José Luis Torres Leiva:"Es necesario que el cine se siga liberando de las etiquetas"

El viento sabe que vuelvo a casa

Mañana se estrena El viento sabe que vuelvo a casa, filme protagonizado por su colega, el documentalista Ignacio Agüero.




En los más de 15 años que lleva como cineasta, José Luis Torres Leiva (Santiago, 1975) se ha dado maña para sacar adelante producciones claramente reconocibles, proclives a la contemplación y a la perplejidad, que se pasean entre ficción y no ficción y que han ganado variados reconocimientos (Obreras saliendo de la fábrica, Ningún lugar en ninguna parte, El cielo, la tierra y la lluvia, Verano, entre otras). Y al mismo tiempo, ha desempeñado diversos roles, de la producción al montaje, en filmes tan disímiles como Lucía (Niles Atallah, 2010), Las horas del día (Christian Ramírez, 2010) y Aurora (Rodrigo Sepúlveda, 2014). El estreno de su nuevo largometraje, que tendrá lugar mañana, da más pistas acerca de cómo se relaciona con sus colegas y qué ha salido en limpio de ahí.

El viento sabe que vuelvo a casa provee la segunda ocasión de ver una cinta de Torres Leiva protagonizada por su colega Ignacio Agüero. La primera vez se trató de un documental en que el connotado realizador de Cien niños esperando un tren exponía su trayectoria profesional y personal a su montajista, Sophie França (¿Qué historia es esta y cuál es su final?, 2013). En esta ocasión, vemos a Agüero dirigiéndose a Meulín, pequeña isla del archipiélago chilote, camino a encontrarse con una historia de amor prohibido que alguna vez le contaron y que tiene mucho de Romeo y Julieta. En medio, se encuentra con personajes e historias inéditos, tanto o más llamativos.

Documental con procedimientos de ficción, se podría llamar a esta cinta premiada en el Festival de Cartagena. O bien una "docuficción" cuyo protagonista se encarna a sí mismo. En lo que toca a Torres Leiva, sin embargo, ojalá no tuviera rótulo alguno: "Creo que estamos en una época donde el cine ha logrado establecer códigos en donde ya no es importante etiquetar las películas. Es necesario que el cine se siga liberando, que cuando veamos una película hablemos de cine, no de géneros cinematográficos".

El origen de este trabajo, afirma, "fue querer trabajar con Ignacio y su manera de acercarse a las personas y conversar. Me interesaba mucho adoptar su mirada para observar sus procesos. Es un homenaje a su persona y a su cine". Los habitantes de la isla, agrega, tuvieron un rol fundamental, tal como central fue la posibilidad de escucharlos a través de las conversaciones con Agüero: su manera de entender la vida, sus pensamientos, sus miedos, sus historias. "Creo que lo fundamental era escuchar, saber escuchar, algo para lo cual Ignacio es un maestro".

¿Es dable considerar El viento sabe... como una reflexión sobre el estatus del documental y su vínculo con la ficción? ¿Concuerda con Godard en que los grandes filmes argumentales tienden al documental y viceversa?

Me interesa entender el cine como una fuente constante de exploración, tanto sea con las posibilidades del lenguaje como con las temáticas abordadas. No me gusta entenderlo en términos de una etiqueta, ya sea de ficción o documental. Godard documentó el paso del tiempo en sus actores en la mayoría de sus películas. El mismo [François] Truffaut pasó años filmando la evolución sentimental de Jean-Pierre Léaud, tal como [John] Cassavetes hizo primeros planos de Gena Rowlands durante casi toda su filmografía. Hay algo en eso que me interesa mucho. Ambos acercamientos me han servido para entender un poco más las realidades que quiero retratar. Esa exploración no necesita de ataduras.

¿Por qué es relevante rescatar el método de Ignacio Agüero y su figura de "observador naif"?

Para mí, Ignacio Agüero es uno de los cineastas más importantes y coherentes de nuestra cinematografía. Cien niños esperando un tren (1988) es una película que no sólo habla sobre el taller de cine que Alicia Vega realizó con los niños de una población. Habla de la importancia del cine como medio de comunicación, de una situación política vista a través de esos niños, de la importancia de la educación, de las oportunidades para los que no las tienen y mil temas más. Y no hace falta subrayar nada. Todo está en esa película. Su metodología es muy simple y tiene la gran virtud de saber escuchar al otro. Ponerse en el lugar de los demás y dar un espacio para que el otro se pueda desarrollar y expresar. Puede parecer algo muy simple, pero es muy difícil de encontrar hoy, cuando la comunicación se ha dificultado tanto por diversas circunstancias.

¿En qué ha cambiado su acercamiento al acto creativo?

Pienso que cada película representa un nuevo desafío y un aprendizaje. No podría hablar de un nuevo camino ni dirección. Una película es un mundo propio que necesita de cierto lenguaje y afrontamiento narrativo. Siempre me interesa experimentar nuevos temas, aproximaciones y probar muchos tipos de narración, sin perder la esencia del proyecto.

¿Tiene hoy una visión distinta sobre el arte de contar historias?

Yo creo que la base siempre está, porque tiene que ver con universos que me interesan y que están relacionados conmigo y mi visión del cine y el mundo. Cada película responde a una etapa de vida diferente. No podría hacer la misma película que hice hace diez años, porque entre medio han pasado muchas cosas que han enriquecido mi visión de mundo. Creo que lo bonito que tiene el cine es que cada película responde a una necesidad muy personal en un punto específico de tu vida. Y que eso se vuelve universal.

Más en privado que en público, realizadores de ficción y de no ficción cuestionan ciertos procedimientos del documental que irían en detrimento de la ética, tanto de cara al público (que no sabe si lo que ve es "actuado" o registrado "tal cual") y de cara a quienes figuran en cámara (que en ocasiones no saben que la película los está manipulando para actuar de una manera u otra).

¿Cuál es su posición a este respecto?

Creo que eso dependerá de cada realizador y de la manera en que logra defender y sustentar sus maneras de trabajar. Para mí es importante que exista transparencia frente a la realización de una película. Todos los personajes que participaron [en El viento sabe…] sabían a lo que se enfrentaban. Para mí no es importante saber o decir que es un documental o una ficción: creo que la película transmite más que eso. Fue una película hecha con mucho cariño y respeto, y siento que eso se percibe en la pantalla.

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