Crítica de Cine: Antes que el diablo sepa que has muerto
El veterano Sidney Lumet, emblema del Hollywood más liberal en cintas clave como Network y Tarde de Perros, regresa en su mejor forma con este asfixiante drama sobre la ambición desmedida.

No digamos que los hermanos Hanson se toman la vida con mucha calma. Andy Hanson (
Philip Seymour Hoffman
) tiene un plan para darle una salida a su agitada vida: le propone a su hermano Hank (
Ethan Hawke
) hacer un asalto a la tienda de joyas de sus padres. La idea, aunque demente, puede tener sentido: sus padres tienen seguro, la tienda queda en un lugar alejado y suburbano y todo puede salir bien si queda claro que nada debe ser violento. Pero la fantasía del crimen perfecto, en todo policial de buena estirpe es siempre eso, una fantasía, y el atraco que no debía causarle problemas a nadie se vuelve una pesadilla que enfrentan estos personajes por el resto del metraje.
Con una narrativa compuesta en base a saltos temporales que ocurren antes y después de la escena del asalto (una estructura que ya se está volviendo un lugar común en cierto cine de Hollywood, desde
"Perros de la calle"
hasta "
Expiación
,
deseo y pecado"
, pasando por cierto por las invasiones latinoamericanas como "
Ciudad de Dios"
y "
Amores perros"
), la película del octogenario director norteamericano Sidney Lumet se inscribe sin problemas en su mundo de personajes tensos, tironeados por el mismo mundo que se han construido alrededor. El sórdido y sobrepasado Andy Hanson en una versión actualizada del angustiado Sonny (Al Pacino) en "
Tarde de perros"
, o el personaje lumetiano por antonomasia: el conductor de noticias Howard Beale (Peter Finch) en
"Network"
que termina gritando al aire: "¡Me he vuelto completamente loco! ¡Ya no puedo aguantar esto!". Los personajes de sus películas ha menudo son empujados por la sociedad a transitar por el territorio espeso de la angustia personal, ese fango que debe pisarse antes de perder la razón por completo.
Si bien esta no está entre sus obras mayores, es una fiesta entregarse como espectador al manejo dramático que puede hacer Lumet, por ejemplo, de una larga escena de sexo. Y eso ocurre porque uno de sus mayores atributos es que su convicción política se traduce, siempre e inevitablemente, en peso dramático. Sus construcciones son de mano firme, y en este sentido, esta cinta es otra manera de dar cuenta de esa olla de presión existencial a la que puede llevar el ansia de éxito, de influencia, de poder o simplemente de dinero, puro y pedestre dinero.
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