Opinión: Los "dramagramas" de Fernando Krahn
Fernando (fallecido el jueves en Barcelona) se hizo conocido en Chile por sus Dramagramas, sorprendentes historias mudas en cuatro cuadros que publicaba semanalmente en la revista Ercilla.
Fernando hipnotizaba. Las imágenes salían de su boca mientras relataba historias vívidas, nítidas, mágicas. Triviales o tormentosas, las palabras se desgranaban de tal modo que era imposible escapar de ese magnetismo.
Fernando se hizo conocido en Chile por sus Dramagramas, sorprendentes historias mudas en cuatro cuadros que publicaba semanalmente en la revista Ercilla. Mudas es un decir, eran historias que hablaban través de una gráfica intensa y onírica, rara mezcla de poesía y humor negro.
Muchos "dramagramas" personales le tocó vivir.
En la adolescencia, con su hermano sacaron a escondidas el auto de papá, y se fueron hacia el norte, muy lejos. Pero en una curva desértica el automóvil derrapó y volcó. Fernando presenció durante horas la agonía de su hermano, sin poder sacarlo de entre los fierros del coche. Pasó mucho tiempo, no sabe cuánto, hasta que despertó con el ruido de un motor que se acercaba...
Pero la vida es feroz, a veces. Los de la camioneta se aproximaron, miraron, les robaron relojes y maletas, y se fueron.
Otro drama de juventud: su padre, caricaturista y hombre de leyes, lo quería abogado, nada de dibujar tonterías. Qué suplicio, que injusticia. Hay tantos abogados, y tan pocos Krahnes.
Pero la vida no es tan feroz, a veces. Al enviudar, su madre, cantante de ópera, tomó una decisión trascendental: se lo llevó a Nueva York para que estudiara arte, su pasión.
Nuevos dramagramas se sucederían. Se estableció con su familia en Chile, en una hermosa casa diseñada por él como traje a la medida. En 1973 estaba en N.Y., editando los cuentos infantiles escritos por su bella esposa María de la Luz Uribe, (hermana del poeta), e ilustrados magistralmente por él, cuando lo sorprendió el golpe. Nunca volvió a esa casa.
Finalmente se radicó en uno de los pueblos más acogedores de Europa: Sitges, a orillas del Mediterráneo, en una casa angosta de tres pisos, cálida y laberíntica que se le asemejaba.
Nuevos dramagramas fragmentarían la paz de este oasis. María de la Luz muere, y al cabo de un tiempo Fernando sufre un colapso gástrico. El estallido de sangre fue un primer aviso de lo que se avecinaba.
Pero al igual que los magos, era capaz de transformar los dramas en palomas, y embarcarse en proyectos fascinantes, haciendo películas animadas, publicando libros insólitos, jugando al cineasta con su familia (ver en YouTube "The Gloom of San Gaudencio street"), nadar diariamente y gozar profundamente de la vida.
Krahn era un tipo raro. Sus gestos, sutiles la mayoría de las veces, eran interrumpidos por ademanes ampulosos, seguidos de silencios inquietantes que dejaban en ascuas a quienes lo contemplábamos. Ahora contemplamos su silencio absoluto, brutal, desgarrador. Fernando Krahn ha muerto y no nos queda más que balbucear sus historias.
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