Histórico

La fiesta interminable del Sudeste Asiático

<img style="padding: 0px; margin: 0px;" alt="" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" width="81" height="13"> Durante los siete días de la semana, Vang Vieng festeja como si el mundo se fuese a acabar. Bares a la orilla del río y funcionando repletos a plena luz del día, turistas ardiendo y jolgorio absoluto son parte del delirante cóctel que ofrece este poblado de Laos.

Vang Vieng se encuentra a 160 km al norte de Vientián, capital de Laos. Y si se llega a este pueblito bien entrada la tarde, hay que estar preparado para presenciar un espectáculo derechamente bizarro: en las calles abundan grupos de jóvenes caminando abrazados  en dirección desconocida y de manera zigzagueante, con las caras y los cuerpos semidesnudos, rayados, embarrados hasta las orejas y cantando seriamente borrachos.

Vienen entrando a esta localidad de rasgos afrancesados -debido a su reciente pasado colonial- ebrios, pero felices, hiperventilados incluso. Y tienen razón: acaban de vivir una fiesta única e irrepetible: el famoso "Tubing" de Laos, un evento que se reproduce todos los días del año y que ha transformado a este lugar en un destino imperdible dentro de la ruta del Sudeste Asiático.

Cuando se pisa por primera vez Vang Vieng, cuesta creer que este lugar encierre una carga histórica tan horrorosa. Durante la guerra de Vietnam, debido a su frondosa naturaleza de selva tropical, fue utilizada por las tropas americanas como lugar estratégico de escondite de aviones bombarderos, conocido como "Lime 6" y, de hecho, fue Laos el que sufrió las peores consecuencias de este conflicto bélico, siendo merecedor hasta hoy del triste récord de ser el país más bombardeado de la historia.

Pero la historia de este pueblo hoy es completamente diferente. Los locales adoptaron una postura zen y dejaron el dolor de lado, tan apartado que hoy es un reducto turístico como pocos, en donde restaurantes, bares y hoteles de toda categoría abundan en cada esquina, sin dar respiro al viajero con ansias de fiesta interminable.

RIO ABAJO
A eso de las 3 de la tarde comienza la maratónica jornada carretera de "Tubing". Los ansiosos asistentes a esta fiesta ya se han comprado sus poleras referentes al evento (gracias al muy bien desarrollado merchandising local) y se ven llegar en tuk tuk, o en moto, al punto de partida de este singular panorama.

El juego es simple: una cámara de tractor es el vehículo utilizado para aterrizar en el primero de los siete bares montados en las orillas del río Nam Song, bares que se pelean por "pescar" a sus futuros clientes, los que vienen bajando y disfrutando de la leve adrenalina que les otorga la corriente.

Todos paran en el primero de estos rústicos locales de madera, y es aquí donde se pide la primera ronda de bebidas. Entra en escena  ahora otro protagonista fundamental de esta fiesta: el bucket, balde que se utiliza como el sostenedor de un masivo vodka u otros cocteles, en proporciones sólo dignas de pirata deshidratado.

Ya con medio bucket en el cuerpo, la masa se empieza a animar y a mover los pies con el ritmo de la música electrónica o dance, que escapa eufórica por los parlantes. Hasta que alguien toma el liderazgo e invita a tomar nuevamente el flotador y moverse al segundo bar, y luego al tercero, y así sucesivamente.

Todo transcurre mientras la corriente del río continúa arrojando cada vez más envalentonados clientes y el último de los bares esta vez ofrece otra insólita novedad: verdaderos jacuzzis y piscinas de barro, que se transforman en osados cuadriláteros de lucha femenina o en una singular cancha de vóleibol  en donde nadie parece tomar este deporte en serio.

Antes de que caiga la noche el "Tubing" termina su jornada, algunos van directo a la cama rendidos ante tanto ajetreo. Pero los sobrevivientes no están dispuestos a parar la entretención y van a recuperar fuerzas en restaurantes que los reciben con verdaderos bacanales de comida thai y panqueques con Nutella, mientras pasan por pantallas gigantes ininterrumpidamente series como Friends o Los Simpsons. Aquí no hay que perderse la opción de probar un buen Pad Thai o mariscos con leche de coco y curry, a precios que dan risa. Otra buena opción es comer en la calle un crujiente sándwich de baguette o panqueques con chocolate y plátano por menos de dos dólares.

NO SOLO "TUBING"
Para nadie es fácil jugársela con dos días seguidos de esta singular fiesta, por esto Vang Vieng también tiene pensado panoramas para los más tranquilos, los que simplemente quieren disfrutar de la naturaleza local, hacer deporte  o relajarse. Por esto, los visitantes pueden optar a paseos organizados por cualquiera agencias de turismo que abundan en este pueblo, las que incluyen trekking, paseos en kayak por el mismo río Nam Song y recorridos por cuevas acuáticas subterráneas. El tour completo cuesta sólo 10 dólares e incluye almuerzo al aire libre. Otros tours más completos ofrecen un verdadero final feliz: un reconfortante masaje tailandés que lo dejará en perfectas condiciones para descubrir la noche de Vang Vieng, que, como es de esperar, también está repleta de sorpresas.

Cómo llegar

Lao Airlines vuela a diario desde Bangkok y Hanoi hasta la capital de Laos, Ventián, por aprox. US$ 50, desde ahí tome un bus por dos horas hasta llegar a Vang Vieng.

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