leche de fórmula, que me parece inmoral y grave. Y ahí alzo la voz, porque tengo hijas mujeres. Quiero que exista la libertad, que existan opciones y que se le dé espacio a la subjetividad, que no todo venga resuelto desde afuera. Tengo la sensación de que estos justicieros, estos santones del Facebook, todavía no ven la contradicción de la condición humana y viven en la dicotomía de los buenos y los malos, donde ellos obviamente son los buenos… y darse cuenta de que uno -y también el resto- es más o menos, es muy liberador y te lleva a ser un ser humano más ético.
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