El delito de ser otro: en el nombre de Borges
El escritor argentino Pablo Katchadjian está procesado por su libro El Aleph engordado, donde cita el famoso cuento de Borges. Su viuda, María Kodama, lo demandó por plagio. Acá, una serie de autores opinan sobre el caso que podría tener pena de cárcel.

Un escritor llama a otro escritor, porque recibió un documento judicial. El primero escribió un libro citando la obra de su admirado autor universal. El segundo, que además es abogado, le dice que el documento es una querella penal por plagio. La mediática noticia literaria da la vuelta al mundo. Hay cartas de apoyo para el narrador querellado y diarios internacionales replican la información, porque el escritor podría recibir hasta seis años de cárcel.
No es ficción. Lo anterior es un resumen de lo que hoy le sucede al argentino Pablo Katchadjian (1977), quien publicó el libro El Aleph engordado, en 2009, citando el cuento de Jorge Luis Borges, El Aleph. Dos años después de la edición, recibió una citación judicial, y contactó al escritor y abogado Ricardo Straface. El motivo: María Kodama, viuda y heredera de Borges, se querellaba por defraudación a los derechos de propiedad intelectual.
El caso fue sobreseído en primera instancia. Sin embargo, María Kodama apeló. La Cámara de Casación le dio la razón a la querella y Pablo Katchadjian fue procesado nuevamente el pasado 18 de junio. El juez ordenó un embargo sobre sus bienes por 80 mil pesos argentinos (US$ 8.800 aproximados). El caso aún no se resuelve.
Pablo Katchadjian ha recibido apoyo de numerosos autores y hoy habrá un acto de respaldo en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, con la participación de César Aira.
El caso de El Aleph engordado ha revivido la antigua polémica en torno al plagio y los límites de la libertad en el arte. “Parece poco probable que Katchadjian termine en la cárcel, pero las implicaciones de llevar a los escritores a los tribunales por asuntos literarios son escalofriantes”, señaló en un extenso artículo la semana pasada, el diario británico The Guardian.
“El único límite que se me ocurre es citar como propio lo que otro escribió, aunque algunos de los clásicos imprescindibles lo hayan hecho”, dice el chileno Rafael Gumucio. “Me temo que Borges era aún más permisivo que yo. Pensaba que leer un libro te hacia en alguna forma autor de un libro”, agrega.
Borges no sólo citaba a otros; también inventaba autores y citas. Hacía literatura como en su relato Pierre Menard, autor del Quijote. La figura acusatoria del plagio ha asediado a infinidad de autores en la historia de la literatura. Desde Shakespeare, Flaubert y Michel Houellebecq hasta Pablo Neruda han sido cuestionados.
Reacciones al caso
La editorial era propia. Un pequeño sello creado por Pablo Katchadjian. Imprimió 200 ejemplares de El Aleph engordado. Algunas copias se vendieron, otras las regaló. Allí agrega 5.600 palabras a las 4.000 del cuento original. Al final del libro hay una cita que dice: “No quitar ni alterar nada del texto original, ni palabras, ni comas, ni puntos, ni el orden. Eso significa que el texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío, de modo que, si alguien quisiera, podría volver al texto de Borges desde éste”.
“Para mí la literatura es trabajar con tensiones y donde estas aparecen más fuertemente es en las formas”, dice Pablo Katchadjian al teléfono desde Buenos Aires. “Pienso que El Aleph engordado puso la tensión en primer plano hasta un nivel que repercute en mí, ya no en el libro. El plagio solo existe cuando se intenta ocultar la fuente”.
Desde el 2011, Katchadjian no se había referido al tema. Pensaba que la querella no pasaría a mayores. “Pero ahora estoy procesado y los jueces deben determinar; lo más triste es que no hay fecha. Espero que se resuelva pronto”, dice, quien en 2007 publicó El Martín Fierro ordenado alfabéticamente, donde reordena el clásico de José Hernández.
El abogado de María Kodama, Fernando Soto, afirma que el interés de la viuda es respetar la obra original: “Lo único que pretende Kodama es proteger la obra de Borges. Lo que pasa es que a mucha gente le cae mal Kodama y por eso se genera esta reacción solidaria con Katchadjian”.
No piensa igual el autor argentino Patricio Pron: “Lo que Pablo Katchadjian ha hecho no es citar El Aleph, de Borges, sino producir una obra de arte autónoma, que parte de un texto específico que cita desde su mismo título”, dice quien firmó una carta pública de apoyo junto a 100 escritores y artistas de Latinoamérica. Entre ellos Ricardo Piglia, Alan Pauls, Mario Bellatin, Martín Caparrós y Edgardo Cozarinsky.
“El sampleo es ley, nadie se apropia de tu creación: la toma y la hace crecer, le da otra lectura”, comenta Francisco Ortega, autor de Logia. “Eso es parte del juego literario y creo es regla... claro, a menos que te salga una María Kodama”, agrega.
No es primera vez que ella convoca a un escritor a tribunales. En 2011 el español Agustín Fernández Mallo publicó El hacedor(de Borges). Remake, que pretendía ser un homenaje. La viuda se querelló y el libro salió de circulación. “La codicia de María Kodama es famosa... El plagio nunca ha sido cita. Es decir, nunca se presenta bajo la forma de una cita. La trampa está en el ocultamiento, pero si se cita abiertamente, no veo dónde puede haber delito”, señala el crítico literario de este diario, Juan Manuel Vial.
Sobre este aspecto, la periodista y editora Leila Guerriero subraya: “Su texto incluye una nota en la que aclara de manera explícita el procedimiento que su obra propone, de modo que en este caso no creo que haya el menor engaño o malentendido”.
Para Mario Bellatin, este “es un caso desmesurado, que tiene que ver quizá más con el sistema judicial que con lo literario”. En ese sentido, César Aira, que hará de testigo del caso, apunta: “No hay delito porque no hubo ni hay beneficio ecónomico en la operación de Katchadjian”.
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