Ilan Stavans: "Sin Quevedo no hay Borges, Neruda ni Paz"
El académico mexicano-americano lanza hoy una antología del soneto en español.

“Polvo serán, mas polvo enamorado”, termina un célebre soneto de Quevedo, el más hermoso de toda la poesía española, según el crítico Dámaso Alonso. Quevedo y ese soneto y también Alonso (ahora como poeta) figuran en Los mejores sonetos de la lengua castellana, la antología preparada por Ilan Stavans (México, 1961) con, a su juicio, las muestras más notables de esa forma poética que consta de dos cuartetos y dos tercetos, sujetos a rimas variables, pero estrictas. Entre España y América Latina va desde Boscán hasta Oscar Hahn y desde el Siglo de Oro al XX.
¿Cómo nació esta antología?
Sencillo: soy un amante irredento del soneto y también de las antologías. ¿Por qué no unir ambos amores? Soy de la opinión que en el soneto de habla castellana está el ADN de nuestra civilización. Los sonetistas conforman un club singular: demandan rigor y escriben sobre la tumba de sus antepasados y en la cuna de sus sucesores. “Escuchan con sus ojos a los muertos”, como decía Quevedo. Esta antología es un intento por entender cuáles han sido nuestros sueños y nuestros temores colectivos a lo largo de los siglos.
¿Por qué floreció en Argentina, México y Chile?
Primero que todo, floreció en España. No seríamos quienes somos sin Garcilaso y Lope de Vega, sin Góngora y el Conde de Villamedina, y, más recientemente, sin Machado, Alberti, García Lorca y Hernández. Pero yo creo que igualmente buena, o acaso mejor, es la cosecha latinoamericana. De Argentina (Evaristo Carriego, Lugones, Borges), la abundancia es obvia; igual la de México (Sor Juana, González Martínez, Amado Nervo, Octavio Paz). Y Chile, para mí, es donde se dan casos inquietantes. Neruda, por ejemplo: este poeta whitmaniano que se destaca por su verso libre es también un gran sonetista; y está asimismo la Mistral, Parra, Lihn y Oscar Hahn. ¿Por qué estos tres países? Porque ellos siempre han sido el terreno más fértil. Porque de su agua, de su aire, de sus mares y montañas han salido las voces más decisivas.
Recoge sonetos que no se ciñen a las exigencias estrictas
Porque la libertad está en respetar y desmantelar las fórmulas al mismo tiempo. Hay en la antología sonetos sobre la nariz, sobre una rodilla, sonetos sobre el culo y los pedos. Otro de mis sonetos favoritos es de Lope, “Soneto de repente”, donde nos enseña cómo escribir un soneto al tiempo que lo va escribiendo y mientras se va burlando de cómo se hace.
Quevedo es el español con más sonetos escogidos. ¿Esto habla de Quevedo o de Ud.?
De los dos. Es el sonetista que más admiro y que también al que más aborrezco. Me conozco de memoria varios sonetos suyos. Era antisemita y misógino. El castellano nació para que Quevedo tuviera una casa. Sin Quevedo no hay Borges; sin Quevedo no hay Neruda; sin Quevedo no hay Paz (en todo el sentido del término).
¿Ocurre lo mismo con Borges en el caso de los latinoamericanos?
Tiene razón: Quevedo y Borges son mis Virgilios. Los tengo siempre a mi lado. Mi próximo libro es acerca de la obsesión que tuvo Borges con los judíos.
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