Un equipo de científicos de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (Brasil) encontró huevos de lombriz solitaria en excremento fosilizado de tiburón de 270 millones de años de antigüedad, lo que indicaría que los parásitos habrían plagado a los animales 140 millones de años antes de lo que se pensaba.

La lombriz solitaria, o tenia, es un parásito que se aloja en las paredes internas del intestino de los vertebrados, y cuando llegan a la adultez vierten sus huevos por medio de las heces de su huésped.

De acuerdo a los expertos, investigar la historia primitiva de este tipo de microorganismos es complejo debido a que sus fósiles se remontan a la época de los dinosaurios, pero se ha encontrado poca evidencia al respecto.

Las heces fosilizadas de tiburón que los expertos hallaron contienen un clúster de 93 huevos de tenia, y uno de ellos incluso contiene larva en posible desarrollo.

Los fósiles, descubiertos al sur de Brasil, se remontan a la era Paleozoica, entre 251 a 542 millones de años atrás, antes de que los dinosaurios existieran. Los huevos poseen solo 150 micrones de largo, casi el doble del ancho de un cabello humano. 

El excremento fosilizado fue encontrado junto a otros 500 en el sitio, lo que sugiere que el área fue alguna vez un estanque de agua dulce en donde muchos peces se quedaron atrapados durante alguna sequía. Entre las heces los expertos además encontraron el mineral pirita, lo que sugiere que el ambiente no tenía oxígeno, condición que ayudó a preservar los fósiles por millones de años.

De acuerdo a Paula Dentzien-Dias, autora de la investigación, no existe forma de saber qué especie específica de tiburón depositó las heces infectadas, pues estos depredadores tienen intestinos similares.

Ahora, los expertos comenzarán a estudiar el resto de las heces fosilizadas encontradas en el sitio, pues los distintos hallazgos que puedan hacer servirán para mejorar la línea de tiempo de la evolución de la lombriz solitaria que actualmente se puede encontrar en comidas con  cerdo, pescado y carne.

El descubrimiento fue publicado en la revista PLOS ONE.