Ferlinghetti, poeta y tonto
A los 96 años de edad, el mejor amigo de los Beat acaba de publicar una recopilación de viajes (cinco décadas de correrías por el mundo) en la que figuran ciertas alusiones a Parra y a Neruda.

Los diarios de viaje de Lawrence Ferlinghetti comienzan con una experiencia en Chile y terminan con un largo poema sobre el mar dedicado a Neruda. En enero de 1960, junto a su esposa y su buen amigo Allen Ginsberg, Ferlinghetti asistió al encuentro de escritores americanos en la Universidad de Concepción. “Nuestro primer viaje al extranjero como poetas”, apuntaba con entusiasmo el también dueño de la mítica librería City Lights en San Francisco. El Partido Comunista chileno organizó para la ocasión una visita a la mina de Lota. Las condiciones trágicas en que laboraban los mineros conmovieron a Ferlinghetti. Y la prensa, convocada por el PC, se mostró ansiosa por saber qué opinaban los artistas de todo aquello. Ya de vuelta en la universidad, el autor recibió un cuestionario periodístico. “Las preguntas son de esta índole: ¿Cuál le parece a usted que es la literatura más importante de Sudamérica? (Mi respuesta: Los rostros de los mineros de Lota). ¿Qué clase de futuro vislumbra para Sudamérica (Los rostros de los mineros de Lota). ¿Quiénes considera que son los más grandes poetas chilenos? (Los rostros de los mineros de Lota). Me hicieron 20 preguntas como éstas. Misma respuesta para todas -publicadas en un diario importante de Santiago”.
Writing Across the Landscape (algo así como Escrito en el paisaje) es un libro grueso, trascendente, que satisface con creces las expectativas del género. Aun así, Ferlinghetti no tenía en mente publicar sus diarios: la idea provino de su traductora al italiano y de su editor estadounidense, quienes se toparon con una cantidad considerable de manuscritos en la biblioteca de la Universidad de Berkeley. A los 96 años de edad, el mejor amigo de los escritores Beat vuelve a ser leído en su país con entusiasmo (Ferlinghetti nunca se consideró parte del movimiento Beat, pero se le asocia a él debido a su profunda amistad con Ginsberg y Kerouac, y al hecho de que City Lights, la editorial, publicó a las voces clave de aquella generación). El volumen contiene anotaciones y dibujos compuestos a lo largo de 50 años de desplazamientos y estadías por los cinco continentes, una amplitud a todas luces impresionante.
Entre los episodios más llamativos del libro, se cuenta un encuentro por casualidad con Fidel Castro en un comedero de La Habana a fines de 1960 (las apreciaciones del autor acerca de la pureza de la Revolución Cubana temprana son magníficas) y, en ese mismo viaje, una visita a Neruda facilitada por Guillermo Cabrera Infante (Neruda le recomienda a Ferlinghetti que mate los chinches de su cama con el fuego de una vela, tal como lo hacía él cuando llegó a vivir a Santiago de joven; el estadounidense responde que es un “pacifista” y que está en contra de matar cualquier cosa; algunas horas más tarde, la limusina que transporta a Neruda a un encuentro en la Casa de la Amistad y la distancia que lo separa del público le parecen “muy fuera de lugar” al diarista).
La posición política de Ferlinghetti, que a menudo se define como anarquista, se hace explícita con humor durante un viaje en el Transiberiano (febrero, 1967). La sexta y última noche en el tren, dos jóvenes fineses se emborrachan con champagne en el coche comedor para utilizar así los tickets de comidas que les sobraron. “Nos negamos a unirnos, llamándolos ‘capitalistas decadentes’. (Cuando Yevtushenko, poeta soviético amigo de Ferlinghetti vino a San Francisco en el otoño de 1966, concurría a los topless para ver ‘la decadencia capitalista’)”. Quince años más tarde, el autor anotó lo siguiente: “Decir que uno es ‘revolucionario’ es un poco como decir que uno es un budista zen; si dices que lo eres, probablemente no lo seas”.
En agosto de 1982, mientras se tomaba una cerveza en un boliche ubicado a un costado de la plaza de Oaxaca, Ferlinghetti fue abordado por un personaje “salido de Nicanor Parra: anteojos oscuros, un bastón, una bolsa de papel, barba gris. ‘¿Habla inglés? ¿Español?’. ¡Trata de venderme un pedazo de lija! Hay una mosca que camina por su corbata, como en el poema de Parra”. Trece días más tarde, en un encuentro de poetas en la Ciudad de México, Ferlinghetti se entera de que no asistió nadie de Chile, pese a que Parra estaba invitado. “Homero Aridjis, el director, me dice que Parra fue enemigo de Allende y de Neruda, y que siempre estuvo a favor del actual régimen militar. Aridjis agrega que le informó de esto a Fred Martin de New Directions, la editorial de Parra y mía. Me pregunto si él lo entendió. Esto ciertamente arroja una nueva luz sobre el versátil, agudo e irónico señor Parra (una mosca en su corbata)”.
Si bien no son intimistas, los diarios permiten formarse una idea clara de la personalidad del autor: a ratos aparece el pícaro (“al igual que cualquier libertino de verdad, odio el lápiz labial”), y casi siempre está presente el tipo modesto (“poeta y tonto, pecador y viajero absurdo”) o el observador sagaz (“una cosa que nunca entendí acerca de los personajes que pintó El Bosco: ¿por qué ninguno de ellos tiene erecciones?”). Pero por sobre todo, aquí campea la dignidad que el autor le confiere al oficio de poeta. No ha de extrañar, entonces, la indignación imperecedera de Ferlinghetti con la patria de sus ancestros a partir de “cierta ocasión en que, hallándome en Asís (verano de 1983), un hombre de la televisión italiana lanzó una moneda al suelo y me pidió en broma que recitara”.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
3.
4.