Después de tomarse un café en el centro de Santiago junto a Fernando Rivas, José Donoso vio pasar en un lujoso auto negro al "germen" de El obsceno pájaro de la noche. Corría 1960 y aún faltaba una década para que publicara la novela, pero en la esquina de Huérfanos con Estado lo vio: en el asiento trasero de un automóvil manejado por un hombre rubio y de ojos azules, "iba un monstruo, un niño con cara cocida y zurcida, enano y con joroba". Donoso ni siquiera alcanzó a comentar la visión, creyó olvidarla al instante, pero tres años después "el recuerdo reapareció, comenzó a engendrar más monstruos".

Aunque es el punto más alto de su obra, la novela fue toda una pesadilla para Donoso: durante su escritura sufrió severos ataques de úlcera y, tras una operación, una mal recetada dosis de morfina lo mantuvo alucinando por 15 días. Años después, en 1987, el libro le seguía penando: "Hay momentos en que la excesiva alabanza a El obsceno pájaro de la noche me hace odiarlo". La frase pertenece a las pocas secciones públicas del diario de Donoso (celosamente resguardado en las universidades de Iowa y Princeton) y originalmente fue publicada en el diario madrileño ABC. Ahora es recuperada en el libro Diarios, ensayos, crónicas, que reúne textos dispersos del escritor.
Editado por Patricia Rubio, el volumen recoge todas las facetas de Donoso en la no ficción: críticas de arte, comentarios literarios, notas sobre Chile y la dictadura, opiniones sobre cine, fragmentos de sus diarios y una larga lista de artículos que dan nuevas luces sobre su vida y su trabajo literario: "Después de terminar una novela uno queda asustado, hechizado, temeroso, completamente vacío", revela.

SONTAG Y RAUSCHENBERG
En una comida en la casa de Kurt Vonnegut en 1975, Susan Sontag le cuenta que ha leído un guión de El obsceno... que da vueltas por Hollywood: "Es muy malo. Esa película no debe hacerse", le dice. Pocos minutos después la autora de Contra la interpretación le pregunta qué está escribiendo. El le cuenta que trabaja en un guión sobre la vida de Rimbaud en Africa. "Lo siento, pero esa película la hizo hace tres años Nelo Risi. A nadie le interesó", le lanza Sontag. "Fue una cena siniestra", comenta Donoso.

Acaso al autor de Coronación no soportaba tanta fama a su lado. A mediados de los 80 le llegó una carta de Yoko Ono, invitándolo a participar en un libro que recordaría a John Lennon. Estarían también Andy Warhol, Anthony Burguess y García Márquez, entre otros. Donoso, "anonadado" y "desconfiado", no participó.

En 1984, cuenta el escritor, el pintor Robert Rauschenberg le anuncia que irá a verlo a su casa en Nueva York. Le pedirá que escriba un texto para la exposición que realizará en Santiago en 1985. "En mi pueblerina ingenuidad latinoamericana no calculé que aparecería con una pequeña corte: los clásicos grouppies que sigue la estela de toda superestrella norteamericana", cuenta. Todos se escandalizaron cuando Donoso le  propuso a Rauschenberg que en Santiago expusiera en una iglesia católica, símbolo de la resistencia al gobierno de Pinochet.

Las estrellas con las que se sentía cómodo eran latinoamericanas. Conversando con un Jorge Luis Borges acosado por "señoras poco literarias" o pasando un Año Nuevo en París con la plana mayor del Boom: Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Noches "bulliciosas" de los 60. Por dentro, quién sabe. En 1982 anotó: "A veces siento que todo ha muerto, salvo mi fantasía, y siento cómo se empobrece y se descompone y se desintegra toda mi inteligencia, y qué pobre y limitada es mi cultura, qué difícil soy 'en sociedad', y siento que me estoy secando".

Diarios, ensayos, crónicas
José Donoso. Selección de Patricia Rubio.
Ed. Ril, 562 páginas.
$ 16.500