Histórico

Katia Kabanova llega a Chile: el adulterio en la Rusia zarista según Pablo Larraín

El 2 de mayo se estrena en el Teatro Municipal la obra de Janácek. Es el debut del director de No en la ópera.

No podía ser La Traviata. Ni Carmen o Rigoletto. Tampoco algo de Mozart o Monteverdi. Nada de barrocos, menos de románticos de melodía fácil. Más bien, músicos abiertos a la provocación, con argumentos anclados a la crítica social y no a los excesos del verismo italiano. Por eso, tampoco podía ser Puccini, sino que alguien diferente, de preferencia del siglo XX, un expresionista con un gran respeto por el teatro realista. Un checo, por ejemplo. Fue finalmente Leos Janácek, quien empezó creando en su Moravia natal en 1873, pero entró a las ligas mayores en 1904, con su ópera Jenufa, y luego se consolidó con Katia Kabanova. Con esta pieza, el cineasta Pablo Larraín quiso debutar en la dirección de ópera. Será el próximo viernes 2 de mayo, en el Teatro Municipal.

En rigor, se trata de un doble estreno: el de Larraín en la ópera y el del propio coliseo santiaguino, que recibe por primera vez esta pieza de 1921. Katia Kabanova tiene el poder dramático de una olla a presión y se basa en la obra La tormenta (1859), que el dramaturgo ruso Alexander Ostrovsky situó en un pueblo perdido a orillas del Volga. "Toda la ópera, por lo tanto, está cruzada por este entorno frío, en la desembocadura del Volga, en el norte de Rusia, donde la naturaleza, los árboles y las lluvias dominan el paisaje. Hay nieve y hielo. Queremos transmitir ese frío en la propuesta, pero con la intención de acercar al espectador a este universo. Antes que nada, hay aquí una provocación", explica Larraín.

Según datos recogidos por el director, la obra teatral La tormenta se llegó a representar cinco mil veces en la Rusia prerevolucionaria, "lo que habla de la relevancia de esta pieza en esa sociedad donde la represión a todo nivel, social y emocional, era lo normal", agrega. "En la trama tenemos a una mujer, Katia Kabanova, que desea a un hombre, Boris, que no es su marido. Ella resuelve ese conflicto y comete adulterio. Luego, Katia se enfrenta a sí misma y no sabe si rendir cuentas a Dios o a su marido. Después, en tercer lugar, está el castigo de la sociedad. Y, claro, todo esto se parece a lo que nos pasa en Chile, es un espejo moral: es la misma idea de chismes, de pueblo chico, de hablar más de lo que se odia. Se murmura a espaldas de Katia, se transmiten ideas nefastas y, finalmente, ella se corroe", dice el director de escena, que lleva un año preparando este montaje.

En esta producción del Teatro Municipal interviene en la dirección musical el ruso Konstantin Chudovsky, y el rol central de Katia lo interpreta su compatriota soprano Dina Kuznetsova, figura de estatura mundial, que habitualmente canta en el Metropolitan de Nueva York, el Covent Garden de Londres y la Opera de Viena. "He trabajado con mucho respeto con ellos. Saben mucho de la obra y está ambientada en su país", indica Larraín sobre la ópera, que se presentará en cinco funciones hasta el 12 de mayo.

Compuesta por Leos Janácek siete años antes de morir en 1928, Katia Kabanova responde también a los propios líos de faldas y a la pasión otoñal que el compositor sintió por la joven Kamila Stösslová. El tenía 63 y ella 26 cuando el matrimonio de Janácek empezó a tambalear, tras 40 años junto a Zdenka Schulzová. Janácek se fue a vivir a una casa lejos de su esposa, sin separarse legalmente de ella. Infatuado en su creativa vejez, dedicó Katia Kabanova a Kamila.

La propuesta fílmica

El realizador de No y Tony Manero dice que no es casualidad que tantos cineastas hagan ópera. La lista es larga, desde Woody Allen a William Friedkin, pasando por Herzog o Haneke. "Hay un territorio común. Por alguna razón no se dedican al ballet. Hay algo de espíritu renacentista en unir la música, los decorados, el teatro. Lo tienen la ópera y el cine", explica.

Para Katia Kabanova, donde la naturaleza juega un rol capital, se prescinde de la escenografía clásica. Más bien, habrá un diseño de tipo fílmico, a cargo del escenógrafo Pablo Núñez y del director de animación Cristián Jofré, supervisados por Larraín. "Lo que tenemos son cuatro pantallas que muestran animación: cada una de las escenas tiene movimiento, vida. No se trata de fotos, sino que de secuencias que van variando de acuerdo a las acciones de los personajes. Es una propuesta que viene desde lo cinematográfico. Se mezcla, además, con una gran luz blanca que ilumina a los cantantes desde abajo. Me parece que así se crea un dramatismo que conectará con la audiencia. La palabra final la tiene el público, que debe completar con sus reacciones lo que nosotros proponemos en el escenario. Y, en este caso, busco instalar peligro", relata Larraín.

Espejo moral de una sociedad represora y pieza musical a la vanguardia, Katia Kabanova verá desde la próxima semana cómo es recibida al sur del mundo, a 17 mil kilómetros de Rusia.

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